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Sin muchas vueltas, vayamos directo a los hechos, fundamentales para una toma de decisiones efectiva. El país enfrenta una crisis derivada del excesivo gasto público y la subvención del combustible, factores que han agotado nuestras reservas internacionales y nos han dejado sin flujo de dólares en el exterior para hacer frente a las importaciones. Esta situación ha propiciado un mercado cambiario paralelo y el incremento continuo de las comisiones bancarias, que actualmente rondan el 35%, impactando no solo a los importadores, sino a toda la cadena productiva.
A pesar de haberse anunciado diversas medidas, ninguna aborda el problema de fondo: el gasto público. Entre estas medidas, se ha optado por regular las tarifas de comisión para transferencias al exterior. Sin embargo, la experiencia y la evidencia empírica nos enseñan que la regulación del precio de un bien, en este caso, el dólar, es contraproducente, lo que hace que el futuro, al menos a corto y mediano plazo, sea incierto y tienda a empeorar.
Ahora que tenemos claros los hechos, entremos en materia. Gerenciar en tiempos de incertidumbre demanda astucia y, sobre todo, la habilidad para seguir generando valor mientras se satisfacen las necesidades de todos los actores involucrados: accionistas, clientes, proveedores y empleados.
Mantener un flujo de caja positivo y garantizar, al menos, la cobertura de los gastos operativos esenciales para mantener el negocio a flote es crucial y, por el momento, tranquilizará a los accionistas. Para lograrlo, la ecuación “PxQ” (precio por cantidad) debe ser más relevante que nunca en nuestras decisiones, dado que, en momentos de devaluación de la moneda y aumento de la inflación, los consumidores cuidan cada centavo de su salario y buscan alternativas más económicas en el mercado.
Aunque la intuición nos diga que debemos aumentar los precios para no afectar nuestros márgenes, es imprescindible analizar detenidamente la elasticidad del precio de nuestro producto y proyectar cómo afectará esto la demanda. Sin duda, debemos incrementar los precios, pero siempre de manera acorde para no perder a nuestro principal stakeholder, el cliente.
Otro aspecto crucial es la prudencia y la austeridad. No es momento para proyectos faraónicos ni inversiones, a menos que estas sean en activos que mantengan su valor en el tiempo, permitiendo proteger nuestro capital. Es esencial reducir los costos y gastos al mínimo necesario para operar y pagar los salarios sin perder recurso humano de calidad.
También es importante evaluar a los intermediarios que interceden en nuestra operación y buscar alternativas para prescindir de ellos y sus costos. Un ejemplo claro son las negociaciones directas en el extranjero entre exportadores e importadores, que obvian la intermediación bancaria local en busca de un tipo de cambio más favorable y una mayor agilidad para cumplir con sus obligaciones y así satisfacer a sus proveedores.
Concluyo con lo más importante: mantenernos informados. En un entorno tan volátil, la información es invaluable y esencial para proyectar y tomar decisiones acertadas. Estudiemos lecciones ya aprendidas, sin necesidad de ir muy lejos, basta con mirar a nuestro país vecino, Argentina. Hay muchas lecciones que podemos extraer, pero destaco una en particular: el dólar de hoy es más barato que el de mañana; actuemos en consecuencia.