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Por Roberto Cachanosky1
Uno de los tantos caballitos de batalla que tiene el Gobierno para justificar el fracaso de su gestión, es la herencia de la deuda que tomó el gobierno de Mauricio Macri con el FMI, cuando se produjo el estallido de la burbuja de las Lebac, en abril de 2018, tema sobre el cual insistí hasta el cansancio en que iba a terminar mal.
En rigor el grueso de la deuda que, a las apuradas, contrajo el gobierno de Cambiemos fue destinado a cancelar bonos que vencían. Para eso tomó crédito con el FMI a una tasa más baja con el propósito de intentar no caer en default, pero finalmente ocurrió con el bautizado “reperfilamiento” de la deuda pública sobre el final de la presidencia de Mauricio Macri.
Otra parte de la deuda que tomó Cambiemos fue para financiar obras públicas y cubrir el déficit fiscal, algo que no es recomendado, en particular para países como la Argentina.
Un ejemplo: una familia no debería tomar deuda para refaccionar su casa en momentos en que no le alcanzan los ingresos para llegar a fin de mes, porque llegado el momento no podrá pagar el préstamo que recibió del banco y, la entidad puede rematarle la propiedad para cobrar.
Llevado al caso de un país, tomar deuda para hacer obras públicas cuando se tiene déficit fiscal es un error que se termina pagando caro. Lo que puede hacerse es convocar al sector privado para llevar adelante esas obras y cobrar peajes o tarifas por el uso de las obras una vez terminadas, de modo de obtener la fuente para el repago.
Pero a pesar de este error, el kirchnerismo no debería abrir la boca sobre el tema de la deuda pública, porque este gobierno se ha endeudado más que el de Cambiemos y no fue justamente para hacer rutas o mejorar la infraestructura del país.
Fuente: Elaboración propia con datos de la Secretaría de Finanzas y del BCRA
Considerando la deuda del Banco Central en Letras, Leliq, y operaciones de pases netos, el gobierno de Mauricio Macri recibió un stock de compromisos por el equivalente a USD 252.553 millones y terminó con un saldo de USD 331.366 millones, es decir se endeudó en términos netos en USD 78.813 millones, al cabo de 4 años de gestión.
En tanto, hasta octubre último el cuarto gobierno kirchnerista hizo aumentar la deuda en USD 110.065 millones, a USD 441.431 millones, la cual se desagrega en USD 384.108 millones a cargo de la Administración Central y USD 57.323 millones del BCRA con el sistema financiero.
La deuda del BCRA era al final del gobierno de Macri equivalente a USD 18.067 millones, y aumentó en USD 39.256 millones en casi 3 años de la presidencia de Alberto Fernández.
Tomando ambas deudas, la del Tesoro Nacional y la del Central que es impagable, mientras el gobierno de Cambiemos se endeudó a una velocidad de USD 1.642 millones por mes; el del Frente de Todos lo está siendo a un ritmo de USD 3.145 millones por mes, es decir un 91,5% más rápido.
Incluso, en el hipotético caso que a partir de este mes de diciembre el kirchnerismo dejara de tomar deuda, ya tendría acumulado un incremento en tres años mayor que al que tuvo el presidente anterior en sus 4 años de gestión.
Y además de hacer crecer la deuda a mayor ritmo, el Gobierno pone cepos y demás medidas de controles de cambio que han llevado a que el BCRA agonice con su limitada posición de reservas en divisas, a pesar de haber registrado exportaciones récord de los complejos sojeros y cerealeros.
Sin embargo, no falta algún kirchnerista que sostenga que la deuda que coloca el gobierno es en pesos, como si fuera una diferencia tan importante que endeudarse en pesos, en particular cuando genera atraso cambiario. Veamos:
Tipo de instrumento
En primer lugar, la mayor parte de la deuda en pesos está en bonos ajustables por inflación, por el dólar o por una combinación de ambos, con lo cual no es “licuable”, cuando se la convierte en moneda extranjera para homogeneizar las cuentas.
En segundo lugar, tomar deuda en pesos no quiere decir que no haya que pagarla y que el costo no pueda ser mucho mayor.
Tanto para el caso de afrontar los vencimientos de deuda en pesos como en dólares hay que generar el superávit fiscal necesario para pagar los intereses y el principal.
Quienes defienden el hecho de que el gobierno tome deuda en pesos suponen que al ser en moneda local no va a caer en default porque podrá emitir los pesos que sean necesarios para pagar los vencimientos.
La realidad es que si emite los pesos para pagar la deuda en esa moneda generaría un proceso inflacionario más agudo y, por lo tanto, haría caer más el ingreso real de la población, en particular de los sectores más humildes, haciendo estallar la pobreza.
Los populistas seguidores del relato kirchnerista ven como gran virtud de este gobierno que, en el caso de ser necesario, se cobre el impuesto más regresivo que existe en cualquier economía que es el impuesto inflacionario, en particular cuando transita camino a los tres dígitos porcentuales al año.
El origen del FMI
El kirchnerismo tiene el relato de la deuda con el FMI, curioso porque el Fondo creado en 1944 en los acuerdos de Bretton Woods, poco antes de finalizar la II Guerra Mundial, impulsados por Harry Dexter White, por el lado norteamericano y John Maynard Keynespor el lado de Inglaterra, dado que es un grupo que “adora” el keynesianismo.
En definitiva, mientras el kirchnerismo se aferra al relato de la deuda con el FMI, no solo sigue negociando con esa institución, sino que, además, está colocando deuda pública a marcha forzada con otros organismos de crédito multilateral, más deuda interna, superando el que tuvo el gobierno previo, a pesar de estar utilizando la emisión monetaria y una carga impositiva asfixiante para sostener un gasto público que sepulta al sector privado y no lo deja crecer.
Una cosa es el relato y otra la realidad, y la realidad es que el kirchnerismo bate récords de endeudamiento público.
1es Profesor titular de Economía Aplicada en el Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica en el Master de Economía y Administración de CEYCE, y Columnista de temas económicos en el diario La Nación (Argentina).
*Este artículo fue publicado en ElCato.org el 13 de diciembre de 2022