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Año contra año, las aulas de las universidades que ofrecen la carrera de comunicación – en su mayoría comunicación corporativa y ya no periodismo, como tal – se van vaciando. Sólo en España, según un estudio de la Universidad Complutense de Madrid, la opción por estudiar periodismo cayó en un 19%. Dato que va en aumento. Si a esto sumamos que los medios ya no ofrecen estabilidad laboral, salarios competitivos y que no existen filtros para evitar que cualquier persona se autonombre periodista y haga un uso y abuso de un micrófono, vale la pena preguntarse si el periodismo, como oficio, está en crisis o si la industria mediática está colapsando.
Desde mi punto de vista, el negocio de la comunicación está en crisis. Sin duda alguna. El consumo de información ha sufrido un cambio drástico y es imparable. Los medios de comunicación, de hecho, ya no informan, sólo validan informaciones. TikTok, WhatsApp y las plataformas digitales les han roto el espinazo a las casas periodísticas. Nadie valora un reportaje, una crónica, una investigación, una suscripción paga. La oferta informativa, ahora, es policial y amarillista. La calidad informativa se ha ido por el traste en Bolivia.
Lo que hay ahora es ruido. Desinformación y estigmatización. Ideologización y mediocridad. Los gobiernos de turno saben de esta crisis. Se regodean porque saben que no tendrán contrapeso, fiscalización, control. Aprovechan el contexto para apretar mucho más el grillete en el cuello de los periodistas y la asfixia es insoportable e insostenible. Se ha vuelto una industria para corajudos y, casi, diría, para desquiciados.
En este panorama aciago, cuatro ex directores de Página Siete, escribieron juntos un extraordinario libro testimonial narrando sus experiencias y avatares para honrar al noble oficio del periodismo. Lo dieron todo. Se desvelaron, sufrieron dolores de estómago, infamias, calumnias, juicios, insultos públicos groseros; sus familias y amigos vieron sus dramas y, pese a todo, siguieron tecleando e informando, protegidos bajo un manto sagrado: el periodismo independiente.
Isabel Mercado, Raúl Peñaranda, Juan Carlos Salazar y Mery Vaca son sus autores. El libro titula “Contra Viento y Marea. Nacimiento, auge y cierre de Página Siete” (Edición Plural.2024). Cada uno vivió un periodo durísimo y sus relatos son una memoria viva de cada etapa funesta que les toco remar. Desde un principio el nacimiento de Página Siete tuvo sus tropiezos. La creación de su logo y su cambio a último momento antes de su salida, hasta la dura batalla por su digitalización e innovación frente a un mercado ingrato, fueron su karma.
Bajo sus ojos fiscalizadores, pasaron crisis como la masacre de Chaparina, el “ZapataGate”, la millonaria corrupción del FONDOIC, la revolución de las pititas, la renuncia de uno de los políticos más infames como lo fue y sigue siendo Evo Morales junto a su recua de acólitos que cada día, durante más de 16 años – incluso más – hostigaron, amedrentaron, persiguieron, enjuiciaron y calumniaron de una manera permanente no sólo a los periodistas de Página Siete, sino a todos los medios de comunicación independientes que fueron metidos en una bolsa calumniosa llamada “el cártel de la mentira”.
Enfrentaron permanentes ataques cibernéticos, asfixia publicitaria del Estado, sangrías mensuales de impuestos nacionales, les tocó – como a todos los medios y empresas – lidiar con una pandemia que aceleró profundos procesos de reingeniería, de logística y de una reinvención, una vez más, de ofertas informativas y comerciales. La crisis fue transversal.
El alivio de una inyección de capital nunca llegó y el cierre fue inevitable. La carga morosa de salarios fue inmanejable y todas las innovaciones digitales no resultaron, debido a un mercado de consumo de información cuya cultura no valora la calidad periodística. Intentaron de todo, hicieron mil y una malabares, pero el destino parecía que ya tenía todo resuelto.
Eso sí. Dejaron el listón muy en alto como periodistas junto a sus redacciones y jefaturas. Las más premiadas y reconocidas nacional e internacionalmente. Todos pusieron el hombro. Lo se por que lo vi y lo presencié. Gracias Isabel, Mery, Juan Carlos y Raúl. Sus testimonios deben ser, ahora, lectura obligatoria para todos los periodistas, para las universidades y sociedad con el expreso fin de que valoren, un poco más, el noble oficio del periodismo independiente que lucha contra los autoritarismos y totalitarismos. Una democracia sin medios independientes está condenada a la oscuridad.