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“Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie”, es una afirmación que figura en la novela El Gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957). Así, se ha tipificado el gatopardismo como una conducta política marrullera de ofrecer cambios sin el propósito de cumplir lo anunciado.
Una vez, que al político les toca el turno en el poder, algunos gobernantes, sin realizar ajuste a la baja del gasto público, continúan con la vieja fórmula de siempre, esto es: más cargas al sector formal y más endeudamiento del sector público. Mayor informalidad delincuencial e informalidad laboral, aplicando infierno fiscal, burocratizando todos los trámites, cada vez más lentos, tediosos, complicados y con largas colas para conseguir algo, lo cual es generador de mayor corrupción, sumado a la multiplicación de los “incentivos perversos” a costa de los formalismos, es decir, inventarse en la función pública una serie de pasos y certificaciones, renovaciones, etc., bajo la solapada lógica de que a mayor cantidad de trámites que se crea, se tiene más ingresos para financiar sus presupuestos, para pagar al personal, para alimentar la caja chica, etc.
Una muestra de aquello (incentivos perversos), por ejemplo, en Bolivia, es el decreto supremo N°4732, concerniente al sector empresarial inmobiliario, relacionado a los contratos de venta futura, venta con reserva de propiedad u otras modalidades conocidas como preventas, de un bien inmueble de cualquier tipo, se les exigirá previamente contar obligatoriamente con la certificación del Ministerio de Justicia y Transparencia Institucional, donde verifique y mencionen que no contiene cláusulas abusivas además de una serie de parámetros (cantidad de documentos que los administrados deben presentar) para dicha certificación.
Esa certificación, difícilmente será gratis, para el administrado; y, además tendrá la demora correspondiente, cuando todo ese gasto tranquilamente puede evitarse, siendo pues el ente (Viceministerio de Defensa de los derechos y del consumidor) quien establezca y cuelgue en su página web, los modelos de cláusulas válidas para que conozcan y accedan libremente los administrados; y, únicamente cuando éstas no se encuentren previstas y/o sean manifiestamente abusivas en los contratos de los administrados pues dicho afectado recién pueda acudir directamente al referido ente estatal con la respectiva denuncia pertinente, y no así que a todos los administrados que estén en este segmento, se les obligue a pagar por certificaciones previas, aumentándoles más gastos económicos y una mayor demora en la tramitación.
No existe motivo alguno para que se cumpla aquella expresión de “pagar justos por pecadores”, a menos que sea tan sólo utilizado como un simple pretexto para mayores cargas y gastos a los administrados en beneficio del agigantado aparataje estatal.
Del mismo modo, también constituye incentivo perverso, por ejemplo, el contenido en el decreto supremo N° 4690, donde se puede advertir que las credenciales de los abogados desde el 2009 al 2012, no tienen fecha de caducidad o vencimiento, por ende, ahora se exige que absolutamente todas las credenciales sean renovadas, colocándoles fechas de caducidad, y cada renovación tiene un determinado cobro que podría oscilar entre 200 a 400 bolivianos.
La ley del ejercicio de la abogacía menciona el registro y matriculación en el Ministerio de Justicia (misma que fue bastante criticada al momento de su promulgación) pero en dicha ley, no establece que deba estar renovando todo el tiempo dichos credenciales. Solo establece la reposición, obviamente en caso de pérdida.
Al margen de que sabemos que con ese pretexto se busca mayor recaudación (hacer depósitos bancarios) cada cierto tiempo y mayor carga al administrado, ¿Cuál es el motivo, de andar renovando credencial? ¿Acaso una credencial es más que un título profesional? o ¿una credencial otorga derecho a trabajar? ¿Los abogados que no cambien hasta este 30 de junio de 2022, sus credenciales que data desde el 2009 al 2012, tendrán obstáculos en su normal desempeño laboral?
Se puede exigir estar registrado en ciudadanía digital, de eso no hay problema, pero de ahí, a que pidan y exijan renovar credencial y de no tenerlo renovado, luego no permitirán trabajar, ni obtener acceso a expedientes, etc., eso constituirá un abuso de poder y un total despropósito.
Esto (incentivos perversos) necesariamente debe cambiar en todo el aparato estatal en general (llamase Estado central, gobernaciones, alcaldías, oficinas de Derechos Reales, etc.), porque cuando los trámites por norma resultan siendo morosos y complicados, usualmente y en muchos países acaban siendo un caldo de cultivo para la corrupción. Cuando toda la maquinaria es concebida de manera compleja empiezan los sobornos por agilización, etc.
Otra modalidad más perniciosa, en cuanto al uso de fórmulas abusivas de larga data, por parte de los políticos en función de gobierno de turno en varios países, es el revanchismo y el lawfare, destruyendo la independencia de poderes, cooptando el poder judicial, y en algunos casos las cortes o tribunales constitucionales, porque eso les ofrece impunidad y, es más, no solo se protegen ellos, sino que además amedrentan y persiguen a sus enemigos políticos o rivales opositores. Eso ha venido ocurriendo repetidamente en varios países latinoamericanos.
Y lo más dañino de todo, es si se trata de “cambiar para peor”, esto es, por ejemplo: miles de millones de personas en el mundo desplazándose de un país a otro, por problemas de seguridad interna y de no poder cubrir sus necesidades básicas de subsistencia en su propio país debido a gobiernos autoritarios, corruptos y tiránicos, o por los efectos de los “cambios” climáticos, entre muchos otros factores.
Y lo peor de todo, es cuando bajo la etiqueta mundial de “cuidar el medio ambiente” se pretende sistemáticamente abolir la propiedad privada, promoviendo lo colectivo sobre el individuo, lo social sobre la libertad y la propiedad privada, el deseo de acelerar abruptamente la transición energética sin importar los efectos colaterales, la aplicación de los acuerdos internacionales como el de Escazú, la implementación del comisariato, mayor expansión del colectivismo (que considera al individuo como una circunstancia y no como un actor principal con dignidad), el permitir que los datos y la información personal de cada individuo de este mundo, sean para lucrar con ellos y manipular bajo su libre comercialización; entre otros alcances dañinos más, alentados muchas veces por la agenda globalista 2030 de la ONU (recordemos: Davos 2021, World Economic Forum 2017, entre otros más).
En otras palabras, se estaría buscando que la gente nada posea. Todo lo que sea un producto, pretenden pasarlo a ser un servicio; por consecuencia, el diseño que añoran (muchos de estos organismos) es que el “nuevo Estado” global poseerá los bienes y los proveerá como servicios.
Todos estos extremos no son buenos, pero lamentablemente a ese sendero al parecer nos estamos dirigiendo como humanidad, por culpa muchas veces de políticos mediocres y desinformados que hablan de agenda globalista 2030 como una panacea, más aún si especialmente en Sudamérica, seguimos con ese cuento de rivalidades de “izquierdas” y de “derechas”, aduciendo que la moda para la región, es que nuevamente sea copada por lo que denominan “izquierda”.
Desde la perspectiva de los administrados (es decir, de nosotros, las personas que vivimos y trabajamos en un país), lejos de que estar discutiendo ansiosos, si tal o cual personaje político es de “Derechas” o es de “Izquierdas”, lo que más nos debe importar es evitar que cada ser humano, que cada persona, que cada individuo reciba trato cruel e inhumano, por parte de los gobernantes, aplicando viejas y nuevas fórmulas de abuso de poder, vendetta política, cárcel para imponer criterios infundados, manipulación, limitación, restricción y abolición de libertades individuales, vida, integridad física y propiedad privada.
No es cuestión de repetir bobamente que la clave en este mundo es estar siempre a la moda, es decir, conforme al consenso mundial, máxime si aquel llamado consenso mundial arrastrará a las personas hacia la pérdida de sus libertades individuales y un Estado cada vez más agigantado con gobiernos más autoritarios y tiranos, donde la ética, la moral y la protección de los derechos y las garantías constitucionales, ya no importen nada, tan sólo para la pose; o, para que aparezca como texto literal en algún informe o en algún libro.
