Opinión

La tierra de la confusión

Una economía pensada hacia atrás

Enrique Gonzales

Escritor, Coordinador Regional para los Andes de EsLibertad Latinoamérica

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Hoy se repite con frecuencia – tanto por empresarios como también por políticos – que es necesario “estimular la economía” a raíz de lo ocasionado por la pandemia en 2020. Pero, ¿a qué se refieren exactamente con «estimular»? En esencia, se trata de la idea de que un mayor gasto en consumo “activa” una serie de mecanismos que genera inversión, empleos y mayor producción.

Cuando aparece la expresión estimular, parece decir que se piensa en la economía como si se tratase de una máquina que tiene una falla técnica, la cual implica una indiscutible necesidad de reparo debe ser realizado conscientemente por alguien. Bajo esta lógica mecánica, la economía requiere la intervención de una serie de agentes que deben ponerla a punto otra vez. Generalmente el gobierno comienza a dar los pasos iniciales a través de políticas fiscales o monetarias con el fin de incentivar el consumo de bienes y servicios.

Hay un razonamiento – muy convincente –, detrás de estos actos: aumentar el gasto público y estimular el gasto (consumo) de privados, es una solución sin costos que no podemos ignorar.

¿Por qué sin costos? Porque lo que se piensa es que no importa cuánto dinero ni de quién es el que se gasta (es decir, no importa si es con deuda) ya que, al momento de gastarlo, se requerirá mayor inversión y empleos para satisfacer la demanda y así, la economía se reactivará y con las ganancias podremos pagar las deudas que nos dieron el impulso.

Como ya mencioné, esto es muy razonable… pero es falso. Veamos la idea con un poco de detenimiento.

En el paradigma dominante, la economía está centrada en el estudio de la asignación de medios que son escasos y susceptibles de usos alternativos. Es decir, la economía es un asunto técnico de optimización y maximización de cosas que se suponen dadas y conocidas al momento del estudio, además de que permanecen invariables en el tiempo. El problema con este enfoque es que deja la puerta abierta a consideraciones erradas como la que se aborda en este escrito. La economía no es algo que deba tratarse como un mecánico trataría a un auto. Quien estudia economía no debe considerarse a sí mismo como un cirujano que debe conocer todas las partes del cuerpo humano para poder detectar y solucionar cuanto problema se presente y a tiempo. La economía no es una máquina que se estimula o se apaga, la economía es un proceso.

Es la participación de las personas en un ambiente en el que intentan satisfacer sus necesidades y alcanzar sus fines – siempre subjetivos – a través de intercambios. La economía no es el estudio de medios objetivos sino del ambiente (institucional, social, etc.) en el que los individuos, imperfectos, interactúan e intercambian para mejorar el estado en el que viven. Las personas actúan hoy, en el mercado, para mejorar su situación de vida en el mañana.

Es importante comprender esto ya que deja en evidencia que este proceso tiene un protagonista: el individuo, y a su vez, éste último tiene una característica: la creatividad.

En la teoría empresarial elaborada por pensadores de la Escuela Austriaca, el individuo creativo, perspicaz e innovador ejerce la función empresarial que no es más que darse cuenta de qué acciones pueden tener lugar hoy y que representarán beneficio futuro.

De esta idea puede deducirse entonces que toda acción transcurre en el tiempo. Sin embargo, eso no lo es todo, sino que aquí ingresa una pieza fundamental para comprender el error de quienes piensan que a la economía la impulsa el consumo (o el gasto): Una acción, destinada a mejorar las condiciones de vida a futuro, conlleva la necesidad de reprimir cierto consumo presente con el fin de destinarlo a la consecución de objetivos futuros. En otras palabras, ¡se necesita ahorrar!

Es el ahorro, que no es más que al restricción deliberada y voluntaria del gasto en consumo presente, lo que nos da el impulso para la inversión, que finalmente trae más productos y servicios, y más empleo.

Por otro lado, el individuo creativo, protagonista del proceso de mercado, debe lidiar con la incertidumbre. Es decir, con la posibilidad de error. La incertidumbre es la diferencia que existe entre su planificación y el resultado final; por lo que necesita ser muy perspicaz para mitigar el error. Pero como el ser humano no es perfecto, sus acciones generan también descoordinaciones en el proceso que pronto serán captadas y abordadas por otros individuos creativos que a su vez generarán lo mismo. El mercado entonces es un proceso ad infinitum de coordinación y descoordinación.

Siguiendo esta lógica no cabe pensar en una economía mecánica que necesita ser estimulada, ya que en dicha economía se excluye al protagonista de los procesos sociales y principal responsable de la coordinación. Al quitarlo de toda consideración, se quiere justificar la acción gubernamental que estimula el consumo, que es lo único que puede estimular en ausencia de quien genera lo importante: el ahorro.

Bien, entonces hasta este punto debe quedar claro que pensar en una economía que se mueve por el consumo es poner el carretón adelante de los bueyes. Cuando el individuo emprendedor actúa para construir su futuro, especula sobre lo que va a suceder… Saca conjeturas sobre el curso posible y para minimizar el riesgo de error, se apoya en un instrumental que le permite mitigarlo. Cuando produce, lo hace antes de que el gasto se realice.

En otras palabras, el ahorro, la inversión y producción ocurren antes de que la gente gaste en el producto final y no a revés. El consumo no puede estimular la inversión porque el consumo es la consecuencia de inversiones previas, no su causa.

Espero que este breve escrito sirva para cuestionar el modo en el que las cosas se manejan en la actualidad y en Bolivia, que no es la excepción. Una economía enfocada al ahorro, promueve la inversión y una economía enfocada al gasto, culmina en el despilfarro de medios que ahora, al desaparecer, no generarán mayor beneficio a futuro.

Terminé de escribir este artículo sin que tenga un título… Lo dejé para lo último ya que no se me había ocurrido algo. A tiempo, cuando lo finalizo, en mi playlist suena Land of confusión de la banda británica «Genesis», una de mis favoritas. En la letra se habla de personas al poder que, al encontrarse muy confundidas, provocan más problemas de los que creen que solucionan. Es un llamado a mejorar el lugar en el que vivimos y convertirlo en lugar en el que valga la pena vivir.

No planeo dar respuestas absolutas y solucionar todos los problemas que nos aquejan o que generan inconvenientes a la ciencia económica. Mi propósito es contribuir un poco a generar una corriente más reflexiva de pensamiento y tener una mirada crítica de las ideas económicas que hoy se sostienen con firmeza pero que no son más que el fruto desgastado y dañino de la tierra de la confusión.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Enrique Gonzales

Escritor, Coordinador Regional para los Andes de EsLibertad Latinoamérica

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