La libertad versus el poder en la Argentina de Milei
Ian Vásquez y Marcos Falcone sostienen que la administración de Javier Milei ha recortado el gasto público, bajado la inflación e implementado numerosas desregulaciones, pero la renovación libertaria de Argentina está lejos de haber concluido y se enfrenta al ataque de la oposición peronista.
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Por Ian Vásquez y Marcos Falcone
“El liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad”.
Así lo declaró el presidente Javier Milei de Argentina en su discurso inaugural el 10 de diciembre de 2023. Como había hecho durante años en innumerables apariciones en los medios de comunicación y discursos, y durante la campaña electoral, Milei citaba a su mentor intelectual, Alberto Benegas Lynch (h), el pensador liberal clásico más destacado de Argentina y académico adjunto del Instituto Cato. Ese concepto de libertad, añadió Milei, es el “nuevo contrato social que eligieron los argentinos”.
De hecho, los argentinos eligieron a Milei por mayoría aplastante con un programa explícitamente libertario, lo que demuestra la viabilidad política de esas ideas cuando se articulan bien. Su propuesta representaba nada menos que un cambio de paradigma: devolver la prosperidad al país al derribar ochenta años de estatismo extenso y enraigado y sustuirlo por políticas e instituciones que limiten el poder, restauren el Estado de derecho y abran la economía.
Sin duda, Milei estableció una agenda ambiciosa y se enfrentó al escepticismo generalizado de la corriente política dominante y la élite intelectual. Antes de su elección, más de 100 economistas, entre ellos Thomas Piketty, autor de El capital en el siglo XXI, firmaron una carta en la que advertían de la “devastación” que supondría la victoria de Milei. Incluso los oponentes de centro-derecha de Milei creían que un gobierno liderado por él no solo era indeseable, sino que probablemente colapsaría casi de inmediato.
El desafío de Milei se hizo aún más abrumador por la crisis económica que heredó. Veinte años gobernados en su mayor parte por el partido populista peronista de izquierda habían producido un 42% de pobreza, una inflación anual del 211%, un déficit cuasifiscal del 15% del PIB, una deuda pública masiva, un banco central prácticamente en quiebra y una economía que llevaba doce años estancada y ahora estaba en caída libre. Argentina se encaminaba hacia la hiperinflación, el impago de la deuda y el colapso económico total.
A pesar de esos retos, los primeros 20 meses de la presidencia de Milei han dado resultados impresionantes. Ha logrado más de lo que la mayoría de la gente esperaba y, en muchos sentidos, ha convertido el avance de Argentina hacia la democracia liberal en un ejemplo para un mundo cada vez más iliberal. Pero con la proximidad de unas elecciones intermedias críticas, un Congreso hostil deseoso de descarrilar sus reformas y turbias acusaciones de corrupción, Milei se enfrenta a nuevos retos para mantener el notable cambio de rumbo de Argentina y llevar a cabo su agenda libertaria.
El cambio de rumbo de Argentina
La recuperación de Argentina de la crisis ha seguido el patrón sobre el que Milei advirtió a sus compatriotas de una manera poco populista, atípica en la política argentina: que las cosas empeorarán antes de mejorar. “Prefiero decirles una verdad incómoda”, explicó, “antes que una mentira confortable”.
El dolor era inevitable, un legado de la mala gestión del pasado. Pero la recuperación también ha sido rápida. El PIB creció un 6,3% y la inversión un 32% en el segundo trimestre de 2025 en términos anuales, tras la contracción económica de la primera mitad del año pasado. Las estimaciones de crecimiento del Fondo Monetario Internacional y otros organismos para este año oscilan entre el 4,7% y el 5,5%. La inflación anual alcanzó el 289% a principios del mandato de Milei, pero ha bajado al 34%, o menos del 2% mensual, lo que sigue siendo alto, pero supone una mejora considerable. Tras aumentar inicialmente hasta el 53%, la pobreza se redujo al 32%, lo que sacó de la indigencia a más de 11 millones de personas. El consumo ha aumentado, el empleo ha crecido y las exportaciones han subido.
Milei ha logrado todo esto siendo fiel a su imagen de portador de la “motosierra”. Al dar prioridad a la estabilidad económica, recortó el presupuesto en un 30% y lo equilibró en su segundo mes en el cargo. Poner fin al gasto deficitario descontrolado de Argentina, una fuente crónica de inestabilidad, contribuyó en gran medida a reducir la inflación, ya que facilitó una política monetaria más disciplinada. La deuda pública ha caído un 12% en términos absolutos.
Argentina, que nunca había sido capaz de aplicar ajustes significativos sin incurrir en impagos de su deuda o caer en una inflación elevada o hiperinflacionaria, es ahora un raro ejemplo de austeridad expansionista. El presidente se ha comprometido a recortar aún más el gasto y ha prometido en repetidas ocasiones que, mientras sea presidente, el presupuesto no estará desequilibrado.
Milei también ha dado prioridad a la reducción de la burocracia y los trámites administrativos. Ha suprimido diez ministerios (ha eliminado algunos y fusionado otros), desechado cientos de sub-agencias y despedido a más de 53.000 empleados públicos.
Hasta agosto de 2025, Milei ha implementado la asombrosa cifra de 1.246 desregulaciones, unas dos al día. Las reformas han afectado a una amplia gama de sectores, desde la energía y la agricultura hasta el sector inmobiliario y la salud. Algunas de las desregulaciones desentrañaron los complicados controles del comercio internacional en Argentina, mientras que otras redujeron el papeleo y los trámites burocráticos para las empresas y abrieron mercados a la competencia.
Así, han surgido nuevos negocios y servicios, y los precios de numerosos productos han bajado. Por ejemplo, después de que el gobierno eliminara un sistema de licencias de importación, el precio de los electrodomésticos cayó un 35%. En otro caso, se exigía a los ganaderos que utilizaran una vacuna que protege contra la fiebre aftosa, pero que solo producía un laboratorio argentino: Milei liberalizó ese mercado y permitió que Argentina, un importante país productor de carne, importara vacunas del extranjero, donde costaban un tercio del precio.
La desregulación se ha llevado a cabo de plena conformidad con la legislación argentina y el proceso democrático del país, lo que ha reforzado su legitimidad y popularidad. En julio de 2024, Milei creó el Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, integrado por economistas y profesionales del derecho de reconocido prestigio. El ministerio ha liderado la mayor parte de las reformas normativas de Milei en virtud de una ley que otorgaba al presidente la autoridad para promulgar desregulaciones por decreto durante un año. Ese período finalizó el pasado mes de julio, pero las desregulaciones continúan a buen ritmo, ya que el ministerio se centra ahora en derogar las regulaciones que los presidentes anteriores promulgaron por decreto en lugar de aprobarlas en el Congreso.
Por último, pero no menos importante, Milei ha eliminado, dejado expirar o reducido unos 22 tipos de impuestos federales, en su mayoría aquellos que distorsionaban las estructuras productivas y el comercio. Entre las medidas más significativas se encuentran la reducción de los impuestos a la exportación en la agricultura y la expiración del Impuesto País, un impuesto que llegaba hasta el 30% sobre las compras de divisas.
Esas medidas son coherentes con el objetivo de Milei de abrir la economía. El presidente argentino ha elogiado el libre comercio y criticado duramente “la mentira proteccionista, porque en el fondo no es ni más ni menos que un curro entre los políticos y los empresarios prebendarios”. Con ese fin, entre muchas otras medidas, Milei redujo los impuestos y elevó el límite de compras en el extranjero a 3.000 dólares por paquete, y liberalizó la importación de una amplia variedad de productos, desde medicamentos hasta juguetes. También ha facilitado la obtención de visados para los ciudadanos de China y la República Dominicana y ha establecido normas internacionales para los refugiados y los solicitantes de asilo.
Historias de una economía más libre
Gracias a los recortes del gasto y la reducción de las regulaciones llevados a cabo por la administración de Milei, a los argentinos les resulta más fácil ahorrar, invertir y planificar el futuro. Desde los empresarios que amplían sus negocios hasta los inquilinos que pueden obtener hipotecas por primera vez, la vida cotidiana está empezando a cambiar.
Una de las primeras y más trascendentales reformas del gobierno de Milei fue el fin inmediato del control de los alquileres. Antes de Milei, las regulaciones sobre los alquileres eran extremadamente estrictas. Los contratos de alquiler debían establecerse por tres años y el alquiler debía pagarse en pesos en un contexto de inflación alta e impredecible, por ejemplo. Como resultado, miles de propietarios decidieron retirar sus propiedades del mercado, lo que redujo la oferta y aumentó los precios.
En un artículo de Reason publicado a principios de este año (reproducido en español), nuestro colega Ryan Bourne y uno de nosotros (Marcos Falcone) entrevistamos a Bruno Panighel, un consultor financiero de Córdoba, quien nos contó lo liberador que ha sido el cambio. En 2023, “los precios [de los alquileres] eran tan altos que, en muchos casos, resultaba más barato vivir en un hotel. Yo mismo hice los cálculos”, dijo Panighel. En solo un año, Panighel pasó de firmar contratos de tres meses, similares a los de Airbnb, sin certeza de que se cumplieran, a conseguir un contrato de alquiler de un año. Los propietarios ya no necesitan protegerse mediante contratos temporales y ahora pueden ajustar los precios de los alquileres según la inflación, tal y como acuerdan con la otra parte. Anteriormente, mientras la inflación anual superaba el 200%, los propietarios solo podían hacerlo una vez al año, lo que hacía que alquilar una propiedad no fuera rentable a menos que el precio inicial fuera extraordinariamente alto.
Aquí vemos a Pedro Gassiebayle en la granja de su familia, situada en la provincia argentina de Corrientes, al norte del país. Tras la desregulación de parte del sector agrícola llevada a cabo por Milei, Gassiebayle afirma que, por primera vez, puede reinvertir en la granja y centrarse en la eficiencia.
La ley de control de alquileres, que se suponía que debía proteger a los inquilinos, les dejó casi sin viviendas, salvo las más caras, tal y como predice la teoría económica. Hoy, la oferta de viviendas de alquiler se ha triplicado y los precios reales han caído un 30% desde que Milei derogó la ley por decreto en diciembre de 2023.
Pero no solo mejoraron las condiciones de alquiler con Milei: ahora también hay oportunidades para que las personas obtengan créditos y sean propietarias de las viviendas en las que viven. De hecho, Franco R., de 28 años, que pidió que solo se identificara su nombre de pila por motivos de privacidad, acaba de firmar una hipoteca a 30 años para comprar su primer apartamento en Buenos Aires, algo impensable hace solo un par de años. “Para los jóvenes como yo, solicitar un crédito hipotecario no era una posibilidad”, afirma. Según el banco central, en 2023 solo se firmaron 3.875 hipotecas en todo el país, pero esa cifra se triplicó en 2024.
Para argentinos como Franco, solicitar una hipoteca no solo significaba la posibilidad de comprar su propio apartamento, sino también poder quedarse en el país. “Si Milei no hubiera ganado, estaría pensando seriamente en mudarme al extranjero”, dice Franco. Esa es una decisión que han tomado más de 1,8 millones de argentinos desde 2013, según Guillermo Francos, jefe del gabinete de ministros del país. Franco R. firmó su hipoteca porque, entre otras razones, confía en que podrá pagarla mientras tenga trabajo.
De hecho, según el Banco Mundial, el crédito interno al sector privado en su conjunto representó solo el 15% del PIB de Argentina en 2023, frente al 71% en Brasil, el 109% en Chile y el 192% en Estados Unidos. Los bancos no prestaban dinero a la población porque su principal cliente era el Estado, que tenía unos déficits fiscales tan grandes que su demanda de financiación desplazaba la financiación para cualquier otra persona o empresa. Ahora que el país ha equilibrado su presupuesto, los bancos pueden volver a trabajar con el sector privado.
La vida también ha mejorado en el campo argentino. Pedro Gassiebayle, cuya familia posee tierras en la provincia septentrional de Corrientes, no recuerda una época en la que la ganadería fuera tan rentable como hoy. Gassiebayle afirma que “este es el momento de centrarse en la eficiencia”, una tarea que parecía imposible cuando la inflación se disparaba y el mero objetivo era sobrevivir. Con la eliminación de algunos controles de precios y la reducción de los impuestos a la exportación, ahora puede pensar en reinvertir en el negocio familiar, algo que antes no les resultaba atractivo. Durante mucho tiempo, los argentinos bromeaban diciendo que el mejor ministro de Hacienda de los países vecinos Brasil, Paraguay y Uruguay era el presidente argentino. Ya no es así.
Gassiebayle, que está pensando en incorporar más tecnología a su negocio, probablemente se beneficie de la importación de maquinaria agrícola usada, ahora posible gracias a las políticas del Gobierno de Milei. También puede dedicar más tiempo a su propio campo, ya que ahora está conectado al mundo a través de Starlink, un servicio cuyo funcionamiento estaba prohibido en Argentina —el octavo país más grande del mundo en superficie— hasta que Milei desreguló el mercado de Internet por satélite a principios de 2024. Antes de eso, estar en la granja de Gassiebayle significaba estar aislado del resto del mundo.
En otros casos, la mejora ha llegado a través de desgravaciones fiscales poco ortodoxas. Cecilia O., que pidió que solo se identificara su nombre de pila para poder hablar con franqueza sobre el sistema fiscal argentino, trabaja como autónoma en marketing digital. Está inscrita en el monotributo, un régimen simplificado del impuesto sobre la renta para trabajadores independientes con ingresos bajos y medios que les grava efectivamente en torno al 5% o menos. Introducido a finales de la década de 1990, el monotributo se concibió para los trabajadores que ganaban hasta 144.000 dólares al año. Pero durante las dos últimas décadas, los gobiernos peronistas no actualizaron el límite de ingresos del programa para adaptarlo a la elevada inflación, lo que redujo continuamente el límite del impuesto sobre la renta del programa. En diciembre de 2023, el monotributo se limitó en la práctica a unos escasos 6.300 dólares al año.
Si se descubre que alguien inscrito en el programa supera ese límite, las autoridades fiscales argentinas lo reclasifican como “autónomo”, una categoría en la que el impuesto sobre la renta sube abruptamente al 35% y en la que también se les exige pagar el impuesto al valor agregado del 21%. Para Cecilia y los otros 2,5 millones de personas inscritas en el programa, esto era catastrófico: salir del monotributo y convertirse en autónomos significaba un aumento de impuestos tan elevado que, en gran medida, hacía imposible el trabajo por cuenta propia.
«O persistimos en el camino de la decadencia o nos animamos a recorrer el camino de la libertad», declaró Milei en una conferencia coorganizada por el Instituto Cato y Libertad y Progreso en Buenos Aires en junio de 2024.
Cecilia recuerda cómo era hacer negocios antes de Milei: “Tenía dos clientes que me pagaban en negro y me enviaban dinero en efectivo a través de una plataforma de reparto para que no tuviera que facturarles y así no superara el límite del monotributo”. También eran habituales las historias de otros trabajadores independientes que pedían a sus familiares que solicitaran el monotributo y firmaran facturas falsas a su nombre. Todas estas pesadillas terminaron cuando el gobierno de Milei decidió en 2024 actualizar el límite del programa, que ahora es de unos 72.000 dólares, más de 11 veces lo que era antes. Aunque también se han derogado, reducido o dejado expirar otros impuestos, la historia del monotributo representa una enorme y silenciosa desgravación fiscal para millones de argentinos. “Ahora estoy tranquila”, dice Cecilia, que por fin puede centrarse en su trabajo en lugar de pasar tiempo con su contador tratando de navegar por las complicadas leyes fiscales.
La dramática batalla de ideas en Argentina
En una conferencia del Instituto Cato celebrada en Buenos Aires el año pasado, el presidente Milei prometió convertir a Argentina en el país más libre del mundo, al apelar una vez más a la tradición de libertad de la que Argentina se alejó hace al menos ochenta años. Fue un claro recordatorio de la dramática batalla de ideas en la que Milei ha involucrado a su país, donde el liberalismo clásico enfrenta a una forma perniciosa y muy argentina de estatismo.
Argentina prosperó en la segunda mitad del siglo XIX gracias a su constitución liberal clásica de 1853. El padre de esa constitución, Juan Bautista Alberdi, admiraba a los fundadores de los Estados Unidos, la Constitución estadounidense y a los líderes del movimiento independentista argentino de principios de ese siglo, quienes también tenían en alta estima a los fundadores estadounidenses.
A principios del siglo XX, Argentina se encontraba entre los diez países más ricos del mundo. En 1913, su renta per cápita era superior a la de Alemania, Francia, Suecia, Italia y España. El economista Armando Ribas calificó a Argentina como “un milagro de la historia”, ya que era “el único país creado bajo un proceso político-filosófico anglosajón o angloamericano e implementado por descendientes de españoles”.
De hecho, Argentina también se inspiraba en una tradición hispánica más amplia de libertad, que se remonta a la Escuela Española de Salamanca de los siglos XVI y XVII, que influyó en los pensadores de la Ilustración y en los propios padres fundadores de Argentina, como explica nuestra colega Gabriela Calderón de Burgos en su nuevo libro sobre los líderes liberales de los movimientos de independencia latinoamericanos, En busca de la libertad: vida y obra de los próceres liberales de Iberoamérica. Cuando Milei aboga por un retorno al liberalismo clásico “alberdiano”, también se inspira en esa tradición más amplia.
Al igual que en otras partes del mundo, las ideas antiliberales comenzaron a ganar terreno en Argentina en la primera mitad del siglo XX. Esto condujo a una ruptura definitiva con el liberalismo clásico en la década de 1940 con el ascenso de Juan Domingo Perón, quien, tras derrocar a un presidente electo con un grupo de oficiales militares, fue elegido democráticamente con una plataforma populista.
El sistema que estableció Perón se inspiró explícitamente en el fascismo europeo, que le inspiró tras sus visitas a la Alemania nazi y la Italia de Mussolini. Según Perón, en ambos países el Estado estaba organizado “para una comunidad perfectamente ordenada, para un pueblo perfectamente ordenado también, una comunidad donde el Estado era el instrumento de ese pueblo cuya representación era, a mi juicio, efectiva”.
Perón procedió a crear un Estado corporativo en el que el gobierno se organizaba con las empresas y los trabajadores para controlar la economía. El Estado repartía privilegios y actuaba como árbitro de los intereses en conflicto mediante la regulación y el gasto público.
El sistema peronista fortaleció los sindicatos, protegió a las empresas nacionales del comercio y la competencia internacionales, aumentó la propiedad estatal de las empresas, impuso impuestos a las exportaciones y controles de precios, produjo una explosión de regulación y, en general, centralizó el poder del gobierno. Las agencias gubernamentales, como el banco central, perdieron toda apariencia de independencia. El gasto público imprudente condujo a una política monetaria indisciplinada.
El resultado fue un sistema político de intereses arraigados que se fortaleció con el tiempo, independientemente del régimen político, y produjo ciclos recurrentes de alta inflación, crisis de deuda, devaluaciones e impagos. A través de auges y caídas, Argentina experimentó un declive a largo plazo. Desde 1950, ha pasado más tiempo en recesión que cualquier otro país del mundo y ha alternado entre la democracia y la dictadura. Política y económicamente, Argentina se convirtió en el país más errático de la región más errática del mundo.
Esa realidad dio lugar a un dicho popular entre los argentinos que se remonta al menos a la década de 1980: “Argentina es un país donde, si te vas de viaje 20 días, al volver cambió todo, y si te vas de viaje 20 años, al volver no cambió nada ”.
A diferencia de Alemania e Italia, donde la guerra acabó con el fascismo, el problema central de Argentina desde el ascenso de Perón ha sido que su corporativismo estatal, inculcado cuando el país aún era relativamente rico, nunca desapareció. Cuando Milei asumió el poder, 20 años de gobierno mayoritariamente peronista habían vuelto a llevar al país a la ruina y la represión. Según el Índice de Libertad Humana, una publicación anual conjunta del Instituto Cato y el Instituto Fraser de Canadá, la economía argentina era una de las más cerradas y reguladas del mundo, y tenía una de las peores políticas monetarias del mundo. En términos de libertad económica, Argentina ocupaba el puesto 159 de 165 países en 2023.
Frente a ese legado peronista, Milei se convirtió en el primer líder político en ochenta años en proponer que se derribara todo el Estado corporativista y se sustituyera por un gobierno limitado. “Abrazar las ideas de libertad”, explicó, “es la única manera de salir del pozo en que nos han metido”.
Cuando Milei convirtió la popularización del pensamiento libertario en una victoria política en 2023, llamó la atención del mundo. Pero, como documentó nuestro colega Daniel Raisbeck en ese momento, el ascenso de Milei no se produjo en un vacío ideológico: fue “el resultado de una lucha de décadas por parte de unas pocas personas para promover las ideas del libre mercado y los principios del liberalismo clásico en un entorno completamente hostil”.
Una de esas personas fue Alberto Benegas Lynch padre, quien fundó un centro de estudios en la década de 1950 e invitó al economista austriaco y destacado liberal clásico Ludwig von Mises a Argentina en 1959, después de que el peronismo hubiera generado algunas de sus primeras crisis económicas. En una conferencia durante su visita, Mises describió la recuperación de Alemania tras la devastación del fascismo en términos sencillos que siguen siendo relevantes para la Argentina actual:
Han leído en muchos periódicos y discursos sobre el llamado milagro económico alemán: la recuperación de Alemaniatras su derrota y destrucción en la Segunda Guerra Mundial. Pero no fue un milagro. Fue la aplicación de los principios de la economía de libre mercado, de los métodos del capitalismo, aunque no se aplicaran completamente en todos los aspectos. Todos los países pueden experimentar el mismo “milagro” de recuperación económica, aunque debo insistir en que la recuperación económica no proviene de un milagro, sino de la adopción de políticas económicas sólidas, y es el resultado de ellas.
En los años transcurridos desde la visita de Mises, las ideas liberales clásicas se difundieron y Argentina desarrolló el ecosistema intelectual más extenso y sofisticado de América Latina en apoyo de esas ideas. Alberto Benegas Lynch (h) fundó en la década de 1970 una escuela de negocios que impartía clases de economía austriaca, profesores liberales clásicos comenzaron a dar clases en importantes universidades y se fundaron think tanks de libre mercado en Buenos Aires y otras ciudades del país. Esa red ya existía cuando Milei se unió a ella e impulsó la batalla de ideas de su país, y sigue existiendo hoy en día.
Los argentinos pasean por una plaza cercana a la Casa Rosada, la sede de la presidencia argentina, mientras Javier Milei se acerca al segundo aniversario de su mandato. (Foto de Jon G. Fuller/VW Pics/Universal Images Group a través de Getty Images)
¿Esta vez será diferente?
¿Podrá Milei estar a la altura de los ideales del liberalismo clásico que defiende y de las altas expectativas que ha creado? ¿Podrá avanzar en su extensa y inacabada agenda? Y lo más importante, ¿será esta vez diferente de los anteriores episodios de ajuste y podrá Milei romper finalmente el dominio del peronismo sobre el sistema político del país?
Estas preguntas son especialmente relevantes en vísperas de las cruciales elecciones de mitad de mandato que se celebrarán en Argentina a finales de octubre. Al fin y al cabo, los logros de Milei se han producido con un Congreso en el que su partido solo ocupa alrededor del 15% de los escaños. Para continuar con su agenda de reformas, el partido de Milei necesitará contar con al menos un tercio de la legislatura, una proporción lo suficientemente grande como para impedir que la oposición anule cualquier veto presidencial y, por lo tanto, lo suficientemente grande como para eliminar las amenazas legislativas peronistas.
