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La semana pasada, participé como panelista en el “Podcast de la Libertad”, que emite desde Buenos Aires la Fundación Atlas. El tema central que nos convocó fue el debate sobre la obligatoriedad de la educación, abierto por una frase equívoca del diputado libertario Bertie Benegas Lynch, que incluso el presidente Javier Milei calificó de “absolutamente desafortunada”.
Sobre el punto, opiné que es razonable la obligatoriedad de la educación primaria y de los primeros años de la secundaria, pero ésta debe ser entendida de una manera amplia y flexible, incluyendo alternativas como el home-schooling (educación en el hogar), bajo ciertos parámetros normativos de calidad.
Otra de las iniciativas que se viene discutiendo en el vecino país es la implementación de vouchers educativos, una idea del Premio Nobel de Economía, Milton Friedman, que hemos compartido desde hace años en varias columnas de opinión. Un sistema que permite a los padres decidir, mediante un cheque escolar de financiamiento estatal, a qué centro de enseñanza enviarán a sus hijos, sea público o privado.
Sin embargo, considero que esto debería ser de introducción progresiva, como se hizo en Suecia, donde los vouchers comenzaron de manera modesta bajo gobiernos socialdemócratas, para la cobertura de pequeños cuidados personales de los ancianos, ampliándose luego a muchas áreas de salud y educación en administraciones liberales, llegando a construirse lo que el intelectual chileno-sueco, Mauricio Rojas, llama “el capitalismo de bienestar”.
Mientras tanto, no debe olvidarse el rol que tuvo la gran obra escolar pública realizada en Argentina por Sarmiento y en Uruguay por Varela, fundamental para la consolidación en esa etapa histórica de un republicanismo cívico. En las aulas públicas, lo que debe combatirse es el adoctrinamiento partidista, impulsado en las últimas décadas por un hegemonismo de izquierdas populistas y autocráticas. Y no se trata de sacar a Marx para poner a Mises, por tentadora que parezca la idea, sino de sacar el pensamiento único.
Para esto, será importante que exista una libertad de cátedra que blinde al docente de la presión ideológica de sindicatos y centros corporativos, y le permita dar a los estudiantes “una selección responsable, crítica y fundamentada (…) con criterios de amplitud, ecuanimidad y balance de puntos de vista”, como dice una reforma implementada hace poco en Uruguay mediante la Ley de Urgente Consideración (LUC), respaldada por la población en un referéndum.
En Bolivia, creo que de existir alguna renta pública significativa por la explotación del litio, debería destinarse a impulsar un sistema de vouchers o cheques escolares, que ayude a transformar los recursos pasajeros en talentos duraderos.