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La crisis financiera internacional de 2008 fue la más grande después de la “Gran Depresión” de 1929: contracción aguda de la producción, se perdieron millones de empleos, colapsó el sistema financiero y la pobreza aumentó.
La fallecida Reina Isabel de Inglaterra visitó la Escuela de Economía de Londres (LSE por sus iniciales en inglés) e hizo una pregunta incisiva: ¿Por qué nadie se percató? En estas líneas ensayo algunas respuestas a la crisis de balanza de pagos que experimenta Bolivia desde febrero del año pasado.
La primera es que no se anticipó la magnitud y velocidad de la contracción del sector de hidrocarburos. Por la alta opacidad y una pésima estructura institucional, no se previó el tamaño del descalabro y sus efectos en las finanzas públicas y la entrada de divisas. Y a la par se pensó que el proyecto del litio iba a generar réditos adecuados, lo que no ha pasado.
Una siguiente razón, ligada a la anterior, es que tampoco se analizó que la falta de una buena gobernanza en el sector y el atraso en el precio de los combustibles iba a generar una fuerte salida de recursos por gasolina y diésel, que al final se habrían desviado parcialmente a otros rumbos.
La tercera es que no se avizoró que el contrabando significaba una sangría de divisas importante para el país en su conjunto. Sólo se vio como un fenómeno que siempre se había dado y existió permisividad con este flagelo y su prima hermana, la informalidad.
Otra explicación, tal vez es la más importante en términos de sensación infundada de confianza, es que las exportaciones de oro aumentaron de forma imprevista y sus divisas beneficiaron a todo el país. El problema es que esa producción no se habría originado en el país, sino en Perú y Brasil. Por tanto, no significaban divisas frescas, sino recursos temporales. Cuando ya no fue tan rentable el contrabando de oro, estos dólares cesaron e impactaron rápidamente en todo el país.
La quinta es que se activaron mecanismos de corto plazo para apuntalar y subir las reservas internacionales incluso desde 2017. Estas incluyen la operación financiera entre el banco central y las entidades financieras mediante las cuales los dólares de los ahorristas se convirtieron en reservas internacionales y, desafortunadamente, se usaron para operaciones externas.
Todos los factores anteriores hicieron que las autoridades no se percaten de que las fuentes de divisas se iban a agotar rápidamente, lo cual no generó los incentivos para promover exportaciones como tardíamente se está tratando de hacer o de captar financiamiento temporal externo que también se hace tarde, cuando tuvo que ser gestionado al inicio de la actual administración como sexta razón.
Pero ninguna de las anteriores son las causas. Cada una tiene una explicación particular.
La primera, hidrocarburos y litio, es que no hay leyes que promuevan la explotación sostenible y compartida entre los sectores público y privado, además de una falta de gobernanza corporativa en las empresas públicas. La segunda porque no se tuvo una visión técnica para crear un mecanismo sostenible de apoyo a familias vulnerables en lugar de un subsidio muy costoso, además de crear gobernanza pública.
La tercera y la cuarta se originan en la debilidad institucional y en la cooptación del Estado por grupos de interés relacionados a la actividad informal e ilegal de contrabando y de explotación aurífera.
La quinta y la sexta se explicarían porque las instancias fiscal, monetaria y financiera no construyeron las instituciones, capacidades técnicas y mecanismos para preservar la estabilidad económica y financiera y la sostenibilidad externa.
Sintetizando: i) exceso de confianza en las débiles capacidades estatales; ii) institucionalidad ausente en el sector público; y, iii) incapacidad para impulsar la legalidad del sector privado invisible y apoyar al formal establecido.
Los premios Nobel de economía Duflo y Banerjee lo resumen en tres Íes para nuestro y otros países: ideología, ignorancia e inercia.