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El diputado Rolando Cuéllar volvió a enriquecer el circo político, tras participar en un combate por la sede del partido de gobierno, que derivó en un corte en uno de sus dedos que, según dijo en cámaras, le hizo “perder cinco litros de sangre”.
Sin duda, esta debe ser una innovación lograda por una nueva biología plurinacional, ya que lo usual es que el ser humano promedio tenga un total de cinco litros de sangre en el cuerpo, por lo que el parlamentario no podría andar tan campante, paseando su retórica florida por los medios.
Quizás se trate, teniendo en cuenta la adscripción del diputado al ala partidaria del vicepresidente, de uno de esos “guerreros cósmicos del arcoíris” de los que habla Choquehuanca en sus momentos de exaltación mística, especie de reedición new age del guevarista “hombre nuevo”.
Lo cierto es que, si los bolivianos tuvieran las capacidades sanguíneas insinuadas por el legislador, el país sería el paraíso de Nosferatu, el vampiro de los Cárpatos llevado al cine por Murnau, Herzog y Eggers, que andaría correteando yugulares por el altiplano, los bosques y la cordillera.
Cómo no recordar, ante estas revoluciones de la biología, la intentada por otro socialismo, el estalinista, que impuso la “genética marxista” del académico Lysenko, enviando al Gulag a los científicos que defendían “concepciones burguesas” y completando la ruina de la agricultura soviética, al aplicar aquellos disparates a los cultivos.
Volviendo al Estado Plurinacional, las sorprendentes capacidades fisiológicas de los “guerreros cósmicos” pueden ser muy útiles en la nueva etapa pos-combustibles, donde la “tracción a sangre” tendrá que ser empleada para mover bicicletas y otros vehículos de empuje humano.
El país de los hidrocarburos se queda sin combustible, confirmando una vez más el aserto de Winston Churchill, quien solía repetir que “si los socialistas administraran el Sahara, en el desierto empezaría a escasear la arena”.
Y es que las ficciones también han sido adoptadas en el campo económico, primero con los derroches faraónicos del emperador fallido y ahora con sus mandarines rebeldes, que no encuentran la salida ni el centro del laberinto burocrático.
Así las cosas, el aterrizaje en la realidad será difícil y entre los riesgos que asoman en el horizonte aparece el de un prorroguismo autoritario, que puede usar como excusa el desbarajuste de la economía para bloquear las posibilidades de financiamiento de la oposición o para postergar los tiempos electorales.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo