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Lo nuevo, lo viejo y lo feo

Renzo Abruzzese

Sociólogo

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Con notorias excepciones de los liderazgos que conforman actualmente el Bloque de Unidad democrática, es muy difícil que un dirigente o portavoz o precandidato de las otras fracciones externas al actual Bloque, no se refiera al otro competidor con un lenguaje claramente orientado a desprestigiarlo, y aunque todos se alinean en el objetivo de evitar que el MAS vuelva a ganar las elecciones, dejan bastante claro que no pudieron, ni con mucho esfuerzo, y a pesar en muchos casos de su notoria juventud política y los bríos del encono, abandonar los esquemas paradigmáticos de aquellos políticos que en el siglo XX nos enseñaron que al adversario hay que desprestigiar, echarle en cara sus déficits, poner en duda su moralidad, su honestidad, su capacidad, su entereza, su trayectoria y dudar de todo aquello que pueda incidir en su derrota, bajo esa estrategia está muy difícil ganarle al MAS no solo porque dividen las fuerzas, sino porque ante la opinión pública cada vez se le parecen más.

Es posible que esta estrategia beneficie a unos y perjudique a otros, (como siempre) lo absolutamente seguro es que ya perjudicó el proyecto democrático de toda la ciudadanía, seguramente porque a los que se niegan a conformar un solo bloque frente al masismo, les cuesta mucho comprender que la democracia que debiéramos construir si le ganamos al MAS es en esencia una superación de la democracia tradicional, y en consecuencia requiere nuevas formas discursivas, nuevas miradas, una manera diferente de comprender y de hacer política y sobre todo, entender que ganar al masismo conlleva de forma inherente el prerrequisito de la unión, a más de que, les guste o no, están condenados a ser aliados salvo que ahora sean alfiles del masismo en cualquiera de sus vertientes.

Lo que de alguna manera se esperaba era que las lecciones de 20 años de autoritarismo y silencio democrático forjaran una generación alejada de los atavismos y mañas políticas que tanto daño le hicieron al país a lo largo de su historia. Esperábamos ver una política renovada no en la cronología que nos brinda la edad y la experiencia, sino, una renovación que nos muestre una generación incorporada en la modernidad avanzada, en esa en que los grandes movimientos colectivos han sido sustituidos por los grandes movimientos conectivos, esos que no necesitan muchas poses, ni discursos y argumentos estructurados en sendos manuales doctrinales y slogans rebuscados,  esos que ni siquiera requieren de un contacto social cara a cara ( les sobra el Facebook, el WhatsApp, el X etc.) pero no lograron liberarse de las ataduras formales del pasado, ni de las formas de actuar en política, ni de leer las demandas sociales de un mundo que ya nada tiene que ver con el que encontró el masismo hace dos décadas atrás.

En gran medida, la clase política ha fracasado en su intento de concebir una democracia diferente aquella que en su caída (después de la democracia pactada) le abrió el camino al MAS. No han salido del molde y en consecuencia les falta la talla necesaria para asumir los desafíos actuales, y quizá, la consecuencia más notoria estriba en que, aquellos lideres emergentes que si muestran señas diferenciales con el pasado, siguen siendo relegados por el poder de la tradición y el viejo juego político.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Renzo Abruzzese

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