Hoy ganan los distintos
Apareció una sociedad horizontal en la que se transformaron de manera radical las relaciones de poder entre padres e hijos, maestros y estudiantes, sacerdotes y feligreses, empresas y clientes, candidatos y electores. No existe más el respeto reverencial a la autoridad, todos quieren opinar y participar de alguna manera en todo. Cualquier persona se cree economista leyendo una página de Google, todos se sienten investigadores, periodistas, reporteros y directores de cine porque tienen un celular inteligente. Desapareció el límite entre los emisores y los receptores del mensaje político, todos asumen los dos papeles.
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Desde que se difundió y se desarrolló la red, se implantó con más fuerza un nuevo poder que transformó las relaciones humanas y puso en crisis a la política representativa. La pandemia encerró a buena parte de la humanidad y reforzó el influjo de internet, que es la máquina de vapor de la Tercera Revolución Industrial.
Para tener éxito, las elecciones no pueden entenderse como hace diez años. Aunque el fenómeno es global, hablaremos en esta ocasión sólo de las últimas elecciones sudamericanas pospandemia.
En Chile desde el fin de la dictadura militar, se alternaron en el poder la Concertación de Partidos de Centro- izquierda y una Coalición de derecha. Según todas las encuestas, en la segunda vuelta del 2021, iban a competir Joaquín Lavín de la derecha y Daniel Jadue de la izquierda. Ninguno llegó a ser candidato. Finalmente encabezaron la primera vuelta tres candidatos imprevistos: Gabriel Boric, José Antonio Kast, y Franco Parisi. Los candidatos de la derecha tradicional y de lo que quedaba de la Concertación fueron cuarto y quinto.
Boric representó a la variopinta nueva política que protestó contra el gobierno de Sebastián Piñera, pero se sumergió en el antiguo paradigma. Se dedicó a defender una nueva Constitución, fue derrotado, busca aprobar otra. Eso no fue lo que movilizó a la gente en 2019, ni es el tema que preocupa a los nuevos electores. La aceptación de Boric sigue cayendo de manera perpendicular.
En las elecciones peruanas del 2021 encabezó la primera vuelta un candidato inesperado: Pedro Castillo. En la primera vuelta obtuvo apenas un 19%, que subió en la segunda a un 50,13%, con el que derrotó a Keiko Fujimori, quien contó con el apoyo de casi todos los políticos, incluidos algunos antifujimoristas radicales, del establecimiento, de los medios de comunicación. Con una falta de preparación insólita, Castillo intentó dar un golpe de Estado rocambolesco, disolver al Poder Legislativo, al Judicial y derogar la Constitución, sin contar con ningún fundamento para hacerlo. Fue destituido por el Congreso.
Castillo expresó, sobre todo en la segunda vuelta, el voto en contra del sistema, fue otro tipo de la nueva política que derrotó a la política formal.
Colombia estuvo gobernada por más de 160 años por el Partido Liberal y el Partido Conservador. El gobierno de Iván Duque sufrió un enorme deterioro, especialmente a partir de una movilización general, semejante a la que puso en crisis al sistema político chileno en 2019.
Encabezó los resultados de la primera vuelta, con el 40%, Gustavo Petro, quien también triunfó en la segunda con el 50% de los votos. Por primera vez en la historia, un presidente de izquierda está en el Palacio de Nariño. Pasó a la segunda vuelta Rodolfo Hernández, un político marginal que consiguió el 28% en la primera vuelta y 47% en la segunda. Si los partidos tradicionales de Colombia no lo apoyaban, y era capaz de aplicar una estrategia adecuada, pudo ganar las elecciones. Dos candidatos de la nueva política vencieron a los partidos históricos del país.
En Brasil Luiz Inácio Lula Da Silva obtuvo en la primera vuelta el 48% de los votos, seguido por Jair Bolsonaro con 43%, Simone Tebet con el 4%, y Ciro Gómez con el 3%. Estudiamos a fondo a Lula, cuando trabajamos en la campaña de Marina Silva en el 2010. Nunca conocimos a un presidente más popular. En encuestas aplicadas un mes antes de las elecciones, más del 60% de electores estaba dispuesto a votar por cualquier candidato al que apoye Lula. Es el presidente brasileño más importante elegido en este siglo y un líder reconocido a nivel mundial. Para la segunda vuelta agregó a su 48% el apoyo de un 7% que podían venir de Tebet y Gómez, pero sólo obtuvo un 51% frente al 49% de Bolsonaro.
La mayoría de la gente no se interesa en los temas en que discuten los políticos
Lula fue el candidato del sistema: casi todos los partidos, la prensa, las universidades, los intelectuales, los artistas le apoyaron. Bolsonaro tuvo el apoyo de los otros, los que se sentían fuera de la lógica de la vieja política. Intentó que las fuerzas armadas den un golpe y después escapó.
