Opinión

El etnocentrismo y la conquista del poder total

Hugo Carvajal Donoso

Sociólogo. Vicepresidente de ACADEMIA

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El mural ubicado en la testera del hemiciclo del nuevo edificio de la Asamblea Legislativa, es la expresión más nítida de la involución política y democrática  a la que nos encamina el MAS-IPSP. La simbología del mural, solo representa a una de las varias culturas que se encuentran dentro del territorio nacional, ignora a las demás y desprecia la posibilidad de un acuerdo nacional. El trillado discurso del Estado Plurinacional queda reducido al papel, se manifiesta como el pretexto de un relato que nunca constituyó parte esencial del pensamiento “masista”.

El MAS nunca fue un movimiento articulador e integrador de la diversidad pluricultural del país. Decidió superar el constreñido mensaje del “Kawsachun coca”, para adoptar desde el 2002 una postura “etnopopulista”, guiado por intelectuales de una izquierda tradicional fracasada, que encuentra la oportunidad de redimirse de sus constantes derrotas electorales, y decide montarse en la  ola del creciente descontento ciudadano hacia los partidos políticos y las insuficientes políticas económicas. Al no  conquistar con su ideología el  poder, pasaron a instrumentalizar el anhelo identitario de un sector importante de la sociedad, que no se sentía debidamente incluida en las instituciones y los espacios delineados por los actores de la  “democracia pactada”. 

El masismo aprovechó esta oportunidad para constituirse en el núcleo que impulsa la expansión del ideario político —no necesariamente ideológico— de identidad étnica. Ahora vuelve a rentabilizar este discurso a pesar que sus actos están muy alejados de lo que dicen postular. Decide adoptar el ropaje “multiculturalista, porque aborrece la asimilación, el intercambio, la hibridación, el mestizaje”. Retoma un “etnocentrismo” agresivo y resuelve mirar Bolivia primordialmente desde la puerta del sol de Tiahuanaco.

Por el momento conviven en el MAS la visión instrumentalista encarnada en el cacique cocalero del Chapare, que busca desesperadamente un rol político para no quedar a la intemperie y a expensas de que lo devoren sus enemigos. La visión es la  fundamentalista/integrista étnica expresada por el vicepresidente Choquehuanca, desea dejar atrás la era republicana, instalar “iconos de una nueva era”, y “abrir —en el nuevo edificio— un espacio para el pensamiento descolonizado”. Choquehuanca necesita tiempo para avanzar, para expandir el mensaje de la “identidad étnica”, sabe perfectamente que el tiempo es su aliado y se encargará de desgastar a los actores inescrupulosos y corruptos del evismo. Esto explica porque permanecen juntos “el hambre con las ganas de comer”.

No es la primera vez que se instala en el país el ansiado objetivo de levantar un poder absoluto. Fue el anhelo de muchos gobernantes y partidos políticos, persiguieron la ocupación total del Estado. Esta vez reactivan la política de desplazamientos migratorios,  no con la finalidad de promover la producción agropecuaria, los mueve el interés de desestructurar el tejido social y productivo del oriente boliviano promoviendo también la radicalidad de “identidad étnica” en asentamientos migratorios anteriores. Buscan aislar a las elites en las ciudades más importantes, tal como sobrevino con el asentamiento de población rural en El Alto y el cerco natural de la ciudad de La Paz. Tal como aconteció con los valles altos y el Chapare con la ciudad de Cochabamba. No fue fortuito, viene planificándose desde las dos últimas décadas del siglo pasado, y las circunstancias permitieron que empiece a ejecutarse desde el año 2000.

 No visualizar seriamente este proyecto “etnocentrista” expansivo, es no entender la lógica de  manipulación del discurso identitario. Es ineludible construir un mensaje alternativo, salir de la oposición reactiva y sin ideas aglutinadoras/atractivas.  La propuesta a elaborar debe basarse en una nueva mirada del ser nacional, de un desarrollo de ciudadanía. Hay que recuperar la visión de “identidad cultural” para contraponerla a la mirada reduccionista de “identidad étnica” promovida por el masismo.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Hugo Carvajal Donoso

Sociólogo. Vicepresidente de ACADEMIA

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