OpiniónEconomía

El desplome de los mercados financieros

Manuel Sánchez González considera que el escenario más probable es aquel de una estanflación global debido a la política monetaria demasiado acomodaticia de los principales bancos centrales.

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Por Manuel Sánchez González1

Durante los primeros nueve meses de 2022, la mayoría de los mercados financieros en el mundo mostró un desempeño negativo.

En especial, los precios de gran parte de los instrumentos de deuda descendieron fuertemente. Dada la relación inversa con los rendimientos, tal evolución se tradujo en un incremento significativo de las tasas de interés de mercado.

Por su importancia en las economías, sobresale el desplazamiento al alza de las curvas de rendimiento de los bonos gubernamentales, que relacionan las tasas de interés con los diferentes horizontes de tiempo. En una situación “normal”, esta curva posee una pendiente positiva, es decir, a mayor plazo, más caro resulta el endeudamiento.

En algunos casos, el incremento de las tasas de interés para vencimientos más cercanos superó a las de vencimientos lejanos, a tal grado que la mencionada curva “se invirtió”, es decir, llegó a costar más endeudarse a corto que a largo plazo. Por ejemplo, a finales del tercer trimestre de 2022, la diferencia entre las tasas de interés de los bonos del Tesoro de Estados Unidos a diez y dos años fue -0.41 por ciento.

La presión en el costo de financiamiento se extendió a los instrumentos dirigidos al sector privado, incluyendo los bonos y el crédito bancario, entre otros.

Al mismo tiempo, los índices de la mayoría de los mercados accionarios se desplomaron. La caída de las cotizaciones en las bolsas de valores fue amplia, lo cual abarcó a importantes instituciones financieras.

Asimismo, se incrementó el costo de protección ante el riesgo de incumplimiento de los compromisos de deuda, mediante los instrumentos conocidos como credit default swaps (CDS). El encarecimiento de esos instrumentos resultó mayor para ciertos bancos europeos, gobiernos de economías emergentes y empresas estatales, como, en el caso de México, Pemex.

Finalmente, casi todas las principales monedas se depreciaron frente al dólar estadounidense. Entre las naciones desarrolladas, destacaron, por su relativa debilidad monetaria, en orden descendente, el yen japonés, la libra esterlina y el euro. En América Latina, el real brasileño y el peso mexicano se apreciaron ligeramente.

En términos generales, la desfavorable evolución financiera parece reflejar la previsión de un ambiente de estanflación global, es decir, la combinación de elevada inflación y bajo crecimiento económico en muchos países.

Tres factores podrían estar contribuyendo a ese entorno. El primero consiste en la subestimación inicial de los peligros de inflación por parte de la mayoría de los bancos centrales, manifestada en un diagnóstico incorrecto de que ésta sería pasajera, así como en la prevalencia de posturas monetarias extremadamente acomodaticias, a pesar de un crecimiento inusitado en el nivel general de los precios.

La complacencia de los institutos centrales ha propiciado un aumento de las expectativas de inflación, lo cual ha contribuido al alza de las tasas de interés de mercado.

En segundo lugar, después de un período de inacción, las autoridades monetarias se han visto forzadas a responder de forma acelerada a la inflación, mediante incrementos, cada vez mayores, en sus tasas de interés de referencia. Es posible que el rezago de esta reacción vaya a conducir a la necesidad de un apretamiento mayor al que hubiera ocurrido con una estrategia preventiva.

En consecuencia, la restricción monetaria requerida para abatir la inflación, junto con las limitaciones de oferta derivadas, entre otras razones, de la invasión rusa en Ucrania y las políticas de confinamiento sanitario en China, apoyan las perspectivas de recesión.

En tercer lugar, la incertidumbre respecto al tiempo y las medidas que tomará el control inflacionario ha provocado una recomposición de los portafolios a favor de activos considerados “seguros”. Ello ha implicado ventas masivas de bonos y acciones hacia posiciones menos riesgosas, deprimiendo los precios de esos instrumentos.

Una vez más, la búsqueda de “seguridad” ha beneficiado al dólar. Su atractivo proviene del carácter de reserva monetaria mundial, que ha subsistido incluso cuando Estados Unidos ha sido el epicentro de los problemas, como en la gran crisis financiera global de 2007-2008.

La apreciación generalizada del dólar obedece a dos elementos adicionales: por una parte, a pesar del atraso de la respuesta, el Banco de la Reserva Federal ha liderado los ajustes monetarios de los países desarrollados; y, por otra, la economía estadounidense ha mostrado mayor resiliencia que el resto de las avanzadas.

La recuperación duradera de los mercados financieros está condicionada al éxito de los bancos centrales en controlar la inflación. La falta de compromiso por la estabilidad de los precios sólo prolongaría la estanflación.


1es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (Fondo de Cultura Económica, 2006).

*Este artículo fue publicado en elcato.org el 06 de octubre de 2022

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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