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En el contexto de la actual grave crisis macroeconómica y financiera del país ha vuelto a resurgir la propuesta de dolarizar la economía, siguiendo los ejemplos del Ecuador, el Salvador y Panamá. ¿Es deseable? ¿Es factible?
La disciplina fiscal es una precondición para la sostenibilidad de un sistema cambiario, cualquiera que sea, fijo, flexible o intermedio. También lo es para la dolarización, que sea dicho de paso es un sistema de tipo de cambio superfijo porque el l sistema bancario, a través de sus operaciones de crédito, crea dólares nacionales, argendólares como se los llamaba en Argentina y bolidólares en nuestro país, que no son sustitutos perfectos del dólar americano, como lo testimonian, en una primera aproximación, las tasas de interés diferentes.
Se contaba en los años setenta que en Liberia, un país completamente dolarizado, los cheques del empleado público, emitidos en dólares, pero transferibles mediante endosos hasta donde alcanzaba el papel para las firmas, circulaban entonces como moneda. En términos técnicos, se decía que se había creado circulante. En la región, los gobiernos de las provincias argentinas asfixiadas por la convertibilidad, que era una cuasi -dolarización, emitían bonos, que circulaban como moneda, los “patacones.”
Cuando surgen crisis exógenas intempestivamente, como fue la del COVID en el 2020, es que se aprecia poder contar con una moneda propia. Economistas de gran reputación internacional, como por ejemplo O. Blanchard y J. Pisani-Perry, aconsejaban “imprimir” dinero que para aliviar a familias y a l empresas, en voxEU, 10-04-2020. Se reabsorbería, pasada la crisis, esta liquidez excesiva.
La función de prestamista de última instancia que tienen los bancos centrales es una de las más delicadas. Son prestamistas para el sistema financiero cuando este sufre, siendo solvente, corridas bancarias, por rumores mal intencionados o por ataques especulativos. Es una función para proteger al sistema y a los ahorristas en el sistema; no para beneficiar al gobierno. En países muy arrimados al dólar, como era la Argentina en la época de la convertibilidad, el Banco Central tuvo que hacer malabarismos para cumplir esa función, luego de que surgiera el contagio de la crisis mexicana (el tequilazo) en 1994-1995.
Son pocos los países dolarizados o con tipos de cambio superfijos. En la región Perú, Chile, Uruguay, Brasil, Colombia y Paraguay, en ese orden, sin necesidad de dolarizarse manejan muy bien su política monetaria y tienen inflaciones consistentemente bajas.
Si siguen las extravagancias del Trump el dólar dejará de ser la moneda segura, que había sido desde tiempos inmemoriales. Está perdiendo progresivamente su función de reserva de valor, como lo hace notar el profesor de Harvard Keneth Rogoff en Project Syndicate (03-06-2025). Muchos inversionistas, incluyendo bancos centrales, se están deshaciendo de sus activos en dólares o ya no los están comprando. Es así que las tasas de rendimiento de los bonos del Tesoro Americano han estado subiendo, lo que es lo mismo que decir que los precios de esos bonos están de bajada. Hay una relación inversa entre el rendimiento y el precio de un bono.
Es siempre riesgoso utilizar contrafácticos. Decir que al Ecuador, al Salvador y a Panamá les hubiera ido peor si no hubiesen estado dolarizados, no lo sabemos. La situación actual, como las perciben los mercados internacionales de deuda, resumidos en el riesgo país medido por el EMBI (Índice de Bonos de países emergentes) no es muy halagüeña para el Ecuador ni para El Salvador. A Panamá le va un poco mejor. Un factor determinante del EMBI es el de la fortaleza fiscal, lo que apoya la opinión de que la dolarización no la asegura per se.
Queda por último el cómo se dolarizaría. El BCB tendría que cambiar su pasivo de más de 132.000 millones de Bs (la base monetaria en moneda nacional ) con USD 2.118 millones (contando el oro). ¿A qué tipo de cambio lo haría? Por una razón similar, el presidente Milei, a pesar de todas sus bravuconadas y de sus lisuras, como dirían los peruanos, hasta ahora no lo ha hecho.