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Con el sello editorial Plural Editores y el título “De la Aldea a la Ciudad de los Anillos”, Luis Fernando Saavedra Bruno, escribe sobre su familia, su infancia, sus vivencias, sus emprendimientos, sus logros, sus caídas. Pero, sobre todo, el salto que ha tenido Santa Cruz, convertida en “El Dorado”, que soñaron los conquistadores. Describe las numerosas motivaciones que han tenido (y tienen) los cruceños comprometidos con la región y el país. A lo largo de su vida, no ha conocido otra fórmula para convertir sueños en realidad, que trabajar de sol a sol, y a puro pulmón. El modelo cruceño se ha basado en el liberalismo político y económico, y así se alcanza la libertad personal por la que el cruceño siempre ha luchado.
El destino quiso que naciera el año 1948, cuando Santa Cruz de la Sierra era una aldea de calles polvorientas y se veían las bandadas de loros, etc. En las 300 páginas desgrana su vocación de emprendedor a tiempo completo, creador de riquezas, testigo y protagonista de los grandes cambios políticos, económicos, sociales y culturales. Se confiesa empresario, banquero, constructor, pionero agropecuario, y que llegó a la conclusión de que, sin habérselo propuesto, hizo camino al andar. No sabe de quejas, apenas refiere la falta de seguridad jurídica. Se trata de un hombre polifacético, íntegro, sincero, sin medias tintas, dice las cosas de frente, proyecta y tiene mucha convicción y determinación.
No se le conoce militancia política alguna, pero sufrió la intolerancia partidaria ya que su familia (siendo niño) tuvo que salir del terruño para radicar en Río de Janeiro. Recuerda que el primer gobierno de Siles Zuazo eliminó el pago de las regalías a Santa Cruz. Los milicianos del MNR cruceño comenzaron a chocar con el Comité Pro Santa Cruz hasta que, el 14 de mayo de 1958, Siles Zuazo ordenó la primera invasión de fuerzas irregulares para aplastar a la aldea. Esta invasión ocasionaría uno de los crímenes más horrendos de nuestra historia. ¿Y cuál era el delito? Pensar diferentes, buscar el progreso, y bienestar del que hoy disfrutamos todos, incluidos los descendientes de nuestros verdugos. En 1958, el ministro de gobierno, Walter Guevara Arce, ofreció a los cruceños 50.000 pasaportes para que nos fuéramos a vivir al extranjero porque, para él, no éramos bolivianos.
El autor pasa revista a toda la institucionalidad cruceña y pone el acento en el Plan Bohan, porque Bolivia dejaría entonces de ser una nación concentrada en sus minas del Occidente y podría desarrollar su agricultura en el Oriente. La cercanía a Brasil y Argentina alentaban la posibilidad de convertir a Santa Cruz en un epicentro agrícola e industrial por primera vez en cuatro siglos. Saavedra Bruno tiene clarísimo que no hay otra receta para vencer la pobreza que trabajar de sol a sol, utilizando las mejores técnicas y más modernas tecnologías, además de innovar, emprender, actuar con pasión, garra y alto grado de profesionalismo, creciendo siempre ante las adversidades. Valora el trabajo en equipo, siempre rodearse de personas inteligentes, la alegría, la amistad, la solidaridad, el carnaval y el coraje de romper paradigmas.
Mientras se formaba en Lovaina, Bélgica (rechazó una superoferta académica), vivió una avalancha de cambios en el comportamiento social. Mayo de 1968 es un hito en la historia de aquellos movimientos sociales: París fue tomado literalmente por los estudiantes universitarios, jóvenes de clase media. La protesta era contra un mundo deshumanizado donde el poder establecido robaba las esperanzas y el placer de vivir. Esas jornadas hicieron tambalear al gobierno francés como nunca antes en tiempos de democracia. El pelo largo en los hombres buscaba diferenciarse de las otras generaciones. Era la rebeldía de una juventud que, con su pelo suelto y sus pantalones campana, recorría las calles desafiando el poder establecido.
El autor crecía en esos años “maravillosos” y estaba convencido de que se podía conquistar el mundo, cuando apareció la revolución musical de los Beatles, Bod Dylan, el rock de los Rolling Stone y otros grupos. Rompieron los cánones de ritmo y las formas de bailar que las generaciones de nuestros padres miraban azorados. Era también los años de la guerra en Vietnam, la época en la que primaba el pensamiento de una izquierda idealizada sin que le hubiera llegado todavía el desgarrador relato crítico y autocrítico de sus terribles fracasos, oportunismo, traiciones, pasividades.
Este libro no es sólo fascinante e interesante, sino imprescindible para conocer una buena parte de la historia no solo de la familia Saavedra Bruno y sus múltiples emprendimientos, sino también de Santa Cruz, que seguirá creciendo y avanzando, pese a los palos sobre las ruedas que siempre le ha puesto el centralismo y el gobernó nacional.



