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Aprovechando la vacación de invierno mis amigos y familiares fueron a mi natal Potosí por diversos motivos. Me comentaron que frente al descalabro argentino el comercio ilegal (contrabando) tiene incluso una feria callejera en la Villa Imperial.
En general me comentaron los precios de varios productos están a la mitad de lo que se vende en nuestro país, en especial en las ciudades del eje (Santa Cruz, La Paz y Cochabamba). Los productos de consumo masivo inundan las ciudades del sur.
Esta evidencia más bien casual es coincidente con lo que se puede inferir de las estadísticas oficiales.
Más allá de cuántos pesos argentinos se pueden comprar con un Bolivia, que en economía se denomina tipo de cambio nominal, nos interesa el poder de compra que tienen ambas monedas.
A esta medida se denomina tipo de cambio real. El cálculo oficial apunta a que los bienes producidos en Argentina son ahora en promedio la mitad de baratos de lo que valían en 2011, cuando se congeló el tipo de cambio. Esto explica la razón de la invasión de productos argentinos al sur del país que me comentaron mis allegados.
Pero no sólo ha hecho noticia el alza del contrabando, sino que las transacciones entre los argentinos y bolivianos en las fronteras se efectúan en moneda boliviana, algo que la prensa del vecino país ya destacaba en 2017 El Tribuno de Salta.
Más allá de las explicaciones coyunturales al respecto, la explicación económica es sencilla. Los severos desequilibrios macroeconómicos han hecho que la inflación sea más de 60% en estos meses en el país vecino, que contrasta con fuerza con la inflación menor a 2% en nuestro país.
Evidentemente es una buena noticia en términos de que nos hace recordar la importancia de mantener la estabilidad macroeconómica. Nuestros hermanos argentinos transan y ahorran en nuestra moneda porque es más estable.
Pero no debemos caer en el exitismo porque esta situación también ocurre por la falta de dólares estadounidenses, una moneda más estable y segura que las latinoamericanas, para las transacciones corrientes y el ahorro del país rioplatense.
En todo caso, algo que seriamente autoridades y sociedad civil debemos reflexionar es cómo preservar el clima de estabilidad monetaria en particular y macroeconómica en general.
El país requiere de forma urgente e imperiosa incrementar sus activos oficiales de dólares; es decir, sus reservas internacionales.
Con todas sus imperfecciones, la medida que más se usa en la actualidad de disponibilidad de reservas se conoce como ARA (por sus iniciales en inglés). Desde 2019 estamos por debajo de los umbrales aceptables. Y si vemos en perspectiva, la mayoría de los indicadores de reservas adecuadas se han deteriorado.
Los indicadores de reservas nos dan una referencia de cuánto necesitamos para estar tranquilos frente a cualquier eventualidad que implique necesidad de divisas.
Tenemos un respiro temporal por el buen contexto de precios internacionales para alimentos y minerales. No incluyo hidrocarburos porque las entradas y salidas de divisas por este concepto se compensan mutuamente en la actualidad, a diferencia del pasado cuando un alza del precio del gas significaba más recursos para el país.
Una nota personal final.
Viví dos años en Salta a fines de los años ochenta del siglo pasado. Me impresionó el desmedido gasto público y privado que observé en esos años de adolescencia. No me percaté que alguien debía pagar la cuenta y que no se podía vivir por encima de las posibilidades permanentemente.
El fracaso argentino es resultado de décadas de medidas económicas bien intencionadas, pero sin el respaldo mínimo de la lógica económica y de políticas basadas en la intuición más que en la evidencia.
Los resultados han sido pésimos porque “los descamisados” a los que tanto defendía Evita Perón se han multiplicado.
Corolario: Preservemos el orgullo del Boliviano tomando medidas correctas para garantizar la estabilidad y dejar de sobrevivir al límite como lo hemos hecho en la práctica desde 2019.