La trampa de AMLO
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El reciente ingreso de la Policía ecuatoriana a la embajada de México en Quito, para detener al cleptócrata ex vicepresidente Jorge Glas, tiene una historia previa que, si no justifica esa violación a la Convención de Viena, sí nos puede ayudar a entender el contexto de los sucesos.
Desde la entrada del correísta Glas en la legación mexicana, en diciembre del 2023, el tema se encontraba en estado latente, con pedidos del gobierno ecuatoriano de entrega, pero fue el 3 de abril cuando el asunto pasó a una escalada, que tiene todos los visos de haber sido buscada intencionalmente por el presidente de México.
Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es un viejo lobo de mar de la política populista, dueño de un estilo oratorio que parece casual y coloquial, sin las ampulosidades y violencias retóricas de otros exponentes del club socialista del siglo XXI, pero que, tal vez por eso mismo, puede ser mucho más efectivo.
En la fecha citada, en medio de su conferencia de prensa habitual, AMLO desgranó como al pasar una tesis sobre el homicidio del postulante presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio, apuntando que antes de eso “iba primera la candidata de Revolución Ciudadana” (partido de Rafael Correa) y sugiriendo que fue ese crimen el que puso “de manera muy extraña” a Daniel Noboa en la presidencia de Ecuador.
Esta pieza de provocación estratégica cumplió su cometido, desatando en los días siguientes un fuego cruzado de represalias diplomáticas entre ambos países, escalada que culminó con el ingreso de las fuerzas policiales al espacio extraterritorial mexicano para la aprehensión de Glas, quien tiene sentencias en firme por corrupción en el Caso Odebrecht y en el Caso Sobornos 2012-2016.
Noboa había caído en la trampa de AMLO y ahora todo el debate continental sobre el Estado de Derecho e institucionalidad, que hasta hace pocos días estaba centrado en las proscripciones impuestas por Nicolás Maduro en el proceso electoral venezolano, cambió de foco hacia el conflicto diplomático mexicano-ecuatoriano.
Más allá de los beneficios electorales específicos que López Obrador puede cosechar de esta coyuntura para la candidata presidencial de su partido Morena, Claudia Sheinbaum, a través de la manipulación de la demagogia nacionalista, la jugada parece muy conveniente para la coalición de populismos asociada en el Foro de Sao Paulo y en su círculo externo, el Grupo de Puebla, que AMLO lidera. Se ha reagendado a la prensa y a los gobiernos latinoamericanos.
Ante este panorama, queda hacer algunas recomendaciones: 1) no olvidar a Venezuela y reinstalar a la brevedad posible el debate sobre la pérdida de garantías electorales en ese país; 2) tener en cuenta que Ecuador se encuentra bajo el asedio a gran escala de bandas criminales, detrás de las cuales bien puede estar la mano de uno o varios narcoestados de la región; y 3) remarcar la necesidad de un estudio más profundo sobre la cultura estratégica del bloque autoritario-populista en sus distintas articulaciones.