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A menudo se dice que las criptomonedas y en especial Bitcoin, son perjudiciales para el medioambiente debido a su alto consumo de energía. Sin embargo, a lo largo del artículo se verá que el consumo de energía de Bitcoin (la moneda con mayor capitalización de mercado en el momento) es relativamente bajo en comparación con otras industrias de las que nadie se ha planteado criticar su consumo de energía.
En el artículo anterior se hablaba del por qué de la creación de Bitcoin y cómo funciona su tecnología. Es importante entender su funcionamiento para así entender por qué el hecho de que Bitcoin consuma energía es relativamente beneficioso para la seguridad de la red de Bitcoin. El mecanismo de consenso de “proof-of-work” que permite implementar un servidor de sellado de tiempo distribuido que a la vez sea de persona a persona (peer-to-peer) requiere de energía computacional (esfuerzo de CPU) para resolver una ecuación matemática, o puzle como lo llaman algunos, y así poder crear nuevos bloques que se van añadiendo a la blockchain. Es por eso que si alguna entidad o individuo quisiera atacar la red de Bitcoin, la cantidad de energía computacional que deberían de utilizar sería muy alta. Ese consumo de energía computacional equivale a un costo económico también muy alto por lo que se podría llegar a decir que mientras más energía consuma la red de Bitcoin, más segura se convierte su red. Sin embargo, este artículo no trata sobre la seguridad de la red de Bitcoin, sino que va a estar orientado a comprobar que el consumo de energía de la red de Bitcoin no es tan perjudicial para el medio ambiente como se dice.
Según el estudio que realizó el centro de finanzas alternativas de Cambridge (“Cambridge’s Centre for Alternative Finance”) en 2020, Bitcoin representa hoy en día el 0.46% de consumo de energía total mundial. Para poner este dato en perspectiva, si comparamos el consumo de energía anual de la red de Bitcoin con el de todos los países del mundo, Bitcoin estaría rankeado en el número 29 con un consumo de 101.68 Tera watt por hora. Aunque esto parezca alarmante, la siguiente tabla compara el coste anual total y consumo de energía de diferentes industrias con las que nadie se atreve a realizar la misma comparativa.
Como se puede apreciar en la tabla, el consumo de energía de Bitcoin en GJ (un GJ equivale a 2.77E-7 terawatt por hora), es bastante inferior al de la minería de oro. Es interesante hacer esta comparación porque dadas sus características, muchas veces se considera a Bitcoin como el oro digital, pero al oro físico no se le achaca el consumo de energía que produce en su minería. Por lo cual, poniendo los números en perspectiva, la minería de oro consume un 159.56% más de energía y tiene un 2233% coste anual mayor que la minería de Bitcoin.
Si lo comparamos con el sistema bancario (compararlo con los gobiernos ya sería un poco abusivo) los porcentajes se convierten aún mucho más interesantes. El consumo de energía anual del sistema bancario comparado con la minería de Bitcoin (que a la vez sirve para dar seguridad a la red e insertar las transacciones en los bloques, facilitando así las transferencias) es un 1178% mayor mientras que el coste anual es también un 41455% mayor. Esta comparación no está hecha con el objetivo de comparar el uso que se le da a Bitcoin y al sistema bancario, porque se podría decir que son dos animales muy diferentes. Sin embargo, cabe recordar que Bitcoin se creó con el propósito de des-intermediar a los bancos a la hora de realizar transacciones y podría potencialmente servir como una reserva de valor, haciendo que la gente no necesite tener sus depósitos en los bancos porque la gente podría tener sus Bitcoins custodiados en una cartera digital.
Adicionalmente, cabe destacar que no se es suficiente exponer el consumo de energía de una industria, en este caso la minería de Bitcoin, para decir que es perjudicial para el medioambiente. La fuente de la energía es igual de importante que la cantidad que se utiliza. Según un estudio realizado por la compañía BP, donde analizan el consumo de energía mundial (BP’s Statistical Review of World Energy 2021), el 56% del consumo total de la minería de Bitcoin proviene de fuentes de energía renovables. Este dato es mayor que el de cualquier otro país del mundo. Por lo cual, Bitcoin está posicionado en el puesto número 29 por consumo si lo comparamos con todos los países del mundo, pero a su vez está colocado como líder en cuanto uso de energías renovables sobre el total del consumo.
Hay otra cosa que se ha visto a lo largo de los años, y es que las grandes compañías mineras de Bitcoin (e individuos con mucho capital o gobiernos), están dispuestos a invertir en infraestructuras de energías renovables para crear electricidad de una manera sostenible y a su vez más barata. Prueba de ello es el gobierno de El Salvador, que va a utilizar la energía geotérmica que produce uno de sus volcanes para minar Bitcoin. Por lo cual se podría llegar a decir que Bitcoin incentiva indirectamente a la inversión en energías renovables, cosa que en ved de perjudicar al medioambiente, en realidad lo estaría ayudando a crear un futuro más verde.
En conclusión, se ha visto a lo largo del artículo que las críticas al consumo de energía de Bitcoin pueden ser considerados como “Ad hominem”, es decir, que es una falacia que se utiliza para desacreditar a Bitcoin, pero que realmente sus pruebas no están refutadas, sino que provienen de un “odio” hacia el activo que existe hoy en día proveniente de ciertas entidades centrales. Varias personas relevantes, como por ejemplo la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, que ha criticado muchas veces a Bitcoin por su consumo de energía, nunca se ha parado a analizar otro tipo de industrias, como se ha hecho en este artículo, como por ejemplo, con el sistema bancario. Por lo cual, utilizando su razonamiento de que como el consumo de energía de Bitcoin es demasiado alto, este tipo de activo debería de prohibirse o imponer una regulación extrema sobre él, en mi humilde opinión me parece que es pasarse un poco sobre la raya. Quizás los reguladores y bancos centrales se ven intimidados por un nuevo tipo de activo que puede llegar a amenazar la estabilidad de sus monedas y les haga replantearse las decisiones de política monetaria y fiscal que han ido (y todavía están) tomando desde la crisis financiera de 2008. Éste junto a los argumentos de volatilidad, lavado de dinero y financiación al terrorismo son la única vía que tienen para hacer contra a un activo que en apenas algo más de 10 años ha conseguido pasar de tener una capitalización de mercado de cero a $1 trillón.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo