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Sí, porque el régimen de Luis Arce anda ensimismado: él con su rostro imperturbable, su ministro de ‘Injusticias’, Iván Lima que ignora los derechos de quienes son ajenos a su entorno político y maneja el poder judicial desechando su independencia e imparcialidad, amén de un Vice ‘desnortado’.
La lucha política continua porque el ex Morales, desde su reino en Chapare, expande la ilegal cadena capitalista coca-cocaína y quiere recuperar el poder del que usufructuó 14 años. Lo acompañan en ese embate su ex vice, quien se asume como el último jacobino de la historia y un exministro sociópata que quiere a los opositores políticos “conviviendo con gusanos”. Todo revuelto en el variopinto universo del Movimiento al Socialismo(MAS) y su interna populista y demagoga.
La sociedad democrática, sin amparo alguno ¡les exige el cumplimiento de la ley!, mientras ellos abusan, destrozan vidas y haciendas, judicializan la política y politizan la justicia con guillotinas judiciales, sin cortar cabezas, sí, pero dejando al país malherido. En esta lucha política tan asimétrica frente al poder del MAS, que se concibe y se quiere total, pareciera que no tiene destino la democracia como convivencia entre diferentes y respeto a la diversidad. No obstante, mientras haya gente, ciudadanía y pueblo que no se rinden frente a esa evidencia de poder antidemocrático y centralista rotundo ¡la lucha política continúa!
Es una contradicción, pero toda historia está construida desde la confrontación de ideas a veces antagónicas, como democracia contra dictadura. En Bolivia desde hace 16 años. Es la dialéctica, frente a la que el MAS, que nunca fue demócrata, construye muros para que nada cambie, como el Censo postergado hasta 2024, y la Reforma al Poder Judicial subsumida por el poder político autoritario, Iván Lima mediante.
Tan ensimismados van, que creen que la sociedad boliviana democrática ha olvidado que a la expresidenta constitucional Jeanine Añez Chávez la condenaron a diez años de prisión, previos 15 meses de abusiva detención preventiva, por “incumplimiento de deberes…”. Se trató del caso “Golpe de Estado II”, urdido con alevosas mentiras para lavarle la cara al que hizo fraude, luego renunciante y huido expresidente Morales a México, en noviembre 2019.
“Incumplimiento de deberes” fue el que él acometió por no haber respetado el voto del referéndum del 21 de febrero de 2016, que le dijo NO a su cuarta postulación como candidato a la presidencia. Con esa postulación (2019) violó el artículo 168 de la Constitución que solo admite dos elecciones continuas. Ese es el origen de la crisis política que vive Bolivia y que repercute en el propio MAS, hoy con tres cabezas: un presidente, un vice y un ex que piensan en la elección del año 25, bicentenario de la fundación de la ex República, de la que abjuraron y prostituyeron sus instrumentos democráticos: elecciones y voto universal.
Ya en el exilio argentino, previa visita a Cuba, Morales y compañía tramaron la deliberada falsedad de ‘Golpe de Estado’. Como no pudieron probar que la expresidenta cometiera los delitos de terrorismo, sedición y conspiración con el caso golpe de Estado I, se inventaron el caso II. Desdoblar un caso para inventar otro, es un exabrupto jurídico y evoca al dicho “tirado de los pelos”, como el troglodita o el macho actual, que lleva a una mujer arrastras. Todo para castigar a la expresidenta y limpiar el nombre fraudulento, vengativo, amén de otras rufianadas, de Morales.
Quienes deben ser juzgados por terroristas, sediciosos y conspirativos son él, su vice y sus colgandejos por haber ejercido violencia estatal contra la sociedad boliviana, a la que querían incendiar con una guerra civil.
A despecho de sus verdugos, la expresidenta Jeanine Añez, desde la cárcel, está en plena rehabilitación emocional y física. En Bolivia la lucha política continúa. Nadie se rinde.