Lo ocurrido nos recordó las elecciones norteamericanas de 2016 en las que Donald Trump derrotó a Hilary Clinton que tenía el apoyo de las universidades, los medios de comunicación, los intelectuales, los artistas. Trump representó a quienes se sentían fuera del establecimiento. A despecho de las teorías de Marx, fue el candidato de la clase obrera norteamericana, del Rust Belt opuesto a la cultura progresista de Silicon Valley. Trump representó a la nueva política.
En las elecciones ecuatorianas del 2021 la primera vuelta terminó con el triunfo contundente del candidato correísta Andrés Arauz quien obtuvo el 33% de los votos, seguido de Guillermo Lasso con el 19,7%, Yaku Pérez con el 19,4% y Xavier Hervas con el 15,7%. Desde el análisis tradicional la suerte estaba echada, el triunfo de Arauz era inevitable no sólo por la contundencia de los números, sino porque Lasso era de derecha, y los que no pasaron a la segunda vuelta se situaban entre centroizquierda y la izquierda.
Pero un candidato disciplinado y capaz, con una estrategia sofisticada, que usa herramientas modernas puede conseguir metas que parecen inalcanzables. En la segunda vuelta Arauz subió de 33% a 48%, Lasso de 19% a 52% y ganó la Presidencia. En este caso, Lasso se presentó como el candidato de la nueva política.
El sorprendente resultado confundió a quienes analizan la política con una visión anticuada que creyeron que fue sólo la comunicación alternativa de Lasso la que le dio la victoria. No entendieron que los recursos para llamar la atención son solamente herramientas que se pueden usar si la estrategia establece exactamente lo que se quiere comunicar con ellas. Las elecciones de medio período ecuatorianas que se realizan en estos días son un campeonato del ridículo, una muestra de las tonterías que se pueden hacer en una campaña cuando se usan herramientas alternativas sin saber lo que se quiere comunicar.
El concepto de nuevo poder no tiene que ver con la izquierda o la derecha, es una perspectiva estratégica de análisis que parte de aceptar un hecho: el desarrollo de la tecnología y de internet cambiaron la forma de ser de todos los seres humanos, como la imprenta cambió, en su momento, a todos los occidentales, incluso a los analfabetos.
Apareció una sociedad horizontal en la que se transformaron de manera radical las relaciones de poder entre padres e hijos, maestros y estudiantes, sacerdotes y feligreses, empresas y clientes, candidatos y electores. No existe más el respeto reverencial a la autoridad, todos quieren opinar y participar de alguna manera en todo. Cualquier persona se cree economista leyendo una página de Google, todos se sienten investigadores, periodistas, reporteros y directores de cine porque tienen un celular inteligente.
Desapareció el límite entre los emisores y los receptores del mensaje político, todos asumen los dos papeles. Lo que dice el candidato es reinterpretado por la gente y son sus versiones del discurso las que se viralizan en las redes. Importa lo que dice el líder, pero todavía más lo que comprende el elector que elabora nuevamente el mensaje y lo difunde.
Hay una demanda masiva de cambio en cualquier dirección. En todos los países se repiten las mismas situaciones: cansancio con los “políticos de siempre”, el rechazo masivo a los gobiernos. La condición indispensable para ganar las elecciones es ser percibido como distinto a los políticos de siempre.
La mayoría de la gente no se interesa en los temas que discuten los políticos, aunque sean importantes. Con las herramientas que usa Pentland para estudiar la big data, constatamos que pocos navegan para informarse acerca de la problemática que proponen los líderes.
La mayoría de los latinoamericanos vive pegada a su celular inteligente, y cambia de opinión con frecuencia, por la información que recibe todo el tiempo del enjambre que lo rodea.
Cuando el presidente o los candidatos se toman fotos con gobernadores, legisladores, y otros dirigentes a los que, justa o injustamente, la gente atribuye sus carencias, sólo pierden votos. Cuando se dedican a hablar sólo de lo que les parece importante y no de lo que quita el sueño a la gente común, la mayoría siente que no son parte de “nosotros”, sino que integran una secta que quisieran reemplazar.
Ganan las elecciones quienes expresan naturalmente lo que está más allá de la política, o candidatos preparados, con equipos que los ayudan a analizar la situación y dialogar con electores complejos, que ya no son sumisos.
El concepto de nuevo poder se desarrolla en el libro de Jeremy Heimans y Henry Timms New Power. How anyone can persuade, mobilize, and su-cceed in our chaotic, connected age. El texto analiza más la comunicación empresarial e institucional que la política, pero es un aporte invalorable para trazar nuevas estrategias de campaña.
Sus reflexiones sobre las diferencias entre el poder y la comunicación de empresas y usuarios de la cadena Hilton y Airb&b, y entre otras empresas tradicionales y alternativas como Google, Amazon, Uber, nos motiva a preguntarnos: ¿si se han dado estos tan enormes cambios a nivel empresarial, cabe que la política siga siendo tan anticuada?