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Evo Morales adelantó su postulación a la presidencia en el 2025, sin esperar a lo que dictamine el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP), que podría fallar en contra de las reelecciones infinitas, en este caso no consecutivas, cerrándole el paso a sus pretensiones.
Sus seguidores ya anunciaron que, de asumir tal tesitura el TCP, “moverán el hormiguero” con bloqueos a nivel nacional. Pero es posible que esto quede en una simple bravata, vista la disminución del potencial de movilización del evismo, como quedó patente a inicios de este mes.
Que nadie lo dude: de retornar a la presidencia, Evo Morales llevaría el autoritarismo en Bolivia a los mismos niveles que rigen en Nicaragua con el dictador Daniel Ortega. Con su radicalismo y ansias revanchistas, Morales sigue siendo el enemigo número 1 de la república.
La extrema izquierda encarnada en Morales representa el principal obstáculo para una relativa normalización y para la reconstrucción de la capacidad de hacer acuerdos sistémicos entre los actores políticos, económicos y sociales. Es el bloqueo institucional en su máxima expresión.
La “estrella del evismo” debe apagarse políticamente, para que el proceso boliviano pueda pasar a otra fase histórica, con nuevos realineamientos y dicotomías.
En este contexto, es extraño que una parte de la oposición haya hecho causa común con el evismo en el Parlamento, obstruyendo un proyecto de ley que busca hacer imprescriptibles los abusos sexuales contra menores de edad, algo que en cierto momento podría complicar al ex presidente, dadas las múltiples denuncias que existen en su contra.
El razonamiento de cortas miras declarado por los obstruccionistas dice que no aprobarán ninguna ley hasta que no se devuelva a los legisladores la capacidad de censura sobre los ministros. Lo que tal vez esté en el verdadero trasfondo es el temor de otro ex presidente a que una inhabilitación de Morales por el TCP también lo alcance jurídicamente.
Frente a estos extravíos y coincidencias tácitas entre viejos actores políticos, se vio algo muy distinto en la inauguración de la Feria Exposición de Santa Cruz, donde el presidente de Cainco, Jean-Pierre Antelo, habló de una “revolución de la producción y el diálogo”, mientras que el presidente Luis Arce tendió puentes con el empresariado cruceño.
Cierto que lo hizo mezclando lo razonable, como la apertura a la biotecnología, con promesas de elefantes blancos y apelaciones al obsoleto modelo de sustitución de importaciones. Aún así, el cambio de tono fue notorio.
Habrá que precisar que, si los caminos del diálogo se abren, no sólo deberán referirse a lo económico, sino también a un mejoramiento en los estándares de los derechos humanos en el país.
Para que estas posibilidades se concreten, tendrá que darse el crepúsculo de la “estrella evista” en el horizonte de la política boliviana.