El desalentador panorama político argentino pese a la inminente condena a CFK
La vicepresidente argentina hizo una improvisada aparición pública donde volvió a victimizarse. La ayuda una oposición que se conforma con declaraciones en los medios
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Por Marcelo Duclos1
“Que se suturen el orto”. Eso decía Cristina Fernández de Kirchner sobre el Partido Justicialista en uno de los audios obtenidos en sus causas judiciales. “Acá nunca le dimos bola al partido”, comentaba a su mano derecha, Oscar Parrilli, en otro segmento. Ahora, cercada y al borde de su primera condena por corrupción, CFK no deja de mencionar al peronismo. Parece una fanática. Ya no menciona al Frente de Todos, al kirchnerismo y hasta evita mencionar la supuesta persecución en su contra. Desde que el fiscal Diego Luciani pidió 12 años de prisión y la devolución de mil millones de dólares, la vicepresidente argentina insiste hasta el cansancio que todo es una operación “contra el peronismo”. Es evidente que se siente vulnerable.
Más allá del circo que se vive por estas horas en el barrio de Recoleta (y que sufren los vecinos de la zona), vale analizar la propuesta de fondo del kirchnerismo detrás de todo esto: sin argumentos en la causa judicial, plantean modificar la estructura legal argentina por completo. Ante la vigencia de una supuesta “justicia macrista” (que la ha sobreseído en diferentes causas, algunas de manera bochornosa) CFK y su espacio buscan plantear, no su inocencia, ya que ni se animan a manifestarla, sino otro esquema de derecho: el que pone más gente en la calle tiene razón. Entonces, si un puñado de miles de personas se manifiesta en favor de Cristina en la puerta de su casa, para el kirchnerismo eso es la voz del pueblo y debería garantizar su libertad, como también su derecho a presentarse en elecciones. Argumentan que la quieren proscribir, como se proscribió al peronismo en los cincuenta. Pero la realidad es muy distinta. Cualquier ciudadano condenado por corrupción, cuando se queda sin instancias de apelación, pierde este derecho, como su libertad. No es persecución, es sentido común. Y no es contra ella, como pretenden plantearlo.
Cabe destacar que, si el “antikirchnerismo” se llegara a manifestar en las calles, el número sería muy superior a las convocatorias que se dan por estas horas en las inmediaciones de Juncal y Uruguay. Aunque las fotos aéreas de las esquinas de Recoleta parezcan mostrar una enormidad de manifestantes, lo cierto es que son planos mucho más pensados y producidos que el del órgano viril de un actor porno. Para el que no conoce el barrio en cuestión, se trata de una intersección de calles angostas, donde cientos de personas ya dan la impresión de multitud. Sin embargo, no sería prudente convocar a una contramarcha, para demostrar que son minoría, ya que se estaría convalidando la insólita teoría del nuevo derecho kirchnerista, donde “gana” el que tiene “más aguante” y toca más fuerte el bombo.
La Argentina sensata debe mantener la calma, dejar actuar a la justicia y alejarse de la desesperada invitación kirchnerista de que la razón la tiene “la calle”. Igualmente, no son pocos los que se preguntan si no es momento de salir, para recordarles que, aunque no tenga nada que ver con las causas, siguen siendo absoluta minoría.
Vale reconocer que, si de números hablamos, Cristina tiene un argumento a favor. El 8 de noviembre de 2012 se vivió en todo el país (y en varias ciudades del exterior) una de las manifestaciones más masivas de la historia argentina. Cientos de miles de personas salieron a la calle a decirle al kirchnerismo que se guardara su propuesta de reforma constitucional, como afortunadamente ocurrió. Sin embargo, hay que destacar que, el año anterior, CFK se había impuesto en las elecciones presidenciales en primera vuelta con 54 % de los votos, sin un opositor consolidado que pudiera darle la batalla.
Aunque todo el antikirchnerismo sea ampliamente mayoritario al kirchnerismo, Cristina sigue siendo la dirigente política que tiene un núcleo más duro. Según las encuestas, éste giraría en torno al 30 %. En la última elección, ese porcentual (que le perdona cualquier cosa), consiguió con la promesa de un Alberto Fernández moderado y una CFK semi-escondida en la candidatura a vice luego del fracaso económico de Macri, 18 % más para imponerse también en primera vuelta.
Hoy, el desastre de la economía se les achaca a ellos. Y cuando el ajuste en las tarifas de energía empiece a calar hondo, el enojo será todavía mayor. A un año de las próximas elecciones, nada parecería indicar que el peronismo (todavía con el kirchnerismo liderando), pueda volver a imponerse en una primera vuelta. Tampoco hay ningún indicio de que pueda ganar en un balotaje. Sin embargo, cuando uno mira a la oposición, el panorama no es muy alentador.
Sacando a Javier Milei, a Ricardo López Murphy y a José Luis Espert, ningún dirigente político tiene la claridad conceptual para llevar a cabo el programa de reformas que Argentina necesita para dejar atrás definitivamente al kirchnerismo y al atraso. Y cuando uno mira la primera plana de la principal coalición opositora, Juntos por el Cambio, dan ganas de irse a comer un choripán con los manifestantes kirchneristas. La Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica no comprenden absolutamente nada de la problemática económica y, como si fuera poco, son ideológicamente partidarios del Estado grande que lleva a una tragedia como la del kirchnerismo. Y en el PRO, uno de los principales candidatos (el intendente capitalino, Horacio Rodríguez Larreta) personifica una amenaza a la libertad individual, en muchos casos más seria a la del kirchnerismo. No hace mucho tiempo, el jefe de Gobierno (que solamente se rige por las encuestas), emitió un protocolo durante la cuarentena para que los encargados de los edificios denuncien a los propietarios de los departamentos que reciban visitas durante la pandemia. El peronismo, aunque destroza la macroeconomía, jamás se metió en serio contra el mercado informal, porque podrán ser chorros, pero no estúpidos. Larreta, con la macro arruinada por el kirchnerismo, manda a confiscar con sus inspectores y la policía a los que se quieren ganar la vida vendiendo sándwiches de salame en la calle. Aunque Mauricio Macri o Patricia Bullrich hagan un diagnóstico claro sobre la situación, la coalición a la que pertenecen es un cocoliche. Y si llega a imponerse alguno de ellos en las primarias, deberá gobernar una vez más en un frente socialistoide. El espacio político de la ley de alquileres, la ley de góndolas, la asignación universal por hijo y otros tantos delirios que ni el peronismo se animó a impulsar.
Ante un kirchnerismo que pretende asociar manifestaciones populares con legitimidad, lo ideal sería que la oposición ya tenga un referente, con el programa necesario para revertir la decadencia. Esto por ahora, brilla por su ausencia. Milei sigue caminando en soledad, López Murphy está en la misma coalición que Margarita Stolbizer y Roy Cortina; y Espert competirá seguramente en la provincia de Buenos Aires. Los tres tienen sus razones, pero sería más auspicioso verlos juntos en el mismo frente y liderando las encuestas.
Por lo tanto, mientras Cristina propone la barbarie como modelo y resolución de conflictos, lo único que queda es esperar que la justicia haga lo suyo. Porque la oposición en su conjunto, por ahora, parece no comprender ni la gravedad de los hechos ni los desafíos a futuro. Por eso se conforman con la noticia en los medios del testimonial pedido de juicio político contra el presidente, por las barrabasadas que dice.
Cristina Kirchner no podrá evitar su merecida condena por corrupción, pero, seguramente, hasta el día que se muera, será la persona más gravitante de la política argentina. Quedará en la opinión de cada uno si eso habla de sus méritos o del desastre que somos todos los demás. Los que ponemos el acento en esto último escuchamos con resignación los bombos de los energúmenos que le dicen a una líder millonaria, que no se quiere ensuciar las manos tocándolos, que son sus “pibes para la liberación”.
1Nació en Buenos Aires en 1981, estudió periodismo en Taller Escuela Agencia y realizó la maestría de Ciencias Políticas y Economía en Eseade. Es columnista de opinión invitado de Perfil, Infobae y músico.
*Este artículo fue publicado originalmente en panampost.com el 29 de agosto de 2022