Ineptocracia
La ineptocracia se nutre de los más ignorantes porque son los más fáciles de manipular por su falta de conocimiento y de criterio
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Por Andrés Villota Gómez1
Un reciente estudio hecho por el Committee to Unleash Prosperity, en Estados Unidos, mostró que la mayoría de los funcionarios públicos dedicados a temas económicos y financieros en el gobierno de Joe Biden, jamás han trabajado y producido en el sector real de una economía de mercado, lo que los hace ineptos estructurales para poder formular políticas públicas en ese sentido porque desconocen las dinámicas del libre mercado y el origen del ingreso a partir del trabajo real, honrado y productivo.
Ese estudio deja entrever que, el Estado, se convierte en el empleador de los sin oficio, de los desahuciados del mercado laboral productivo, de los que nunca tuvieron el nivel mínimo para ser considerados en un proceso de selección de personal en una empresa del sector real o de los que no obtuvieron un puntaje mínimo para entrar a un programa académico que impartiera conocimiento que, en el futuro, fuera útil y productivo.
Salvo algunas excepciones, pareciera que la mediocridad, la ignorancia, la ineficiencia, la incompetencia y la ineptitud fueran pre requisitos del perfil ideal del burócrata contemporáneo, lo que nos lleva a concluir que la gran crisis institucional, social, económica y energética que azota a la humanidad, en la actualidad, es la lógica consecuencia de que el mundo sea una gran ineptocracia, gobernada por ineptócratas con un muy alto nivel de ineptitud.
La sociedad, que no es tonta, sabe que los mejores, los exitosos, los triunfadores, los más inteligentes están trabajando en las empresas privadas más eficientes y productivas. Y sabe que los mediocres, los poca lucha, los ignorantes, son los que se dedican al ejercicio de la política, por descarte, porque fracasaron en el intento por ser útiles y productivos al interior de una economía de mercado que premia, sólo, a los más capacitados, a los más eficientes y a los más productivos.
Los mejores que han tratado de participar en la política, los empresarios exitosos, por ejemplo, han sido excluidos por el sistema de la ineptocracia que solo es incluyente con ellos mismos, porque los ineptócratas necesitan de la mediocridad para subsistir y sobresalir.
La ineptocracia se nutre de los más ignorantes porque son los más fáciles de manipular por su falta de conocimiento y de criterio. Sin un prestigio que mantener, sin una credibilidad para guardar, no tienen nada que perder y todo por ganar. Ene enes, pobres diablos que, en su vida cotidiana, antes de ocupar un cargo público eran el hazmerreír en sus grupos de amigos que los consideraban seres pintorescos por su ignorancia proverbial a pesar de poseer el don de la palabra, digno de un culebrero.
Aunque nadie lo podía decir por la corrección política y porque, hábilmente, se convirtieron en intocables conformando movimientos políticos de minorías supremacistas, participar en política se convirtió en una actividad vergonzante. Es evidente que la sociedad lo sabe y que le molesta profundamente que sus impuestos se destinen a mantener a esa clase social parasitaria, sin mérito alguno, mientras que, los realmente buenos, se alejan de participar en el gobierno porque no quieren ser asociados con los ineptócratas tradicionales. La sociedad siempre ha admirado a los exitosos, a los trabajadores, a los más inteligentes, a los sabios.
Unos jóvenes de la Universidad Nacional de Colombia me contaban que sus dos compañeros más quedados, menos inteligentes, más poca lucha, él uno era Concejal de Bogotá y la otra era Representante a la Cámara por Bogotá. Supongo que, por eso, los bogotanos, tienen fama nacional e internacional de no ser muy inteligentes, ni capaces.
Los ineptócratas odian al presidente Donald Trump porque representa todo lo que ellos no son. Empresario, exitoso, brillante, estratega, hábil negociador, líder, buen ser humano, que no cobra sueldo por su labor de presidente y ha sido el único presidente que ha salido de la Casa Blanca con un patrimonio menor que el que llegó. La némesis de los que su única fuente de ingreso, en toda su vida, son los recursos públicos que le quita el Estado a los que sí trabajan y producen como el Presidente Trump. Son tan cortos de visión y tan tontos, los ineptócratas, que odian a los que les dan de comer.
Una persona que jamás ha sido productiva, desconoce el origen de los recursos con los que se paga el plato de comida que se comen. Eso tiene una trascendencia enorme en la gestión que se basa en gastar, gastar y gastar porque no tienen ninguna referencia real sobre el ingreso que genera el gasto. Saben los usos pero no las fuentes, elemental para entender la ecuación contable.
Causas intangibles como la paz o el cambio climático o la justicia climática o el empoderamiento femenino son las favoritas de los ineptócratas para esquilmar el dinero de todos los contribuyentes y poder movilizar recursos enormes a las cuentas de los ineptócratas a través de oenegés de fachada que nadie puede investigar o cuestionar por tratarse de causas nobles ejercidas por seres humanos pertenecientes a especies protegidas que se hicieron intocables gracias a la narrativa.
El ineptócrata promedio, solo puede existir en un Estado gobernado por incompetentes, mediocres, ineficientes e ignorantes que degenera en corrupción porque saben que, jamás, por fuera del Estado, podrán tener un ingreso y una calidad de vida tan altos. Tener la caja del Estado, les permite ser ineficientes, el mercado real, no.
Los ineptócratas, cuando llegan al poder, no se quieren ir nunca. No gobiernan, no hacen nada, solo se dedican a confeccionar su Golden Parachute para cuando se vayan, si es que algún día se van definitivamente. No se van para no perder esa vida llena de lujos, fama, fortuna y glamour, y porque no quieren ser investigados y condenados por robo y saqueo del erario público.
Pareciera que cada nombramiento que hace Gustavo Petro, viene con un carrito de súpermercado en el que van a poder echar todo lo que les quepa y se van a poder quedar con todo lo que echen adentro, durante todo el tiempo que Petro se mantenga en el poder, como en esos programas de concurso de la televisión en el que los participantes corren por los pasillos de un supermercado llenando su carrito apresuradamente y sin mayor estrategia.
Los ineptócratas, tal vez asumen que la riqueza de Colombia sale de los Cuernos de la Abundancia del escudo. Creen que gobernar se limita a subir los impuestos, pedir plata prestada y emitir billetes sin respaldo, lo que lleva a la quiebra a la economía y, al final, se quedan sin nada.
Probablemente, por eso, los congresistas del Pacto Histórico no se dejaron bajar el sueldo. Su instinto les dice que, posiblemente, no se queden hasta el 2026 y, mejor, toca ir por lo seguro mientras que se pueda.