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La amígdala cerebral y su efecto en el ámbito laboral

Renata Saucedo Melgar

Especialista en Adquisición de Talento IT, Psicóloga Organizacional

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¿Sabes cómo se llama el jefe “malo” que habita en nuestro cerebro? Si no lo sabes, aquí te lo comparto.

Antes de llegar al tema principal, es importante resaltar que si hablamos de Inteligencia Emocional (IE) es casi imposible no traer a la mente a Daniel Goleman, y en este ensayo, no será la excepción. Goleman en su libro “The Brain and Emotional Intelligence: New Insights” 2011, describe aspectos realmente valiosos para comprendernos a nosotros mismos inclusive en nuestro día a día a nivel de trabajo.

En su capítulo dedicado a explicarnos sobre el “autodominio”, Goleman nos hace saber que dentro de nosotros (el cerebro) existen partes primordiales para la toma de decisiones, que si bien no sería el ángel y el diablo (como siempre se nos ha mostrado en parodias, TV, cine e incluso memes) quienes nos aconsejan para tomar acción, Goleman los llama: jefe “bueno” y jefe “malo”.

El jefe bueno se situaría en nuestro córtex prefrontal del cerebro, éste actuaría como guía en nuestro mejor momento del día, nos ayudaría a autorregularnos cognitivamente y en nuestras acciones. Por otro lado, el jefe malo (en quien hoy enfocaremos más la atención) se situaría en nuestra amígdala cerebral. ¿Adivinen de dónde se desencadena nuestro lado de ira, impulso, miedo, violencia, etc.? ¡pues sí! ¡Nuestra pequeña pero gran amígdala cerebral!

Goleman es bastante claro al explicar que el jefe malo con sede central en nuestro cerebro, lamentablemente nos conduciría a tomar decisiones/acciones de las cuales saldríamos arrepentidos en la mayoría de los casos.  La buena noticia es que hay maneras de darnos cuenta cuándo se pronuncia este jefe malo y hacer un esfuerzo de quitarle protagonismo, poniendo en marcha el poderoso autodominio.

Antes de pasar a esa parte crucial, resulta que si logramos que ambas zonas del cerebro (el córtex prefrontal y la amígdala) tengan una buena interacción y esté equilibrada, sería eso tan ansiado que llamamos autodominio.

Ahora bien, al saber que el jefe malo es la amígdala cerebral, no quiere decir que tengamos que odiarla, incluso después de saber que por seguir sus consejos hacemos lo que dicen “metidas de pata” o que a muchos les lleve al despido, divorcio, cometer delitos, etc.  Sencillamente nuestra amígdala tiene una gran fortaleza para detectar peligros: recuerden que somos seres que sobrevivimos en el mundo gracias a la supervivencia, por tanto, si esta parte del cerebro detecta amenazas ¡zaz! Presiona luz roja y se apodera de todo el mando cerebral, dándose el efecto “secuestro amígdalar” como lo señala Goleman.

Sabiendo esto, imagínense este “secuestro amígdalar” en un día lunes, sea que estén trabajando desde casa o en la oficina, con o sin personas al lado, pasa esto:

  • 1ro: Desconcentración- perdemos el foco a nuestra tarea por pensar en algo que solo nos agobia (deudas, enfermedad, etc.)
  • 2do: Memoria Off- ¡cuidado! No es que seamos olvidadizos o no sepamos hacer alguna tarea en ese momento, puede que sea este secuestro amígdalar quien nos desconecte de la memoria y solo recordemos datos relacionados con la amenaza (experiencias o información negativa) dejando paralizado el resto de nuestro almacén de información.
  • 3ro: Mal humor- o también conocido como el “inflexible”, “poco innovador”, etc. hasta me animo a decir que algunos no odian los lunes, sino simplemente están con un secuestro amígdalar que empaña su día.

Entonces, quien está en pleno lunes de trabajo y tiene a su cerebro gobernado por el jefe malo, pasará a: responder huyendo (se siente incómodo donde está físicamente, quiere estar solo, etc.); responder paralizado (evita hablar, relacionarse, deja de hacer las cosas pendientes, etc.) o responder luchando (se enfrenta a su entorno, posiblemente responda mal verbal o físicamente, etc.). Goleman explica que esto ocurre por una descarga de hormonas del estrés (cortisol y adrenalina), del cual si el cuerpo se acostumbra a este escenario, lamentablemente pasa luego a ser diagnosticado como: estrés post-traumático, trastorno de ansiedad, depresión, entre otros.

Sabiendo lo anterior, ¿cómo detectamos si está sucediendo este efecto en nuestro entorno laboral?

Según Goleman, existen cinco detonantes:

  • Vernos sometidos a calendarios poco reales.
  • Tener la impresión de que no somos escuchados.
  • Sentir que no nos valoran.
  • Recibir un mal trato o trato injusto.
  • Ser objeto de condescendencia o falta de respeto.

Si contextualizamos estos detonantes, muchas personas podrán verse sometidas a la incertidumbre del país, y al temer quedarse sin trabajo la ansiedad puede secuestrarlos y hacer que trabajen más con menos. Esto no significa que sea un “secuestro amígdalar” grave, pero al ser leve podría volverse crónico con el tiempo.

¿Qué soluciones nos brinda Goleman en su libro “The Brain and Emotional Intelligence: New Insights” 2011?

  1. Debemos prestar atención si estamos o no sufriendo un secuestro amígdalar:

Goleman sugiere ser conscientes de lo que está ocurriendo en nuestra mente y decirnos:

  1. “puede que esté exagerando” “he perdido los nervios”, “estoy a punto de perder los nervios”, esto gracias a detectar señales/sensaciones que nos indican el inicio de un secuestro (cosquilleo en el estómago, impulsividad, malestar, entre otros).
  2. Planteamiento cognitivo: Auto convencerse de que no todo es gris, negativo o malo. Intentar verbalizar o pensar algo distinto a lo que nos secuestra: ej. “Ese individuo no es siempre atrevido, recuerdo casos en los que ha sido amable conmigo y quizá debería darle otra oportunidad.”, “no es la primera vez que me equivoco, puedo corregir ese error”.
  3. Recurrir a la empatía: Si un secuestro amígdalar ha surgido por algo que nos ha dicho alguien y nos molesta, Goleman sugiere pensar: ej. “Quizá me ha tratado así porque sufre mucha presión”.

Estas soluciones son a nivel cognitivo, sin embargo, existen también intervenciones biológicas o corporales que podemos realizar según Goleman:

  1. Meditación
  2. Relajación

Aunque estas prácticas requieren de un fuerte hábito mental, es necesario aplicarlo a diario para que se logren resultados. Lo importante según Goleman es ser conscientes de que tenemos que calmar nuestro cuerpo con algún método que funcione mejor para nosotros al detectar que estamos por sufrir un secuestro amígdalar y tengamos la condiciones de aplicarlo, ya que no debemos acostumbrarnos al estado de agobio.

Para finalizar, queda bastante claro que cada parte del cerebro tiene una importante función en nosotros que inclusive repercute en el trabajo. La comprensión de cómo funciona nuestro cerebro nos ayudará a comprender mejor nuestro cuerpo y, por ende, nuestras acciones.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Renata Saucedo Melgar

Especialista en Adquisición de Talento IT, Psicóloga Organizacional

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