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En Bolivia impera la arbitrariedad por la ausencia de un Sistema Político

Hugo Carvajal Donoso

Sociólogo. Vicepresidente de ACADEMIA

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La devastación del sistema de partidos políticos ocasionó que la política se torne imprevisible, aumente la incertidumbre y la inestabilidad deje de ser novedad para convertirse en cotidiana. El principal objetivo de los populismos y de un régimen autoritario, se concentra en  desprestigiar y  desmantelar a los partidos y a las autenticas organizaciones sociales —cívicas, sindicales, indígenas y culturales—,  señalándolas como principales responsables de los problemas por los que atraviesa la sociedad.

Este esquema diseñó e implementó el MAS durante el “catonato” del Kawsachun coca, y actualmente el tándem Arce/Choquehuanca tiene, el firme propósito de sustituir la política por nostalgias étnicas —con identidades fáciles de manipular—, impidiendo la consolidación de nuevas organizaciones sistémicas y evitando el  afianzamiento de líderes perdurables en el contexto nacional. Para este cometido, implantan una maquinaria de persecución y extorsión judicial.

Todo partido político, organización   o activista que se destaque, tienen un tiempo de vida y efecto muy limitado —regional o sectorial— porque son diseños personales y no constituyen proyectos “orgánicos”.  Devienen en el efecto burbuja. Así aconteció con los protagonistas y las plataformas de las heroicas movilizaciones de 2019, su prestigio, presencia y convocatoria nacional, se esfumaron a la misma velocidad con las que surgieron.

El problema fundamental es que no se trabaja por una regeneración de la política, se prescinde del andamiaje orgánico, para dar paso al encumbramiento del caudillo o cacique de turno, como sustituto del cuerpo político o social. Se reemplaza el carácter colectivo y deliberativo, para encaramar al infalible caudillo en un espacio de poder, no precisan de una organización partidaria, solo necesitan cumplir con la formalidad legal con alianzas o acuerdos, destinados a servir exclusivamente para potenciar la imagen individual. Con el pretexto de ampliar la democracia y hacerla más participativa, este fenómeno es reproducido en todos niveles de las instituciones y territorios, garantizando así la inevitable disgregación y debilitamiento de la política.

Lo que perdió el país al comenzar el siglo XXI, cuando algunas élites —y cierta intelectualidad— observó con satisfacción la implosión de los partidos sistémicos, no lo podremos corregir fácilmente, requeriremos de varios años —ya transcurrieron veinte— para volver a construir una nueva organización de lo político. Esta tarea no se remplaza con métodos exprés de marketing ni con personalidades. Ya presenciamos los experimentos fallidos de las “Agrupaciones ciudadanas y pueblos indígenas” que desmembraron la representación y el cuerpo orgánico nacional de los partidos. También fuimos testigos de los candidatos nómadas de sigla en sigla y el contrato circunstancial con partidos zombis

Por ello, no puede extrañarnos la carencia de Política y tampoco la consecuente proliferación de la injusticia y la arbitrariedad, hecha carne en todas las acciones del Estado centralista, que en su empecinamiento identitario —etnicismo con retazos cada vez menos creíbles—, busca seguir alimentando a la  burocracia estatal holgazana —por estatuto partidario exclusivamente de militancia masista—, y mantener a los dirigentes  en comisión, atrincherados en el sindicalismo vasallo del régimen.

Solo lograremos despertar el interés y la participación ciudadana, agrupándonos y trabajando en movilizaciones por objetivos esenciales, a través de núcleos colegiados: Comités o Colectivos, en  temas que sean percibidos como importantes por la sociedad: urgencia  de una  Reforma Judicial; lucha contra la corrupción focalizada en casos puntuales; políticas económicas y productivas coherentes; transparencia electoral, y lucha contra el narcotráfico.

 Debemos comprender que los lideratos individuales son frágiles y constituyen  presa fácil de la perversa maquinaria del totalitarismo masista. Llegó el tiempo para equipos de acción, integrados por hombres y mujeres implicados con las causas concretas. Requerimos de líderes con visión de Nación y comprometidos día a día con el país.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Hugo Carvajal Donoso

Sociólogo. Vicepresidente de ACADEMIA

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