Esa coartada política de poner de moda algunas palabras cliché como “cambio” (cambio por la vida, por la felicidad, etc.), ya no deben sorprendernos a los latinoamericanos, ya han pasado muchos años para que sigamos pecando de ingenuos, a menos que voluntariamente deseáramos vivir por siempre desdichados pues tampoco es novedad que nada cambia, si antes nosotros mismos cambiamos, por cuanto, no debemos olvidar lo siguiente: “para que algo sea duradero, tenemos que dedicarle tiempo y cuidarlo mucho todos los días, no solo de vez en cuando”.
Como vemos, es el momento de entender que nada bueno trae consigo seguir con aquel mismo repertorio intolerante e intransigente de polarización hueca, fanática y dogmática de “derechas e izquierdas”, donde internamente los países viven divididos, incomprendidos entre sus propios conciudadanos y paisanos, más distraídos en mostrarnos “exitistas” frente a los demás, enfrentándonos unos a nosotros, discriminando y autodestruyéndonos por jactancias, angurria al dinero, multiplicando la corrupción, la informalidad delincuencial, la criminalidad, entre otras lacras sociales, incluso los bribones pretenden camuflarse, creyendo que con aparentar ser religiosos, académicos, intelectuales, hipócritamente dadivosos, etc., les dará un aura de ser humano ético, persona de bien, decente y pudoroso. A ese nivel de desfachatez supina se llega, buscando aprovecharse de la ignorancia de los demás.
Ningún país ha logrado el desarrollo en solitario ni lo va lograr, pues a ninguna actual potencia mundial le conviene tal situación; entonces, es menester, dar un paso hacia un pensamiento propio y constructivo en unidad como bloque Latinoamérica, desarrollar una mentalidad propia basada en la política de la neutralidad frente a las luchas o guerras de potencias (no adquirir pleitos ajenos de los gigantes mundiales), con una mayor participación del empresariado latinoamericano incentivando los talentos que se tiene por región, compartiendo conocimiento y experiencia, dejar de ser fanáticos maniqueístas ni permitir que políticos extremistas asuman el poder político para esclavizar a sus pueblos.
Para lograr ello, debemos empezar por respetarnos nosotros mismos, como países y también de forma individual como ciudadanos de este mundo, dejando de lado, aquella mala práctica entre latinos, de andar comparándonos y burlándonos de nuestras propias miserias, cada vez siendo menos civilizados, en vez de dedicarnos a trabajar, a invertir en tecnología, en hacer industria juntos entre todos los latinoamericanos, que conlleven a consolidar una marca latinoamericana fuerte.
Si no existe ese respeto y transformación de mentalidad, como país, seguiremos en ese ridículo círculo vicioso de contiendas internas, perdiendo el tiempo, dejándonos manipular y distraer, mediante los entretenimientos carentes de dominio propio (sedados viendo durante casi todo el día los reality shows emocionantes, siguiendo casi todo el día, a youtubers, tiktokers, etc.), autolesionándonos, atestándonos de fraudes, engañándonos, empobreciéndonos, llenándonos de gente “exitista” sin importar los valores éticos morales, desperdiciando y no produciendo “gente de valor”, que eso es lo que requiere todo país y todo continente en este mundo, para mejorar y salir de su histórico letargo y retraso.
En ese sentido, deberíamos ser más pragmáticos, recoger lo mejor de cada modelo, sin descender en los extremos, esto es, tomar lo mejor del capitalismo para generar riquezas, hacer crecer nuestra economía, invertir en innovación, industria y tecnología, hacer negocios formales con todo el mundo, creando la “marca calidad Latinoamérica” para exportar a los demás continentes, etc.; y, por el otro lado, mayor solidaridad, evitar las élites privilegiadas; soslayar de que no existan muchas cifras macroeconómicas pero escasas e insuficientes cifras microeconómicas; respetar las leyes pero sin caer en un estatismo autoritario dictatorial y mafioso, basados siempre en la ética pública, profesional, individual, el trabajo honesto y el respeto de los Derechos Humanos. Menos politiquería y más gestión empresarial de calidad con transparencia, libertad, integridad, respeto a la propiedad privada y unidad como bloque latinoamericano.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo