Escucha la noticia
En la Era de la Información y el conocimiento, no seamos engaitados. Contribuyamos a la paz y procuremos la edificación.
Cortemos la línea de la violencia y conectémonos con el respeto a la vida, la dignidad y las libertades individuales, bajo el entendimiento y la compresión auténtica entre gobernantes de las potencias mundiales, dejando a un lado, la trampa de Tucídides (término acuñado por el Prof. Graham Allison de la Univ. de Harvard para referirse a esa tendencia hacia la guerra cuando una potencia emergente amenaza con sustituir a otra gran potencia; o, viceversa) y evitando convertir las desgracias humanas en un colosal Reality Show Mundial de distracción y stress global.
Lo denominado “éticamente correcto” no debe servir de pretexto para encubrir la miopía de algunos políticos que equivocadamente, al no aplicar política de neutralidad en la lucha entre potencias, por puro utilitarismo del momento, llevan finalmente a sus pueblos al infortunio y la calamidad, convirtiéndose dichos políticos (en muchos de los casos), en gobiernos títeres en el juego (big business) maquiavélico de las potencias.
Basta de tanta hipocresía y manipulación mediática, de llamar lo malo como bueno, y a lo bueno malo, con el propósito de consolidar sus propios intereses bajo la excusa de que la realidad, al no ser maniqueísta, no puede transformarse ni cambiarse y tampoco se hacen los verdaderos esfuerzos para que exista cambio de mentalidad y de acción en sintonía con la Declaración Universal de los Derechos Humanos que se aprobó en la ONU poco después de la II Guerra Mundial.
Como humanidad, dejemos de lado, de una vez por todas, aquellos postulados de política exterior que versa: “divide y reinarás” así como también aquella perniciosa fórmula histórica de los “procesos de desarrollo” de las potencias, el cual se viene repitiendo, por los siglos de los siglos, aquel método codicioso de fuego y sangre (geopolítica de la guerra) para alcanzar unidad, industrialización, militarismo, expansionismo destinado a aumentar y preservar lo que el mundo denomina riqueza.
¡Basta de tanto abuso, destrucción y crimen! Se requiere más sinceridad, integridad y paz; y, menos distracción, propaganda e incentivo bélico entre naciones.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo