Opinión

Lo peor del caudillo está por venir

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Está ansioso. Enfadado. Sus palabras parecen estar envenenadas. Pronto habrá pasado un año y dos meses desde que el MAS volvió al poder y las cosas no han salido como fueron planeadas para él en Argentina.

No se ha instalado en la conciencia de los bolivianos que en 2019 se produjo un golpe de Estado y, por tanto, sigue siendo para la opinión pública nacional el principal responsable del mayor fraude electoral en la historia reciente del país.

Su rehabilitación electoral y política, por supuesto, depende de que se consume en términos fácticos y judiciales un hecho que no existió. Están con detención preventiva la expresidenta Jeanine Áñez, exautoridades del gobierno transitorio y excomandantes de las Fuerzas Armadas y la Policía, pero no es suficiente para Evo Morales.

Incluso se ha producido una especie de purga de oficiales, suboficiales y jefes de la institución del orden señalados como responsables del motín policial que, según los estrategas del masismo, fue clave en el supuesto rompimiento del orden constitucional, pero no ha servido para enterrar lo que verdaderamente ocurrió en las elecciones presidenciales de hace más de dos años.

De paso, Morales ha sido declarado persona no grata por instancias del Congreso de Perú, pese a que el presidente Pedro Castillo es su aliado ideológico, y tuvo que suspender la realización de la reunión de Runasur convocada por el jefe del MAS en Cusco.

Todo eso le tiene fastidiado. En sus cálculos políticos, era suficiente un año, el 2021, para materializar judicial, institucional y discursivamente lo del “golpe” como verdad incontrastable, con “responsables” pagando sus culpas en las cárceles y con todo un país reconociéndole como víctima.

Nada de eso sucedió y, por tanto, cree que hay falta de compromiso en el gobierno de Luis Arce y hasta cierta intencionalidad de que las cosas no lleguen a los escenarios planteados por él hace más de un año.

Por ello, no dudó en pedirle a Arce que cambie ministros, no para que defiendan al Presidente, eso es una patraña, sino para que viabilicen su objetivo político de imponer el inexistente “golpe de Estado” por encima de la realidad, de la lógica y de la conciencia democrática de la población boliviana.

Morales no tuvo ningún reparo en contar a voz en cuello, en el ampliado de cocaleros y organizaciones sociales dependientes del MAS en Eterazama, que pidió la cabeza de ministros del gabinete de Arce, una actitud de presión política que no piensa flexibilizarla porque su futuro político está en juego.

Faltan menos de 20 días para el 22 de enero, Día del Estado Plurinacional y fecha en la que debería producirse la renuncia colectiva de los ministros para que el Presidente acceda a las exigencias del jefe del MAS y tomen juramento quienes le garanticen a Morales cumplir el objetivo político que no fue conseguido en un año y dos meses de ejercicio del poder.

Se anunció una nueva movilización de las organizaciones sociales afines al MAS para días previos al 22 de enero  que en el fondo podría ser otro elemento que agudice la presión política sobre Arce para que renueve su equipo ministerial con gente cercana al caudillo.

En las últimas semanas, sobre todo en el encuentro político en el trópico cochabambino, Morales dejó claro el mensaje de que no está dispuesto a seguir esperando resultados. Los quiere ¡ya! Y si para ello debe intervenir el gobierno de Arce, no habría que dudar que lo intentará.

La viabilidad política y electoral de Morales está en juego y la presión internacional puede terminar perjudicando su objetivo de imponer el fantasioso relato del golpe. Además, ha comenzado a sentir que inexorablemente se está transformado en un recuerdo para los bolivianos.

Morales no quiere esperar más y, por tanto, lo peor del caudillo político está por venir.


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