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Bad Bunny pasa por Chile con dos conciertos repletos. Los fans no le faltan. En febrero de este año agotó las 50 mil entradas disponibles para su primer concierto en el país en tan solo 2 horas. Con casi la misma velocidad, también se agotaron las entradas para su segundo concierto, y una vez más, el pasado 25 de octubre, cuando se hicieron disponibles algunas entradas adicionales. Al momento de iniciar la primera venta de entradas –para el primer concierto– había 800 mil dispositivos en la fila virtual esperando su turno para comprar. En la venta del martes pasado, había casi medio millón en esa fila. Claramente, la gran mayoría de los que querían asistir quedó sin entradas. Este fenómeno –común con los cantantes famosos– es un claro ejemplo de escasez, donde la cantidad de entradas demandadas superó con creces la cantidad de entradas ofrecidas. ¿Por qué pasa esto? Según la lógica económica, porque las entradas estaban demasiado baratas.
Quizá nadie esté de acuerdo con que las entradas estaban baratas. Galería estaba a $46.000. Sin embargo, cuando se hacen filas para comprar un producto, en general, es porque el precio de dicho producto está por debajo el precio de equilibrio (en el cual, la cantidad demandada es igual a la cantidad ofrecida). Lo mismo pasa cuando los gobiernos controlan precios: asignan un techo –por debajo del equilibrio– al precio que un vendedor puede cobrar por alguno de sus productos, resultando en escasez, filas y menor calidad. Para acercarse al valor de mercado, Bizarro (productora a cargo del concierto de Bad Bunny) tendría que vender las entradas usando un sistema de precio dinámico, donde el precio se va actualizando, dependiendo de la demanda y del precio de reventa en sitios oficiales. Más o menos como el sistema de tarifas de Uber. La estrategia de precio dinámico es muy impopular entre los fans porque hace que se encarezcan las entradas, pero es útil porque nos da más información sobre cuál es el verdadero valor que los fans le dan al concierto.
“Esto último, revela otro punto crucial en el pensamiento económico: el valor es subjetivo. Mientras que algunos jamás pagarán por ver o escuchar a Bad Bunny en vivo, otros estarán dispuestos a pagar mucho para estar lo más cerca posible de él en el concierto y poder subir una buena historia a Instagram.”
Esto último, revela otro punto crucial en el pensamiento económico: el valor es subjetivo. Mientras que algunos jamás pagarán por ver o escuchar a Bad Bunny en vivo, otros estarán dispuestos a pagar mucho para estar lo más cerca posible de él en el concierto y poder subir una buena historia a Instagram. Pero la rama de economía marxista no lo ve así. Los seguidores de ese pensamiento creen que el valor de algo proviene del trabajo que costó producirlo (valor objetivo). O sea que, en el caso de Bad Bunny, el precio que uno paga por la entrada es una suma proporcional de todos los factores que se incluyeron en el proceso de producción del concierto (sistema audiovisual, guardias de seguridad, clases de canto del artista, etc.). Esta teoría, es la base que los marxistas usan para concluir que es imposible ganar dinero sin explotar a los trabajadores. Pero la teoría está mal.
En el concierto de Bad Bunny, la sección más cercana al escenario es “La Playa” ($287.500) y la que está inmediatamente detrás es “Dakiti” ($172.500). Para Bizarro, no hay mayores diferencias entre los costos de organizar cada una de estas 2 secciones. Por eso, los más de $100.000 de diferencia entre secciones no se explican por el hecho de que “La Playa” sea más costosa para la productora, sino porque hay fans de sobra que, con su valoración subjetiva, estarán dispuestos a pagar el alto precio de esa sección. Así, la teoría del valor-trabajo queda como un sinsentido que nadie debería apoyar. En palabras del mismo Bad Bunny: “La vida es un ciclo, y lo que no sirve, yo no lo reciclo”.
*Este artículo fue publicado en fppchile.org el 29 de octubre de 2022