Conviene reiterar el significado del peronismo (Argentina)
Alberto Benegas Lynch (h) considera conveniente entender el peronismo, movimiento político detrás de la involución de Argentina.
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Por Alberto Benegas Lynch (h)1
Mucho se ha escrito sobre este tema que ha calado hondo en el pasado y el presente argentino. Esperemos que en el futuro podamos zafar de este entuerto. Se trata de algunas corrientes de opinión que deben remitirse a explicaciones basadas en hechos incontrastables sobre los que debe insistirse al efecto de contrarrestar influencias tergiversadas que han impregnado buena parte de la política argentina de los últimos ochenta largos años con lo que naturalmente se pone en evidencia un correlato con la desdichada suerte de nuestro país. Aquí mismo en Infobae y en tantos otros medios se han publicado notas en distintas direcciones sobre la materia.
Algunos ya nos estamos poniendo grandes para que nos machaquen sandeces mayúsculas que contradicen abiertamente nuestra historia. Hay que mantener algo de pudor y abstenerse de presentar al peronismo como algo digerible. Mario Vargas Llosa con razón ha dicho que “el peronismo es la fuente de todos los males argentinos” y Jorge Luis Borges consignó: “Pienso en Rosas con horror como pienso en Perón con horror”. Ningún observador serio puede entender la monotonía del colapso en la que está enredado nuestro país.
Uno de los principios fundamentalísimos para encaminarnos en la buena senda es, ante todo, decir la verdad y no andarse con tapujos inadmisibles. Es por esto que ante la constante repetición de errores es pertinente repetir argumentos como el único camino para desandar tanto desatino que nos viene carcomiendo.
A esta altura seamos serios y prestemos un mínimo de atención a la pasmosa decadencia que parió el fatídico golpe militar del 43, una continuación muy acentuada del golpe fascista del 30 en el que también participó activamente Perón. Se ha probado una y mil veces la corrupción astronómica del régimen (Américo Ghioldi, Ezequiel Martínez Estrada), su fascismo (Joseph Page, Eduardo Augusto García), su apoyo a los nazis (Uki Goñi, Silvano Santander), su censura a la prensa (Robert Potash, Silvia Mercado), sus mentiras y adoctrinamiento sistemático (Juan José Sebreli, Fernando Iglesias), la cooptación de la Justicia y la reforma inconstitucional de la Constitución (Juan A. González Calderón, Nicolás Márquez), su destrucción de la economía (Carlos García Martínez, Roberto Aizcorbe), su vinculación con la Iglesia (Loris Zanatta, Gerardo Ancarola), sus ataques a los estudiantes (Rómulo Zemborain, Roberto Almaraz), las torturas y muertes (Hugo Gambini, Isidoro Ruiz Moreno), la imposición del unicato sindical y adicto (Félix Luna, Damonte Taborda) y la destrucción moral y material en gran escala (Ignacio Montes de Oca, María Zaldivar).
A este prontuario tremebundo cabe agregar apenas como muestra cuatro de los pensamientos de Perón, suficientes como para ilustrar su catadura moral. En correspondencia con su lugarteniente John William Cooke: “Los que tomen una casa de oligarcas y detengan o ejecuten a los dueños se quedarán con ella. Los que tomen una estancia en las mismas condiciones se quedarán con todo, lo mismo que los que ocupen establecimientos de los gorilas y enemigos del Pueblo. Los Suboficiales que maten a sus jefes y oficiales y se hagan cargo de las unidades tomarán el mando de ellas y serán los jefes del futuro. Esto mismo regirá para los simples soldados que realicen una acción militar” (Correspondencia Perón-Cooke, Buenos Aires, Editorial Cultural Argentina, 1956/1972, Vol. I, p. 190). A lo que cabe agregar la vergonzosamente laudatoria carta de Perón a Mao el 15 de julio de 1965 en medio de las horrendas y repetidas masacres de ese nefasto régimen, misiva que comienza con “Mi querido Presidente y amigo”.
También proclamó “Al enemigo, ni justicia” (carta de Perón de su puño y letra dirigida al Secretario de Asuntos Políticos Román Alfredo Subiza). En otra ocasión anunció que “Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores” (discurso de Perón por cadena oficial de radiodifusión el 18 de septiembre de 1947). Por último, para ilustrar las características del peronismo, Perón consignó que “Si la Unión Soviética hubiera estado en condiciones de apoyarnos en 1955, podía haberme convertido en el primer Fidel Castro del continente” (Marcha, Montevideo, febrero 27 de 1970, la publicación entonces dirigida por Eduardo Galeano).
Algunos aplaudidores y distraídos han afirmado que “el tercer Perón” era distinto sin considerar la alarmante corrupción de su gobierno realizada principalmente a través de su ministro de economía José Ber Gelbard quien además provocó un grave proceso inflacionario (que denominaba “la inflación cero”) y volvió a los precios máximos de los primeros dos gobiernos peronistas (donde al final no había ni pan blanco en el mercado), el ascenso de cabo a comisario general a su otro ministro (cartera curiosamente denominada de “bienestar social”) para, desde allí, establecer la organización criminal de la Triple A. En ese contexto, Perón después de alentar a los terroristas en sus matanzas y felicitarlos por sus asesinatos, se percató que esos movimientos apuntaban a copar su espacio de poder debido a lo cual optó por combatirlos.
A nuestro juicio la razón por la que se prolonga el mito peronista se basa en la intentona de tapar lo anterior con una interpretación falaz de lo que ha dado en llamarse “la cuestión social” en el contexto de la imposición de un sistema sindical copiado de Mussolini, leyes de alquileres y desalojos que arruinaron los patrimonios de tantas familias de inmigrantes, una inflación galopante que se pretendió disimular con controles de precios para “atacar el agio y la especulación”, con una colosal cerrazón del comercio exterior administrado por el corrupto IAPI, el abrupto aumento de la pobreza y una degradación en todos los niveles gubernamentales.
