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Por fin (tal vez porque oculta más de lo que pretenden mostrar realmente), el Gobierno de Luis Arce Catacora se acaba de mostrar inclinado a publicar los datos del déficit fiscal de 2023, siendo que ya estamos casi más cerca de 2025 que del inicio de 2024, y no sin despertar críticas y sospechas sobre las cifras reales.
Recientemente, el ministro de Economía, Marcelo Montenegro, ha revelado que el déficit fiscal de Bolivia en 2023 ha sido cercano al 11%, la cifra más alta registrada durante la gestión no solo de Luis Arce Catacora, sino desde que el Movimiento al Socialismo (MAS) está en el poder desde 2006.
La última vez que el déficit fiscal fue de doble dígito y alcanzó el 12,7%, fue durante el gobierno de la ex presidenta Jeanine Áñez durante la pandemia del Covid-19 de 2020. Montenegro, sin embargo, ha declarado que el déficit no supera el 11% -aunque tampoco se ha atrevido a afirmar que tampoco se ha mantenido en un dígito. Montenegro también ha asegurado que los datos oficiales serán conocidos próximamente por medio de la plataforma digital del Ministerio de Economía.
El déficit fiscal implica que el Estado gastó significativamente más de lo que recaudó. En este caso, Bolivia gastó alrededor de 5.000 millones de dólares adicionales a sus ingresos. Bajo la presidencia de Arce, el déficit había mostrado una tendencia decreciente, llegando a 9,3% en 2021 y 7,1% en 2022, antes de volver a incrementarse en 2023.
Inicialmente, el Gobierno había proyectado un déficit del 7,5% para 2023, lo que equivaldría a unos 3.411 millones de dólares. No obstante, el déficit real habría superado esta cifra de forma escandalosa en aproximadamente 1.600 millones de dólares. Para 2024, el Gobierno proyecta un déficit del 7,8%.
Un manejo desastroso de la economía
Lo peor de todo es que, además de que se trata de una acumulación de déficit fiscal de 10 años consecutivos, viene siendo financiado principalmente por medio del incremento explosivo de la deuda pública, lo cual genera una incertidumbre considerable respecto de la sostenibilidad fiscal a largo plazo, especialmente si los niveles de gasto siguen siendo extraordinariamente elevados, a la vez que ni siquiera se observan intenciones de adoptar principio de austeridad fiscal alguno.
Igualmente, Montenegro defendió la gestión económica del Gobierno afirmando que la inflación en Bolivia es una de las más bajas de la región, con un acumulado de 1,95% hasta mayo de este año. Además, desestimó la existencia de emisión inorgánica como mecanismo de financiamiento del déficit, como sospechan algunos analistas opositores, argumentando que las variaciones en los agregados monetarios están alineadas con el crecimiento económico.
Sin embargo, desde 2017, la base monetaria se ha expandido un 50%,con un aumento del 20% solo en el último año. Esto sugiere que la emisión monetaria ha sido utilizada como una herramienta para financiar el déficit por más que no fuera inorgánica (sin respaldo real). Más aún, el motivo por el que existe inflación creciente en el país, por mucho que Montenegro se esfuerce en mostrar lo contrario, se explica por las devaluaciones de la moneda nacional y un crecimiento de la base monetaria observada fundamentalmente en el agregado M1, por encima de la demanda del público de la misma. De hecho, se ha visto que la base monetaria observada en M1 ha crecido un 50% desde 2017, pero solamente en el último año ha crecido casi un 20%.
Exceso de gasto público
Por eso, las críticas apuntan a que los problemas económicos de Bolivia estriban en el exceso de gasto público y no en la falta de ingresos; en el exceso de oferta fundamentalmente monetaria y crediticia, y no en la falta de demanda agregada interna, y que si sigue en este tren va a terminar descarrilando toda la economía hasta que se precipite por el despeñadero en forma de escasez generalizada e inflación rampante.
En este sentido, lo que más explica el abultado déficit es el exceso de gasto en subsidios al consumo de hidrocarburos, a la vez que del pago por la importación de combustibles que son comprados a precios internacionales, que encima se filtran nuevamente hacia el exterior por medio del contrabando.
El déficit también se explica fundamentalmente por la creación permanente de cargos públicos burocráticos fundamentalmente del Gobierno central, y sobre todo de la creación constante empresas públicas deficitarias o en quiebra, en el marco de la arcaica y ruinosa política de industrialización por sustitución de importaciones y las políticas de estímulo de la demanda agregada interna; esta era la principal explicación del déficit, pero la ruina de la petrolera estatal ha terminado siendo todavía mayor.
De hecho, esta semana se ha registrado un nuevo escándalo que ilustra la ruina del sector hidrocarburífero y la bancarrota tanto de la petrolera estatal YPFB y el ente emisor que se trata de ocultar tratando de mantener los mismos niveles de gasto de cuando el petróleo WTI cotizaba en $142. Bolivia habría pedido a la petrolera estatal rusa el envío a cargo de crédito una cantidad de diésel equivalente a una semana de consumo, pero que nunca llegó o nunca fue enviado siquiera, de acuerdo a las discusiones contradictorias y patéticasentre el ministro de Obras Públicas, funcionaros de YPFB y Montenegro.
Urge sepultar el modelo económico fallido
Tiene que haber un giro de timón de 180 grados que termine de sepultar el modelo económico que el MAS impuso el primer día de mayo de 2006, y dote al país del mayor grado posible de libertad económica para comenzar a generar auténtica riqueza de largo plazo.
Para evitar una crisis económica mayor, Bolivia necesita un cambio radical en su modelo económico. Es crucial adoptar políticas que promuevan la libertad económica y la generación de riqueza a largo plazo. Esto implicaría reducir el gasto público, eliminar subsidios ineficaces y fomentar un entorno empresarial más competitivo.
En definitiva, el gobierno de Arce Catacora enfrenta un desafío significativo en la gestión del déficit fiscal. La publicación de datos más detallados es un paso hacia la transparencia, pero también pone de manifiesto la necesidad urgente de reformas económicas profundas. Sin un cambio de rumbo, la economía boliviana corre el riesgo de enfrentarse a problemas aún más graves en el futuro próximo.
En el entretanto, el país se prepara para encarar mayores alzas en los precios de productos tan importantes como medicamentos o alimentos y combustibles, a la vez que el bloqueo de las principales carreteras del país por tiempo indeterminado este jueves, organizado por la Cámara Boliviana de Transporte Nacional e Internacional para como medida de protesta ante la crisis económica que vive el país.
Columna originalmente publicada en La Gaceta de la Iberosfera (España), el 26 de junio de 2024.