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Aunque los coquetos letreritos pregonan por todos lados que todos fuéramos iguales ante la ley; la CPE prohíbe todo tipo de discriminación y el CP castiga como delito; la realidad es muy pero muy distinta. GOETHE ya lo había escrito: “La ley puede ser muy dura, pero la realidad es aún peor”. Y si no, preguntémosle a los Diputados que acaban de auto aprobarse su asignación subiéndose impúdicamente su presupuesto o al Ejecutivo, que aunque tuvo no más que reconocer recientemente que está raspando la olla; contradictoriamente aprobó por DS No. 5029 el incremento salarial del 3% de las empresas públicas y empresas filiales en las cuales el nivel central del estado tenga participación accionaria mayoritaria.
En el caso de los diputados, su nueva afrenta es aún peor, pues desde hace semanas sino meses el soberano les pide que hagan alguito por lo menos de su trabajo, siquiera poniéndose de acuerdo en la ley que permita se realicen a tiempo las elecciones judiciales, pero ni eso han podido; sin contar con sus chasqueadas, escándalos de pedofilia y otras deposiciones. No obstante, a la hora de auto incrementarse su presupuesto, para eso si se han puesto de acuerdo en mayoría e incluso, cobardemente no han tenido siquiera el valor civil de votar de frente su propio incremento y se han ocultado bajo las polleras del voto secreto. Una completa vergüenza que da buena cuenta de su nivel.
El hecho es que cuando se trata de sus bolsillos y privilegios, la casta politiquera se pone de acuerdo sin el mayor problema, aunque recurre a esos cobardes métodos que impide al soberano saber nominalmente quienes votaron a favor. Peor aún, aunque no pueden ponerse de acuerdo ni para ir a misa, tratándose de esos sus privilegios que asquerosamente vulneran ese papo constitucional de la igualdad, se ponen de acuerdo rápidamente, prácticamente a escondidas.
Naturalmente que esas odiosas diferencias no pueden justificarse recurriendo a ningún test de proporcionalidad o racionalidad, puesto que aquello que sean el 1er poder del estado constituye también una afrenta a la coordinación y separación de poderes u órganos siguiendo la nueva nomenklatura y, en razón a sus altas funciones -en el papel, aunque completamente degradadas por la dura realidad- éstas sencillamente no se ejercen siquiera en términos mínimos que sean aceptables y guarden coherencia con sus ingresos y esas canonjías. Su labor fiscalizadora deja mucho que desear y sobre todo no depende de la razón sino del nivel de cercanía o alejamiento con el poder; su labor legislativa se traduce principalmente en seguir endeudándonos más; declarar el día del chuño o algo parecido y nada más. Aunque son un mal necesario por aquello de la estructuración estatal en 4 órganos que hacen a un supuesto estado democrático, en la realidad que resulta cada vez más dura, a muchos bolivianos les sonaría mejor que nos ahorremos ese gasto, pues frutos benignos, no aparecen ni con fórceps.
Sobre las empresas estatales cuyos empleados (obviamente del nuevo oficialismo) se benefician con la yapita del 3%, cabría discernir si son realmente productivas y no arrojan sistemáticos déficits. ¿O es que el Presidente y sus muchachos del gabinete están queriendo asegurar su fidelidad a su facción con nuestra plata? Peor en estos tiempos de champha guerras; cabildos, congresos y demás…
El uso y desvío de fondos públicos con fines particulares constituye corrupción, conforme los más elementales instrumentos y entendimientos sobre la materia nos enseñan. No desconozco que al fin de cuentas sensiblemente muy a pesar nuestro, los actuales estados infestados de populacheros suelen mantener a una sedienta “burrocracia” como parte del supuesto servicio que en el papel debían prestar a la colectividad, pero a la vista de las actuales circunstancias del sistemático raspaje de la olla estatal, tales irrazonables incrementos constituyen una asquerosa vulneración del principio de igualdad por el que -el papel aguanta todo- fuéramos todos iguales ante la ley. Obviamente no lo somos ante los encargados de aplicarla o peor, de crearla. Mientras tanto, me acuerdo aquello de Javier Borrego: “Ahora estamos en una situación muy crítica, donde algunos políticos están meando sobre nosotros y van a empezar a defecar y, encima tenemos que decir que llueve”.