En este sentido de “lo social”, transcribo una carta del Ministro Consejero de la Embajada de Alemania en Buenos Aires Otto Meynen a su “compañero de partido” en Berlín, Capitán de Navío Dietrich Niebuhr O.K.M, fechada en Buenos Aires, 12 de junio de 1943, en la que se lee que “La señorita Duarte me mostró una carta de su amante en la que se fijan los siguientes lineamientos generales para la obra futura del gobierno revolucionario: ´Los trabajadores argentinos nacieron animales de rebaño y como tales morirán. Para gobernarlos basta darles comida, trabajo y leyes para rebaño que los mantengan en brete´” (copia de la correspondencia mecanografiada la reproduce Silvano Santander en Técnica de una traición. Juan D. Perón y Eva Duarte, agentes del nazismo en la Argentina, Buenos Aires, Edición Argentina, 1955, p.56). La cita de Perón es usada también por Santander como epígrafe de su libro.
Todo esto para no decir nada de los lutos, emblemas y libros de lectura obligatorios para todos los niños con leyendas inauditas como “mamá me mima, Evita me ama” (véase del antes mencionado Ghioldi su muy difundido texto –escrito en el exilio del peronismo– sobre los latrocinios de la denominada Fundación Eva Perón) y marchas rebosantes en servilismo como aquello de “Perón, Perón que grande sos, mi general cuánto valés”, “combatiendo el capital” y otros esperpentos, siempre rebosantes en ejemplos de humillaciones y vejaciones de estilo macabro.
Por otro lado, las redistribuciones de ingresos operadas desde los aparatos estatales aconsejados por el peronismo, necesariamente van a contramano de las asignaciones realizadas por los consumidores según sean sus prioridades y requerimientos. La manía del igualitarismo, es decir, la guillotina horizontal se traduce en una pésima utilización de los siempre escasos recursos lo cual indefectiblemente empobrece. El estatismo termina por favorecer a pseudoempresarios que se alían con el poder político para usufructuar de privilegios que permiten explotar miserablemente a sus semejantes.
Es de interés destacar que el caso del menemato en el contexto de reiteradas apologías a la tiranía rosista resultó en incrementos del gasto público, el déficit y la deuda en medio de gran corrupción desde el sonado caso de los guardapolvos hasta el contrabando de armas y la explosión de Río Tercero recurriendo a los fueros para evitar la cárcel. Ajeno a este clima, el ministro de Economía estableció la “convertibilidad” (más precisamente, tipo de cambio fijo con política monetaria pasiva) junto con otras medidas con intención meritoria que por lo dicho explotaron junto a deficiencias como el traspasos de monopolios estatales a manos de monopolios privados, en cuya situación naturalmente los incentivos operan en una dirección más fuerte para expoliar a los congéneres.
Por su parte, Winston Churchill el jueves 6 de octubre de 1955 –cinco meses después de haber dejado su cargo como Primer Ministro– condensó ante la prensa internacional la política que comentamos en esta nota periodística de la siguiente manera: “Perón es el único soldado que ha quemado su bandera y el único católico que ha quemado sus iglesias”.
De más está decir que lo señalado no es para ex peronistas que se han percatado de su error quienes son recibidos con los brazos abiertos por el espíritu liberal, pero no es posible seguir consumiendo disfraces y mentiras por parte de algunos que subestiman el coeficiente intelectual de audiencias que toman por estúpidas que no son capaces de discernir sobre hechos que son del dominio público como los que aluden a un llamado “peronismo republicano” con la pretensión de pasar por alto el pleonasmo, una grotesca contradicción en los términos.
La pobreza y la miseria lamentablemente extendida en tierras argentinas se debe principalmente a la irrupción del peronismo, una trampa preparada por la decadencia de valores consecuencia del abandono de muchos que renunciaron a estudiar y defender los principios alberdianos. Pensaron que duraría para siempre el progreso fenomenal desde la Constitución liberal de 1853/60 hasta el antes mencionado golpe fascista. Pensaron que en nuestro país nada podía cambiar ya que era la envidia del mundo civilizado con salarios e ingresos en términos reales del peón rural y los obreros de la incipiente industria superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España, la población se duplicaba cada diez años por quienes venían a “hacerse la América” consecuencia que exhibíamos indicadores en algunos casos mejores aún que los de Estados Unidos.
Como una nota al pie y al margen de lo sustancioso, conviene mencionar al pasar que ni siquiera el peronismo ha tenido la iniciativa y la imaginación del curioso epíteto dirigido a ciertos acomplejados al catalogar como “gorilas” a opositores al régimen, lo cual copiaron del invento del gran Aldo Camarota que usó esa cómica expresión en su célebre Revista Dislocada remedando lo ocurrido en una producción cinematográfica.
En resumen, es como ha escrito Alexis de Tocqueville en El antiguo régimen y la Revolución Francesa: resulta bastante común que allí donde hay gran progreso moral y material la gente considere que eso está garantizado, que es inamovible y por tanto se da por sentada la prosperidad, pero ese supuesto convierte la situación en su momento fatal en el que inexorablemente se revierte la tendencia. Es por eso que los Padres Fundadores en Estados Unidos repetían que “el costo de la libertad es su eterna vigilancia”.
1es académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina. Puede seguir su cuenta de Twitter en @ABENEGASLYNCH_h.
*Este artículo fue publicado en elcato.org el 26 de junio de 2023