El Gran Apagón
Lorenzo Bernaldo de Quirós considera que España carece de un marco institucional y regulatorio que haría posible un sistema eléctrico eficiente y, más bien, adolece de un sistema sumamente intervenido.
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El 28 de abril de 2025 pasará al Güinnes de los Récords como el año en el cual España tuvo el mayor apagón eléctrico experimentando por un país del Primer Mundo desde comienzos del Siglo XX hasta la fecha. En el número de personas afectadas y en su duración sólo se le acerca, aunque de lejos, el acaecido en el Noreste de los Estados Unidos y partes de Canadá en 1965. Los daños económicos suponen un 0,1 por 100 del PIB y la pregunta que se plantea es doble: ¿Qué ha sucedido? ¿Puede volver a ocurrir? Para responder a ambas cuestiones es útil comenzar con una breve excursión histórica.
En los sistema eléctricos tradicionales, dominados por los generadores convencionales (carbón, gas, hidráulica y nuclear), las perturbaciones, incluso las originadas por condiciones climáticas severas e inesperadas, eran absorbidas y suavizadas por la inercia física del sistema. Ésta se transmite a la red eléctrica, evitando o reduciendo el riesgo de que la frecuencia se reduzca o aumente de manera sustancial causando inestabilidad en el sistema y, en el extremo, apagones o daños en infraestructuras críticas. Las grandes plantas de generación actuaban a modo amortiguador cuando se producían cambios rápidos de frecuencia, lo que ayudaba a estabilizar aquél. En un modelo dominado por paneles solares y turbinas eólicas esto no ocurre.
Los paneles solares no producen rotación mecánica y la energía eólica proporciona escasa fuerza estabilizadora ante la emergencia de un shock. Siguen la frecuencia de la red en vez de resistirla. Por eso, cuando el 28 de abril, una perturbación, póngase X, afectó a la red eléctrica española, había muy pocas tecnologías con inercia para solucionar el problema. La causa del apagón no fue el clima ni obviamente un ciberataque realizado por potencias maléficas, sino la fragilidad estructural derivada de la fuerte dependencia de las energías renovables sin suficiente respaldo. Esto convirtió el shock en una crisis sistémica.
Como un buen número de expertos ha señalado, cinco minutos antes del apagón, la red eléctrica patria operaba en condiciones extremadamente inusuales y peligrosas. La energía solar fotovoltaica, la solar térmica y la eólicasuperaban el 70% de la generación total. La nuclear aportaba un 10,53%, la hidráulica un 9,86%, la cogeneración un 4,22% y los ciclos combinados alrededor del 3%. Esto significa que no había generación despachable y rotativa en funcionamiento, no había inercia, la propiedad física que resiste los cambios repentinos de frecuencia y ha garantizado durante casi un siglo la estabilidad de los sistemas eléctricos. En otras palabras, las mix energética que se ha creado en España, basada en el predominio de las renovables, no es a día de hoy capaz de ofrecer seguridad-estabilidad.
Lo sorprendente es que los acontecimientos del pasado 28 de abril sorprendan. Desde hace mucho tiempo, expertos y empresas del sector energético han avisado una y otra vez de la vulnerabilidad de un modelo como el patrocinado e impulsado por el Gobierno español. En 2017, el European Network of Transmission System Operators for Electricity(ENTSO-E) publicó un detallado informe en el cual alertaba sobre los riesgos de un sistema como el que se está implantando en España y señalaba que provocaría mayores frecuencias y perturbaciones más rápidas. El texto del ENTSO-E concluía que el peligro de que se produjesen fallos en cascada se dispararía a menos que los Gobiernos realizasen cuantiosas inversiones en el almacenacimiento de inercia sintética a gran escala, equipos de sincronización y de una gestión más inteligente de la red en tiempo real.
El apagón plantea una interrogación: ¿Debe transitar España hacia un modelo en el que el 81% de la electricidad sea renovable en 2030 sin incurrir en altos riesgos? ¿Puede depender de energías intermitentes y, en la actualidad, sin capacidad de ser almacenadas en el volumen necesario para hacer frente a las necesidades de una economía moderna y a un coste económico razonable? La respuesta es negativa tanto por razones técnicas como financieras. Quizá, en un futuro más lejano sea posible lograr ese objetivo y la evolución-innovación tecnológica lo permita, pero en un lustro es una aventura cuyas consecuencias acaban de percibirse con una extraordinaria nitidez.
El modelo energético del Gobierno es un ejemplo de manual de un conflicto típico de la izquierda: la incompatibilidad entre sus designios ideológicos y la realidad. La creación de un sistema eléctrico eficiente supone la implantación de un marco institucional y regulatorio que lo haga posible y, básico, un mercado competitivo en el que el mecanismo de los precios asigne los recursos y, por ende, promueva la innovación. España no tiene eso, sino un sistema hiper intervenido y con los rasgos y las deficiencias clásicas y conocidas de las antiguas economías de planificación central.
El sistemático castigo gubernamental a los productores de energías convencionales y la miríada de subvenciones a las renovables han distorsionado de manera dramática el funcionamiento del mercado y, por añadidura, han puesto en una situación muy inquietante la seguridad y la estabilidad del sistema. Si, como es obvio, es imposible conseguir esas metas sin energías de base y de respaldo sólidas (hidraúlica, nuclear, gas), es absurdo penalizarlas fiscal y regulatoriamente incluso si se aspira, como hace la coalición gubernamental. a configurar un sistema con hegemonía renovable porque, como se ha comprobado, éste es insostenible sin aquellas. Y, todo, parece que Red Eléctrica cuyos técnicos son excelentes no podría haber permitido que se llegase a la situación a la que se ha llegado sin interferencias políticas.
Si no se modifica la estrategia energética puesta en marcha por el Ejecutivo social comunista, volverán a repetirse con menor o igual intensidad episodios como el del 28 de abril. El Gran Apagón ha sido, como comentó en un magnifico articulo Rubén Manso, un descomunal fallo de Estado y una moción de censura de la realidad a la política gubernamental en esta materia.