Los peronistas ya han intentado socavar el equilibrio fiscal de Argentina —el eje central de la agenda reformista de Milei— al aprobar proyectos de ley de gasto que provocarían un déficit presupuestario y anular los vetos sobre parte de ese gasto. Del mismo modo, recientemente se ha hecho público, en un momento políticamente oportuno, un audio grabado en secreto el año pasado en el que un alto funcionario alegaba corrupción por parte de la hermana de Milei. Milei ha calificado estas acusaciones de mentiras. En el momento de redactar este artículo, se están investigando y aún es demasiado pronto para juzgar.
Además, el propio Milei ha establecido dudosas alianzas electorales con los peronistas, lo que ha alejado a parte de su base. Aunque él afirma que estas alianzas son necesarias para derrotar al peronismo en los distritos donde es más fuerte, muchos temen que estos peronistas abandonen rápidamente el partido de Milei tras las elecciones de mitad de mandato de octubre y debiliten su posición en el Congreso. Esto ya ha ocurrido en el pasado.
Todos estos acontecimientos han debilitado el peso y han generado cierta incertidumbre sobre el futuro político de Argentina, ya que sugieren la posibilidad de que el peronismo recupere fuerza y socave las reformas de Milei. Lo que es seguro es que la oposición peronista está dispuesta a llegar muy lejos, incluso a provocar inestabilidad o crisis económica, para obtener beneficios políticos. Milei tiene una notable ventaja a nivel nacional sobre la oposición, pero la relevancia política y la fuerza del peronismo, como se ha demostrado en las recientes elecciones locales en la provincia de Buenos Aires, se han convertido en las principales amenazas para la economía argentina.
Argentina aún necesita implementar reformas importantes, muchas de las cuales requerirán el apoyo del Congreso, para convertirse en uno de los países más libres del mundo. A pesar de los avances en la reducción de las barreras comerciales, la economía sigue estando muy cerrada y el país sigue perteneciendo al bloque comercial proteccionista del Mercosur. Es necesario llevar a cabo una reforma laboral (la normativa laboral argentina es una de las más rígidas del mundo), una reforma de las pensiones, la privatización de las empresas estatales, una amplia reforma fiscal y una mayor desregulación. También deberían eliminarse por completo los controles de capitales.
Lo más urgente es que Milei liberalice el tipo de cambio. Su gobierno optó por estabilizar la economía antes de abrirla al mundo, y esa estabilización es sin duda responsable de gran parte del notable éxito de Milei. Pero el tipo de cambio controlado también provocó una sobrevaloración del peso que comenzó a ralentizar la economía a principios de este año. El actual esquema cambiario, establecido en abril, en el que el gobierno fija límites máximos y mínimos al valor del peso, también es incompatible con los principios del libre mercado, ha requerido la intervención gubernamental y hace que la moneda sea vulnerable a ataques especulativos que podrían provocar una crisis económica y socavar el programa de reformas, algo de lo que los peronistas, cada vez más asertivos, son muy conscientes.
Por último, Milei debería cumplir su principal promesa electoral de dolarizar la economía y cerrar el banco central. La dolarización, que permite a los ciudadanos utilizar la moneda que elijan, estabilizaría aún más la economía. Por su parte, el cierre del banco central pondría fin al eterno facilitador de la inestabilidad macroeconómica de Argentina y supondría un compromiso institucional creíble con la estabilidad.
Afortunadamente, lo que hace más diferente a Argentina esta vez es el mayor activo actual del país: la creencia de Milei en los mercados libres y su historial de llevar al país en esa dirección. Eso difiere significativamente de los esfuerzos de reforma poco entusiastas o seriamente incoherentes de los gobiernos anteriores. De hecho, Milei sigue prometiendo la dolarización y el conjunto completo de reformas de mercado, incluso cuando se enfrenta a restricciones políticas.
Para Estados Unidos, Argentina es un ejemplo aleccionador de un país que en su día fue próspero, pero que comenzó un largo declive al alejarse de sus raíces liberales clásicas. Sin embargo, bajo el mandato de Milei, hasta ahora también ha sido un ejemplo para el mundo en un momento en el que tantos países han optado por caminos antiliberales. El éxito de los esfuerzos de Milei por restaurar la democracia liberal es más importante que nunca.