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Futuro complicado para la democracia en Perú

A un año de las elecciones nacionales, la impopularidad de la presidenta Boluarte y la debilidad de los partidos tradicionales son indicadores de un escenario ideal para las ofertas populistas.

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Por Mávila Huertas1

A menos de un año de las elecciones generales, con 43 partidos políticos inscritos y varios lustros marcados por el debilitamiento sistemático de sus instituciones, el Perú inició un proceso que deberá concluir con la elección del sucesor o sucesora de Dina Boluarte. 2026 también supone cambios en la composición del Parlamento. Se elegirá nuevamente a un congreso bicameral, con cámara de senadores y diputados. Esto no ocurría desde la promulgación de la constitución de 1993.

Así, el Legislativo peruano ha ganado poder en la toma de decisiones importantes ante el debilitamiento del Ejecutivo representado por la presidenta más impopular de América Latina de acuerdo con por lo menos dos encuestadoras internacionales en los últimos seis meses. CID Gallup le atribuye el peor desempeño de la región con una aprobación de solo 6%. CB Consultora la calificó en diciembre de 2024 como la peor presidenta de Sudamérica en una lista de 11 mandatarios. Por su parte, la firma Ipsos registró un 2% de aprobación en el último mes.

Con un inicio bastante agitado, se abre esta etapa de recambio en el gobierno en Perú, que se caracteriza también por una acentuada desafección política.

¿Existe el equilibrio de poderes?

¿Es el Perú de hoy una democracia con equilibrio de poderes y garantías para las libertades de prensa y expresión? El semanario británico The Economist califica al sistema como un régimen híbrido.

Perú no es un país que haya escapado al impacto de la polarización y las tendencias autoritarias. La presidenta no ofrece entrevistas a los medios de comunicación desde hace más de 400 días. En su lugar, dirige discursos agresivos contra la prensa y la fiscalía, que la investiga por varios escándalos. Por ejemplo, por haber recibido costosos regalos de autoridades regionales —prohibido por ley— o por someterse a operaciones estéticas sin rendir cuentas ni al Congreso ni al Consejo de Ministros.

La correlación de fuerzas en el Perú cambió a favor del parlamento, que tiene una espada de Damocles sobre Boluarte, figura de vacancia presidencial. Por si fuera poco, son varias las organizaciones políticas que han sido denunciadas públicamente por haber presentado firmas falsificadas al momento de su inscripción. Es un escándalo que afecta la credibilidad de los partidos y el sistema electoral. Ha sido fuertemente cuestionado por el sector derrotado en 2021, cuando Pedro Castillo se impuso en el balotaje a Keiko Fujimori en lo que significó la tercera derrota para la heredera del fujimorismo.

Recordemos que en junio de aquel año la diferencia entre ambos fue de apenas unos miles de votos. Este escaso margen fortaleció el discurso de fraude impulsado por los sectores de derecha. Sin embargo, ni siquiera las investigaciones impulsadas por los adversarios de Castillo en el parlamento, que había sido candidato por la agrupación Perú Libre, demostraron que los resultados hayan sido adulterados. El daño a la reputación del Jurado Nacional de Elecciones sin embargo ocurrió.

La fuerza del fujimorismo

¿Por qué Keiko Fujimori fracasó tantas veces si la mayor fuerza política del país sigue siendo el fujimorismo, con organización y bases en gran parte del territorio nacional? Fueron tres elecciones sucesivas y tres derrotas en competencia con propuestas muy distintas entre sí. ¿Qué pueden tener en común el nacionalismo de Ollanta Humala, la tecnocracia de Pedro Pablo Kuczynski y la izquierda encarnada por Pedro Castillo? Sencillamente que no apellidan Fujimori.

Y es que, desde su elección en 1990, el ingeniero agrónomo de origen japonés que venció al escritor Mario Vargas Llosa —favorito en las encuestas— se convirtió en la figura que más ha dividido al país en los últimos treinta años.

Fujimori se le recuerda mayoritariamente como el presidente que venció al terrorismo. Durante su gobierno se capturó al líder de la agrupación terrorista Sendero Luminoso. También puso freno a la hiperinflación y el desastre económico del primer gobierno de Alan García. Últimamente, y a raíz del fallecimiento del premio Nobel de Literatura, se recuerda que las grandes reformas que encumbraron a la economía peruana como una de las más sólidas de la región fueron realmente impulsadas por Vargas Llosa y no por Fujimori. Por el contrario, este gana la justa electoral con un discurso antagónico al del escritor.

Como fuere su gobierno, terminó envuelto en escándalos de corrupción tras evidenciarse la compra de votos y congresistas en el Congreso, las violaciones de derechos humanos durante la lucha contrasubversiva a manos de militares y policías, y un descrédito internacional por renunciar a la presidencia vía fax y escapar a Japón donde permaneció varios años antes de su retorno al país.

Protestas en Perú. Foto: Shutterstock

Nacimiento del anti-fujimorismo

Los gobiernos que siguieron, empezando por el de Alejandro Toledo, prometieron un cambio. Pero todos hasta el de Martín Vizcarra, que asumió luego de la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski, han sido investigados por el equipo especial de fiscales del caso Lava Jato.

Humala y su esposa Nadine Heredia, por ejemplo, acaban de ser condenados en primera instancia a 15 años de prisión por lavado de activos en agravio del Estado, por haber recibido dinero maculado de la constructora brasileña Odebrecht para el financiamiento de la campaña electoral de 2016.

Por eso mismo, pronosticar si la democracia tiene futuro en el Perú es una tarea compleja y arriesgada. La clase política peruana carece de partidos sólidos. Lo que abunda en su lugar son colectivos con intereses particulares. Algunos de ellos representan a sindicatos de maestros, transportistas informales o incluso están infiltrados por la minería ilegal, el contrabando y hasta el narcotráfico que eventualmente podrían coincidir en uno que otro aspecto programático. La locomotora es el populismo.

Los partidos tradicionales como Acción Popular, el PPC, el APRA o Izquierda Unida no han podido recuperarse del golpe del 5 de abril de 1992. Ese día Alberto Fujimori disolvió el Congreso con gran respaldo popular. Luego vino el Congreso Constituyente Democrático que redactó la Constitución de 1993. Pero la identidad política de la clase gobernante peruana ya había cambiado para siempre.


1Periodista. Conductora Ampliación de Noticias en GRUPORPP, Perú.

*Artículo publicado en dialogopolitico.org el 19 de mayo de 2025

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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