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La industrialización tiene más exigencias que las que suponen nuestros actuales gobernantes y es un proceso de largo aliento. Requiere también una arquitectura institucional que no la disponemos todavía. Como los resultados no son inmediatos y están rodeados de incertidumbre, la industrialización no sustituye a las medidas fiscales, monetarias y cambiarias para encarar la actual difícil coyuntura económica. La estabilidad macroeconómica es una precondición para la estabilización, no al revés.
La industrialización es una vieja aspiración del país, como política de desarrollo, no de estabilización. Vale la pena recordar lo que se ha hecho en el pasado. Se puede encontrar en Seoane (2016) y Cajías &Peres Cajías (2022 ) excelentes historias de nuestra industria. .
En el discurso del nacionalismo revolucionario de 1952 se proponía la diversificación económica, con producciones más allá de la minería. A pesar de esta aspiración de vieja data, lo que se ha logrado es muy poco. Sin mayor alarde había más industrialización, con las fábricas textiles y de metal mecánica que las establecieron los inmigrantes europeos y árabes, en la primera mitad del siglo XX.
En la segunda mitad del siglo pasado se puede consignar éxitos de industrialización en la producción de alimentos elaborados y algunos, más modestos, con base en el algodón y en la metal mecánica. Se impulsó a la Corporación Boliviana de Fomento como semillero de empresas industriales, con pocos logros. Los Programas Sectoriales de Desarrollo Industrial del Grupo Andino (ahora la Comunidad Andina de Naciones, CAN) fueron los proyectos más ambiciosos de sustitución de importaciones, pero a nivel regional. Un arancel externo común muy alto y una excesiva burocratización de las decisiones hicieron fracasar los programas. El tiro de gracia lo dio la orientación neoliberal que tomaron los países de la CAN.
El país apostó también por la metalurgia como complemento de la nacionalización de las minas. Queda la asignatura pendiente para las fundiciones de mostrar rentabilidad.
En el periodo neoliberal hubo un proceso de destrucción creativa. Muchas empresas industriales se cerraron, pero aparecieron nuevos y prometedores emprendimientos. Durante los gobiernos del MAS, la agravación del contrabando causada por el tipo de cambio sobrevaluado, ha frenado la expansión industrial. La participación de la producción de manufacturas, a pesar de destacables esfuerzos del sector privado, no aumenta con relación al PIB. Sigue estando alrededor del 17,5%. La tantas veces publicitada industrialización con el litio no despega hasta ahora, ni aún en sus fases menos complejas.
Para un desarrollo industrial sostenible es esencial el pleno respeto a los derechos de propiedad y, para las empresas estatales, suficiente protección legal para sus ejecutivos. Como la capacidad administrativa del país es baja, se tiene que tener una política para remediarla, por ejemplo, facilitando la vinculación universidad – sector productivo. La calificación de la mano de obra es también crucial.
Las empresas industriales deben poder acceder a financiamientos, no solo para su capital de trabajo sino también para para ampliar su capacidad instalada. Tienen que poder adquirir suficiente escala. En las empresas muy pequeñas hay baja probabilidad de innovación y de progreso técnico. La viabilidad de una “start-up” depende de entrar al radar de los grandes inversionistas.
Se necesita también una buena infraestructura de transporte y de comunicaciones. Las industrias tienen que contar con suficiente agua, electricidad, carburantes y divisas para sus insumos importados. Entre las políticas públicas de apoyo es importante la combinación idónea de tipo de cambio – aranceles, flexibilidad laboral, impuestos razonables, una legislación de patentes y de propiedad intelectual, y compras estatales ágiles y sin favoritismos. Porque está en su propio interés, las industrias modernas protegen el medio ambiente.
La industrialización no es soplar y hacer botellas. Por más admirable que sea industrialización de los países asiáticos, tiene muchas críticas.