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Todos recordamos la rabieta que se hizo dar García Linera cuando el resultado de una encuesta de hogares informó ingenuamente que la mayoría de los bolivianos se consideraban mestizos. El entonces vicepresidente reaccionó furiosamente y escribió un opúsculo titulado “Identidad Nacional: nación, mestizaje y plurinacionalidad” en que luego de elucubraciones confusas y forzadas, tergiversaciones y (como siempre) medias verdades científicas, terminó aseverando que en el país “unos son bolivianos aymaras, otros bolivianos quechuas, bolivianos guaraníes, bolivianos moxeños, trinitarios, urus etc. y otros simplemente bolivianos” (p.47). El simplemente bolivianos borraba de un plumazo esa inmensa proporción de ciudadanos que se identifican como mestizos a través de una mirada nacional y no racial. “El mestizaje es un etnocidio y el resultado es un Estado monocultural confrontado con el resto de la sociedad pluri-cultural” afirmaba como conclusión (p.75). En el fondo lo que el autor defendía de manera tan grotesca era la posición oficial según la cual Bolivia era un Estado de indígenas y campesinos, y todo el que no poseyera esas características culturales era “simplemente boliviano” sin ninguna identidad, un paria en el concierto de las razas que el régimen manipulaba a su regalado antojo, es más, se trataba de etnocidas, criminales guiados por un racismo cegador.
Esta lectura de lo que es Bolivia, y la idea de que borrando la existencia de los mestizos el régimen había logrado trastocar la realidad, imaginar un país justo a la talla de sus pretensiones fascistas (el fascismo construye Estados sobre el concepto de raza), le pasó una carísima factura cuando el 2019 casi cinco millones de mestizos lo obligaron a fugar cobardemente. Es posible que en ese dramático momento le hubieran pesado en el alma las ensoñaciones de su vicepresidente, lo evidente es que la imagen, el cálculo político, la ceguera ideológica o los intereses materiales que subyacen a ciertos estrategas, nunca logran cambiar la realidad ni imponer pictogramas producto de sus delirios mórbidos. El obtuso imaginario de Linera y compañía lo único que logró fue terminar de hundir el barco del Evismo y seguramente un gran problema al ingenuo funcionario del INE que se animó a publicar una verdad demográfica que contradecía todo el imaginario ideológico del MAS y sus acólitos.
He iniciado este breve artículo con la intención de mostrar los alcances políticos e ideológicos que tienen los resultados censales, de hecho, más allá de sus consecuencias demográficas y económicas, los censos son poderosos instrumentos metodológicos que permiten identificar el curso y las dinámicas que muestran las fuerzas sociales y su efecto político e ideológico, las posibilidades que determinados estratos ciudadanos tienen de acceder al poder, lograr representación y participación en el Estado e influir en el curso de la historia.
Así como García Linera derivó de la cifra estadística en torno al mestizaje toda una concepción racial del país, cualquier resultado censal puede dar curso a una imagen y una narrativa política e ideológica cuyo efecto va mucho más allá de las frecuencias y distribuciones cuantitativas. Los censos son uno de los recursos más preciados cuando se trata de prospectar las tendencias que una sociedad muestra en un determinado momento, sus posibilidades de alianza entre clases o segmentos sociales con intereses comunes, sus objetivos de corto, mediano y largo plazo y las posibilidades reales que poseen si se plantearan tomar el poder.
Este potencial que tienen los datos censales es el que permite imaginar un Estado, diseñarlo, manipular el curso de los hechos históricos (por eso el INE es una caja de Pandora), implementar políticas económicas, culturales, sociales etc., bloquear el desarrollo de aquellos sectores que son considerados ideológicamente antagónicos hasta lograr su debilitamiento o su desaparición. Con los resultados censales se establecen los criterios por los cuales la sociedad se hace selectiva, se facilita identificar el tipo de efectos que una medida puede generar en la sociedad, permite la selección de los aliados y la represión selectiva de los opositores sin riesgo de afectar la gestión gubernamental, o legitimar un grupo social y dotarlo de derechos, como en el caso de los interculturales transformados en delincuentes avasalladores.
La lucha por el censo en el tiempo correcto y la calidad requerida, es ante todo una batalla política, un momento en que la dictadura masista puede obtener todos los insumos para inventar un país que no existe, y tratar de hacernos creer (como con lo del golpe) lo que no es, o lo que nunca podrá ser.