OpiniónPolítica

Condiciones de la democracia liberal

Mecanismos de control y dispersión del poder, cultura política y modelo socioeconómico: en estas tres dimensiones residen los requisitos de una democracia plena.

Guillermo Bretel

Politólogo y Sociólogo de la Julius-Maximilians-Universität Würzburg

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El siglo XX puso en evidencia, más que cualquier otro siglo, las amenazas que se ciernen sobre la democracia. Sin embargo, en ningún siglo anterior triunfó tanto este sistema de gobierno. La democratización llegó primero al norte y centro de Europa, luego a la Península Ibérica, América Latina, el noreste asiático, algunos Estados africanos y, por último, Europa oriental.

A pesar del éxito de estas últimas olas de democratización, el mundo viene experimentando, en el siglo XXI, un marcado retroceso democrático. La Primavera Árabe despertó esperanzas, pero no logró consolidarse. Los golpes de Estado han vuelto a ponerse de moda en África. En América Latina, algunas democracias vienen muriendo lentamente; y otras, debilitándose al igual que las de Europa Oriental.

Como el término democracia ha adoptado una connotación moralizante y civilizante, especialmente en aquellos lugares donde logró consolidarse como sistema de gobierno predominante, el retroceso democrático del siglo XXI es distinto al del siglo XX. La mayoría de autócratas modernos ya no usa la fuerza para tomar el poder. Ahora utilizan la democracia para ello, pero la descomponen gradualmente desde adentro.

Los autócratas del siglo XXI se llaman a sí mismos demócratas, una distorsión adrede del concepto «democracia» que legitiman mediante la engañosa jactancia de ser la voz del pueblo: populismo del primitivo y rudimentario. La característica principal de este tipo de régimen es el asedio incesante al Estado de derecho, pudiendo nombrarse Turquía, Rusia, Hungría, Bolivia y El Salvador como ejemplos actuales de este fenómeno.

En la «democracia iliberal» hay elecciones y se conserva la apariencia institucional de la democracia liberal, aunque sus instituciones son disfuncionales y están sometidas al Ejecutivo. Mediante la manipulación de instancias legales, principalmente tribunales, los autócratas modernos usurpan funciones de otros poderes del Estado, anulando su separación efectiva y, más importante aun, los mecanismos de control del Ejecutivo. Esta apariencia democrática hace que la línea entre democracia deficitaria y autocracia sea tan delgada, que los conceptos «autoritarismo competitivo» y «autocracia electoral» están ganando terreno, en la ciencia política comparativa, para categorizar y comprender mejor este fenómeno.

En este contexto de retroceso democrático, cabe preguntarse entonces cuáles son las condiciones de una democracia plena; en otras palabras, qué factores son particularmente relevantes para el establecimiento y la estabilización del orden democrático-liberal. Considerando las circunstancias concretas de las sociedades y sus estructuras políticas, que siempre influyen en los procesos de democratización, el estudio empírico moderno —basado especialmente en los trabajos de Robert Dahl y Manfred Schmidt— ha descubierto cuatro condiciones esenciales y dos facilitadoras de la democracia. El cumplimiento de éstas aumenta la probabilidad de la existencia de una democracia funcional.

«Aunque Karl Popper diría que la democracia liberal es el único sistema de gobierno capaz de garantizar una sociedad abierta, la investigación democrática moderna demuestra que la estabilidad de una democracia es, en cualquier caso, consecuencia de una sociedad abierta».

 

Como primera condición esencial está el control civil efectivo de quienes ostentan y hacen valer el monopolio de la fuerza; es decir, el Ejecutivo, las fuerzas armadas y la policía. Los golpes de Estado, muy comunes en el siglo XX y que derivaron en dictaduras militares, ilustran lo que ocurre con las democracias cuando el poder de las fuerzas de seguridad estatal no están suficientemente supeditadas al poder civil.

La segunda condición esencial es una cultura política que favorezca el debate público y la búsqueda de compromisos, particularmente en tiempos de crisis, como método de resolución de conflictos sociales. Se ha podido evidenciar que, en sociedades de cultura política más o menos autoritaria, la democracia es menos estable. Los Estados pos-soviéticos constituyen casos de notorios altibajos democráticos relacionados a su pasado socialista-autocrático. En la Alemania Occidental posguerra, se demoró al menos veinte años hasta constatar empíricamente un cultura política favorable a la democracia. Eso, en un país dejado en cenizas por la dictadura nazi.

Asimismo, una democracia funcional exige individuos libres de coerción estatal y una sociedad plural en que los poderes políticos, sociales y económicos estén lo más dispersos posible. La poliarquía —el gobierno de distintas personas de idéntico rango— evita la concentración de poderes en pocas manos que pueda degenerar la democracia en tiranía u oligarquía. Esto no sólo alude a la separación de poderes à la Montesquieu, sino también a la elusión de la tiranía social o de la mayoría, observada por Alexis de Tocqueville y John Stuart Mill. Los datos empíricos muestran que la concentración de poder político, social y económico suele debilitar las instituciones democráticas.

La cuarta condición esencial, planteada por la investigación democrática moderna, reside en la esfera internacional. Las interdependencias políticas y económicas entre Estados facilitan o socavan los procesos de democratización, según el contexto específico global y regional. En el siglo XX, la ampliación de la esfera de poder de la Unión Soviética y el Plan Cóndor de los Estados Unidos de América ejemplifican el efecto internacional sobre el debilitamiento democrático; la construcción de la Unión Europea, sobre su fortalecimiento.

Finalmente, como condiciones facilitadoras de la democracia se han identificado empíricamente una economía de mercado, de intervención estatal limitada y con amplia seguridad social, además de un pluralismo cultural que yazca sobre las bases de un consenso mínimo sobre la legitimación del proceso democrático. Donde la libertad individual y el pluralismo cultural están protegidos, la individualidad y la creatividad florecen, ambas fundamentales para la creación de bienestar y valor cultural.

Estas bases democráticas, para no perecer como en la República de Weimar —una democracia sin demócratas—, requieren aceptación y confianza en las instituciones, así como una defensa social mayoritaria. El concepto de «patriotismo constitucional», acuñado por Jürgen Habermas, describe pertinentemente esta condición. Aunque Karl Popper diría que la democracia liberal es el único sistema de gobierno capaz de garantizar una sociedad abierta, la investigación democrática moderna demuestra que la estabilidad de una democracia es, en cualquier caso, consecuencia de una sociedad abierta.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Guillermo Bretel

Politólogo y Sociólogo de la Julius-Maximilians-Universität Würzburg

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