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Hace unos días escuché una afirmación que me parece totalmente pertinente y que la parafraseo: un país sin estadísticas no puede implementar políticas públicas.
Coincido que la política económica requiere el conocimiento de la situación que se desea cambiar, porque en esencia es cualquier intervención estatal para modificar el rumbo de una variable económica que no coincide con la situación deseada.
Resalto este aspecto porque no fue hasta el pasado 9 de mayo que recién supimos por intermedio del presidente que el país creció 3,5% en 2022, con un retraso de más de 40 días. O que la inflación acumulada hasta abril fue casi nula, cinco días después de lo programado en el calendario estadístico.
Al presente ya deberíamos tener el estimador mensual de actividad (o IGAE) al mes de febrero de este año. Y es curioso que no tengamos la información de comercio exterior al mes de marzo, pese a que estaba programado para el último día de abril.
Si Bolivia estuviese en crisis o en auge a inicios de este año no lo sabemos porque no existe oportunamente la información estadística.
Una situación similar pasa en el ámbito de otras instancias como el Banco Central, una entidad a la que aprecio por los años que me brindó para el servicio profesional.
Es inconcebible que no tengamos estadísticas públicas sobre las reservas internacionales en medio de un ataque especulativo (compra súbita de divisas por fines de mercado) y una eventual crisis de balanza de pagos (alta tensión en el régimen cambiario).
Los boletines estadísticos usuales del ente emisor sólo muestran datos o a junio o a septiembre de 2022 y en algunos casos de 2021. De hecho, ya no se publican los vencimientos futuros de deuda externa desde mediados de 2021.
Se señala que los “especuladores” (en el sentido de rumor) no están informados de la situación. Pero ellos tienen un gran punto a su favor para continuar haciéndolo: no existe información y, por tanto, sólo queda conjeturar con lo que está pasando al país.
También se desaprovechan oportunidades únicas para contar con información útil para políticas públicas. Por ejemplo, lo acontecido en el mercado cambiario debiese dar origen a tener información sobre el mercado paralelo de divisas.
Haciendo una analogía con el duelo, necesitamos pasar de la etapa de negación a la aceptación porque sabremos que el ataque especulativo ha cesado cuando la brecha cambiaria (o la diferencia entre el precio oficial y paralelo) sea nula.
Pero si en lugar de eso se vuelve delictuoso el cambio de monedas, la especulación (entendida en los dos sentidos de compra compulsiva de divisas y de acrecentamiento de rumores) es mayor y no cesará hasta que las personas tengan una idea clara de lo que pasó y lo que está sucediendo.
No hagamos que una crisis de liquidez en el sector externo se transmita genuinamente a otros ámbitos por falta de información oportuna y creíble porque dará lugar a otras opciones como se vio en otros países.
Por ejemplo, en Argentina se activó el mecanismo de “Mil millones de precios” (One billion prices) desde el Instituto Tecnológico de Massachusets o MIT frente a la falta de divulgación de datos y la baja credibilidad que tuvo el Indec (o INE de Argentina).
Estoy consciente de que la información estadística puede ser mal utilizada. Por ejemplo cuando hubo el alza de la inflación entre 2007 y 2008 existió coincidencia con el cambio de año base del IPC dando lugar al rumor infundado de que los precios se manipularon, lo cual no era cierto. Pero aún así, no se dejó de publicar la información y la inflación cesó.
Se puede criticar al Gobierno transitorio por varios motivos, pero también se debe reconocer que publicó oportuna y detalladamente las estadísticas pese a las malas noticias que transmitían.
Es mejor enmendar esta situación de oscurantismo estadístico antes de que la publicación no sea creíble porque, dada la situación, su difusión tardía haría que hasta lo cierto se haga dudoso. No es correcto ocultar la verdad por dolorosa que ésta sea.