Escucha la noticia
Escribo mi opinión semanal este domingo de Navidad para empezar a ser publicada desde mañana y, recibo y envío decenas de mensajes por los que nos deseamos feliz navidad, etc; todos con sus matices y estilos que al final del día, significan prácticamente lo mismo: que el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, traiga a nuestras vidas paz, amor y felicidad.
Habrá quienes no necesariamente abordan el tema desde Jesucristo (lo bueno para ellos que aún así, son amados por el Señor), pero probablemente esos sus buenos deseos pese a ello, son genuinamente brindados, sea desde donde lo sientan y vivan.
Alguna vez leí en algún lugar el significado de la felicidad y eso se ha quedado en mi mente y mi corazón: ser feliz es ni más ni menos que vivir en paz. Suena simple y conciso, pero encarna un profundo significado y desafío que definitivamente tiñe cotidianamente la existencia de cualquier ser humano y, aunque suene hasta elemental en alguna medida y trillado para varios, suele frecuentemente pasar desapercibido seguramente por los sucesos cotidianos que vamos enfrentando y nos alejan de esa valiosa percepción.
Y es que seguramente vivir en paz en el mundo actual suena algo mínimamente complicado de cara a la cotidianidad. Por ejemplo, para quienes nos damos aires de críticos contra el sistema -cualquiera sea el que eligen apuntar con sus dardos en cada caso- pareciera a primera vista que se está muy lejos de esa paz. Nooo, más bien -entiendo- que precisamente ser feliz y vivir en paz, alcanza precisamente ejercer el sagrado derecho de disentir que forma parte del derecho fundamental a la libertad de expresión que se asienta en la libertad de pensamiento y, algunos privilegiados como este escribidor, encima gozamos del delicioso privilegio que varios medios nos publiquen formalmente y luego las RRSS hacen lo suyo, multiplicando nuestro pensamiento.
Aunque afortunadamente, hoy en día ya no es estrictamente necesario lograr -bien complicado es- que un editor confié en tus habilidades incluyéndote en su elenco de “opinadorcitos” (siempre denostados por el poder) pues, aunque seguramente con algún menor impacto, todo ser humano tiene a su disposición las RRSS y puede meterle no mas su opinión, empezando por los fabulosos memes (mis respetos a sus creadores) o lo que sea, piense o decida difundirlo. Larga vida pues a la libre circulación de ideas, sean las que se trate.
Naturalmente, el ejercicio de la felicidad entendida como vivir en paz, abarca muchísimo más; pero indudablemente aunque suene obvio, empieza o parte desde lo profundo de cada ser humano. Mi vivencia personal -disculpen que la ventile, para quienes así lo consideren- es que la diferencia la hace Dios. En la medida que todos los días de tu vida, sientas pase lo que pase su presencia y te dejes alumbrar por sus enseñanzas, estarás armado del mejor sentimiento que, definitivamente marcará una significativa diferencia en tu existencia.
Lo que aquí escribo, no implica necesariamente una pretensión de mi parte de imponer un estilo de vida y peor de mi vivencia, es apenas una suerte bastante débil posiblemente de evangelizar; es decir, predicar la fe en Cristo y sus deliciosas enseñanzas y corresponde al sentimiento que me embarga en estas fiestas navideñas.
Ser feliz es pues -entre otras múltiples facetas según cada persona- cuestionar al poder; intentar aportar herramientas para el discernimiento desde las habilidades que uno ha podido desarrollar (las mías desde el Derecho); transmitir ideas y en fin, ejercer ese delicioso derecho fundamental a la libre expresión, teniendo como base el sentimiento Cristiano que al final de día, hace también a los Derechos Humanos. Felices fiestas y que Dios ingrese y/o permanezca en nuestras vidas. “VAYAN POR TODO EL MUNDO Y ANUNCIEN LAS BUENAS NUEVAS A TODA CRIATURA”. Marcos 16:15
