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¿Es posible un «Capitalismo para Todos»?

Renzo Abruzzese

Sociólogo

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Uno de los pilares fundamentales del programa de gobierno del actual presidente constitucional de Bolivia, Rodrigo Paz Pereira, consistió en el proyecto de desarrollar un “capitalismo para todos”. El concepto que encierra esta sentencia presenta sin embargo algunos problemas interpretativos que vale la pena abordar, en tanto su desarrollo tendrá consecuencias teóricas y prácticas definitivas en los próximos cinco años. La primera duda surge cuando nos preguntamos ¿cómo puede funcionar un capitalismo para todos en un sistema productivo basado en la disparidad de intereses entre los que financian el trabajo y los que lo ejecutan? ¿Será que tenemos en mente una sociedad de solo empresarios? Y si es así, ¿puede un sistema capitalista moverse sin obreros? ¿O existe una alternativa a estas terribles interrogantes? Veamos.

La primera posibilidad es que la expresión “capitalismo para todos” se refiera a lo que conocemos como “capitalismo popular”, propio de las tendencias de la izquierda clásica y sus derivaciones populistas contemporáneas. Este modelo evoca una activa participación de las “bases”, la propiedad nominal de centros productivos en control de los trabajadores, el incremento sustantivo de empresas estatales, el acoso tributario y judicial al sector privado.  Un marxista ortodoxo nos diría que se trata de un espejismo en la medida en que, el capitalismo es una relación de producción. Pensar en una sociedad de capitalistas sin obreros es una utopía, peor aun pensar en un obrero-empresario no tendría ningún sentido lógico desde la perspectiva clásica marxista.

La segunda posibilidad diría que el “capitalismo para todos” se entiende como un capitalismo inclusivo en el que todos, independientemente de su posición en el proceso productivo (propietarios y obrero) resultan beneficiados por el sistema. Bajo esta lógica se respeta la propiedad privada, y se ponen en funcionamiento dispositivos de todo orden destinados a fortalecer los servicios públicos (salud, educación, pensiones, salarios dignos etc.) y una mas equitativa redistribución de la riqueza social. De esta manera, no todos son capitalistas, pero todos son beneficiarios y la base social la da el emprendedor.. La izquierda “progre” diría que todo esto es el fruto de las luchas sociales y conquistas del “pueblo” y constituyen ala antesala de la Revolución. Un liberal avezado diría que por fin se cumplió el sueño de bienestar general que imaginaba Adam Smith.

La dificultad que ofrecen estas concepciones estriba en que es imposible pensarlas fuera de la lucha de clases. Son en gran medida la manera en que las clases sociales (ricos vs pobres) encuentran siempre arreglos temporales. En el capitalismo que pudo observar Marx, efectivamente la lucha de clases era el motor de la historia. En aquellos tiempos era muy difícil imaginar una sociedad en la que burgueses y obreros no definieran el curso de la historia, tanto como era imposible pensar una sociedad de emprendedores, o un sistema productivo basado en robots e inteligencia artificial.

La respuesta de Karl Marx frente a estas opciones tacharía cualquiera de ellas como ingenuas y sostendría que todas son falsas de principio a fin, en la medida en que ninguna neutraliza la lucha de clases irremediablemente presente en todo sistema de producción capitalista basado en clases sociales. Un liberal recalcitrante, en cambio, encontraría en estos modelos el prototipo de capitalismo imaginado por los grandes ideólogos del liberalismo: el emporio de las oportunidades.

Las condiciones históricas de producción, sin embargo, evolucionaron de forma drástica como consecuencia del desarrollo científico y tecnológico. La mano de obra es progresivamente sustituida por tecnologías robóticas guiadas por sistemas de inteligencia artificial que multiplicaron la productividad y la calidad de los productos que requiere la sociedad. Las sociedades modernas son cada vez mas urbanas y basadas en los servicios. La inmensa fuente de trabajos se localiza ya no en la factoría, sino en la consultora, la empresa, la oficina. Bajo estas condiciones, la clásica polaridad burgués vs proletario se ha desdibujado al punto que presenciamos el desarrollo de países en que las clases medias copan casi en su integridad el espectro social contemporáneo. La lucha de clases fue dando curso a formas de consenso y una amplitud mayor en los campos político, cultural y económico. La figura de sociedades regidas por la presencia de las clases sociales dio paso a sociedades de clase media en las que el sujeto histórico no es ya el obrero o el burgués, sino, el ciudadano, “clasemediero” que tanto desprecian los “progres”. Se agrega a esto que los verdaderos ejes que guían la construcción de liderazgos nacen ahora no de la fuerza de trabajo físico, sino intelectual. La hiper especialización del técnico y el experto han neutralizado el poder del antiguo secretario general del sindicato

La única forma en que el “capitalismo para todos” funcionaría en sujeción a su propio espíritu, es decir en el sentido en que el bienestar y la riqueza sea un bien común para la gran mayoría de la sociedad, es que todos los mecanismos de la producción de capital, distribución y consumo funcionen en una sociedad de ciudadanos libres en la que las diferencias de clase, raza, color, o lo que fuese, estén neutralizadas por el peso de los derechos ciudadanos y las obligaciones comunes que la ciudadanía conlleva, es decir, dentro los marcos de una Democracia ciudadana que ha logrado superar la lucha d clases como motor de la historia, y ha instituido la vigencia de los derechos civiles y humanos como el elemento ordenador del curso del desarrollo humano.

Queda claro que el único sistema político capaz de gestionar eficientemente un “capitalismo para todos” solo es posible en la Democracia Ciudadana, que es, en realidad la superación dialéctica e histórica de todas las formas democráticas que brevemente sintetizamos líneas arriba,

En el escenario de la democracia ciudadana, las fuerzas productivas no generan contradicciones antagónicas y en consecuencia la lucha de clases es sustituida por la solidaridad. La producción se instituye como la ampliación de las oportunidades y no de la competencia.  y la oposición de intereses da paso a la complementación.

Visto desde las propias peculiaridades de la historia contemporánea nacional, la democracia ciudadana deviene como el producto natural del proceso de descomposición final del Estado del 52 (1952-2019), y lo hace en un momento en que el capitalismo tardío occidental experimenta la agonía de las ideologías y el finde los viejos mecanismos de representación. El ocaso de los partidos y la crisis de los grandes discursos epocales del siglo XX.

Es en este sentido el “capitalismo para todos” se erige como el un proyecto epocal y el discurso propio del siglo XXI nacional. Es, por todo lo mencionado la superación dialéctica del estado                  “nacional-popular” y la superación de la democracia tanto popular, como la democracia meramente representativa. En otras palabras, vivimos el tiempo de la “democracia-ciudadana”.

En este sentido, la elección de Paz Pereira no solo constituye la expresión final del ciclo del 52, sino, además, el cierre del proceso de transición histórica (2016-2025) y la apertura de un “momento fundacional”. Se trata en el fondo de la posibilidad de fundar un nuevo estado hacia una nueva sociedad.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Renzo Abruzzese

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