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¡Linda mujer, libre y loca! Ojalá sea muy contagiosa esa locura

José Rafael Vilar

Analista y consultor político

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Linda loca Amparo, mujer libre y loca de fe, dignidad y valor.

El Poder engolosinado es una mala enfermedad: el tuerto piensa que todos somos ciegos; el tullido, que los demás no podemos movernos; el pícaro, que estamos tontos. No hay peor malacia que la de creerse inmortal (pregúntesele a Evo y sus 500 Años del Poder o Hitler y su Reich de un milenio), como no hay peor ignorancia que la de “la invencible impunidad”.

Pueden ganarse o perderse batallas (como los cocaleros de Los Yungas) pero lo difícil es ganar una verdadera contienda. Pueden los corifeos genuflexos del Poder asaltar violenta y subrepticiamente un edificio, intentar robar un símbolo, creer doblegar una resistencia, pero cuando el vallado —la pared, el muro— es de imponderable dignidad —tangible sólo para las conciencias— se estrellan y fracasan.

Ésa es la enseñanza de María Amparo Carvajal Baños durmiendo 40 días en la puerta de la violentada y violada Casa de los Derechos Humanos, sede de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (APDHB): el 2 de junio, amparados en la noche —la “hora en la que todos los gatos son pardos” y los delincuentes se camuflan— y con la protección cómplice de los “administradores del ejercicio de la fuerza” que le dan soporte al Poder, el grupo de ministriles de ese mismo Poder que no pudieron conquistar la Asamblea por el voto lo intentaron hacer por la fuerza. Y creyeron que lo lograban: impunes, protegidos, promovidos y seguro financiados. Pero no contaban con la fortaleza de la dignidad: no contaron conque Amparo les recordara la enseñanza del gran José Martí: «Vale más un minuto de pie que una vida de rodillas».

¿Quién ese linda, loca y libre mujer de 84 años —enferma de cáncer reincidente— que, en el frío de la noche paceña —decirle “invernal” es casi redundante—, se empecinara —terca dignidad— 40 días en dormir a la puerta de su —y de todos— Asamblea defendiendo nuestros —y suyos— derechos a la dignidad?

El 1 de noviembre de 1971, en medio de la dictadura de Hugo Banzer Suárez, llegaron a Bolivia unas monjas Mercedarias Misioneras de Bérriz y con ellas venía una mujer joven de 32 años: la Madre María Amparo Carvajal Baños, educadora española —y hoy muy boliviana— nacida al final de la guerra civil. Las Mercedarias Misioneras de Bérriz es una organización dedicada a visitar a los presos y detenidos que continúa el Beaterio de la Vera-Cruz, creado en el siglo xvi, comprometidas con el voto mercedario de «seguir a Jesús amando a los hermanos, aún a riesgo de perder la vida» ¡y vaya que desde entonces Amparo lo ha cumplido viviendo la espiritualidad de Cristo en su propia lucha por los Derechos Humanos!

En plena dictadura, Amparo trabajó con los centros educativos Fe y Alegría, estuvo con las monjas mercedarias de Yapacaní, viajó a las minas  y —orientada por el Padre Gregorio Iriarte— junto con sus compañeras mercedarias dio asistencia a los presos políticos —mujeres y hombres— en varios centros de reclusión. En 1974, junto con la Madre Ana María Ajuria y los Padres Iriarte y Julio Tumiri Javier, entre otros y protegida por la Iglesia Católica, fue cofundadora en la clandestinidad de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia. Años después, cuando en marzo de 1980 otra dictadura —la de García Meza— aprehendió a algunas de sus compañeras mercedarias y  obligó que su orden abandonara Bolivia —como hoy hacen Ortega y Murillo con otros religiosos en Nicaragua (país al que, paradójicamente, Amparo iba a ser destinada antes de ser enviada a Bolivia)—, ella decidió abandonar la orden para quedarse en el país y aunque fue expulsada y logró salir con apoyo de NNUU, regresó clandestinamente en 1981 por Santa Cruz para continuar su labor en defensa de los Derechos Humanos para quedarse definitivamente. El 3 de julio de 2016, el congreso de la APDHB la eligió su presidenta.

…….

Amparo Carvajal, “mujer enérgica y parlanchina” como sus cercanos la definen, estuvo 40 días a las puertas de la sede ocupada de la APDHB antesde subir el 11 de julio por una escalera de mano hasta la terraza de la Institución y poder afirmar “¡volví a entrar!”, dándole la mayor bofetada que ha recibido hasta ahora el gobierno de Arce Catacora y poniéndolo en jaque: El Poder debería saber leerlo en sus arrugas. Dos días después, el 13, el Juzgado de Sentencia Penal concedió la acción de libertad que había presentado semanas antes, determinó que se vulneraron sus derechos y, a la vez, prohibió a los asaltantes continuar hostigándola.

«Vivamos con la Verdad, vivamos con la Justicia, y la justicia y la verdad, la buscamos y la hacemos todos, en un corazón». «Nos falta querer vivir…». Gracias, Amparo Carvajal, tan linda, tan loca ¡y tan libre!

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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José Rafael Vilar

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