OpiniónEconomía

Los infortunios del tipo de cambio fijo

Juan Antonio Morales

Economista, profesor emérito de la Universidad Católica Boliviana

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El tipo de cambio fijo tiene, sin duda, grandes méritos, pero también conlleva peligrosas vulnerabilidades. Entre sus méritos está que ancla bien a la inflación, que impone, en principio, una disciplina fiscal y, lo que no es un detalle menor, está su simplicidad que facilita su manejo en países de escaso desarrollo institucional.

El mérito más discutible es el de que impone una disciplina fiscal. Por cierto, hay una inconsistencia entre una política fiscal con altos déficit y el tipo de cambio fijo, pero no tiene por corolario que los gobiernos ejerzan una disciplina en sus gastos. Las experiencias abundan, el plan de convertibilidad argentino de 1991-2000, a pesar de tener un tipo de cambio superfijo, fracasó estrepitosamente. En nuestro país, hemos convivido durante mucho tiempo con una gran expansión fiscal y un tipo de cambio fijo. Recién ahora se han hecho manifiestas las grietas en la economía, que se fueron abriendo durante muchos años.

En principio, nuestro sistema cambiario es híbrido, con una mezcla de tipo de cambio fijo y una banda de flotación entre el tipo de cambio de compra y el de venta. La idea inicial era que en esa franja se desarrollara un mercado interbancario de divisas líquido y que el tipo de cambio se moviera entre esos límites, sin mayores obstáculos. El mercado interbancario de divisas no llegó a alcanzar los volúmenes esperados, aunque se registraba alguna actividad. Las cotizaciones de tipos de cambio provenían de las casas de cambio, un mercado marginal.

Así como es necesario contar con suficientes reservas internacionales (RIN) para defender el tipo de cambio fijo, lo es también para defender la banda cambiaria. Las reservas internacionales (RIN) tienen un papel central, que no puede ser subestimado. En países como el nuestro, su nivel depende en gran parte de la política fiscal. Debe quedar claro, en especial, que el financiamiento monetario del gasto público, es decir con créditos del BCB,  causa directamente una pérdida de RIN.

Hay por lo menos tres vulnerabilidades en el tipo de cambio fijo, que se extienden también a las bandas cambiarias con límites fijos. Una primera es la de que, con el tiempo, puede producir una sobrevaluación cambiaria, que quite competitividad a nuestra producción de bienes transables, es decir bienes que intervienen en el comercio exterior, sea como exportaciones o sustituyendo importaciones. En la medida en que nuestra inflación, medida en dólares, sea mayor a la inflación de nuestros socios comerciales, también medida en dólares, perdemos competitividad. Ella se hará sentir especialmente en las manufacturas y en servicios como los de turismo receptivo. En cambio, la producción de materias primas será bastante inmune a la sobrevaluación.

Una segunda vulnerabilidad es a ataques especulativos. El público, al darse cuenta que el nivel de RIN es muy bajo o está bajando muy rápidamente, temerá que el tipo de cambio no podrá mantenerse y para protegerse, cambiará su moneda nacional por dólares. Ataque especulativo tiene una connotación peyorativa en el discurso de nuestras autoridades, ignorando que es una reacción natural del público.

Se atenúa el impacto de ataques especulativos recomponiendo las RIN y con anuncios creíbles. La venta directa de dólares por el BCB a un público que hacía largas colas ha sido un pésimo mensaje. Las colas han amplificado el temor y nos han creado una pésima imagen internacional. Es también un error hacer apresar a los revendedores de dólares a un precio superior al oficial. Lo único que se logrará con esa desatinada medida, es que el mercado paralelo se vuelva clandestino y opaco, contribuyendo a que se agrande la brecha entre el tipo de cambio oficial y el del mercado paralelo.

Una tercera vulnerabilidad es la de que devaluar o abandonar el tipo de cambio fijo es siempre muy costoso, en términos económicos y políticos. Económicamente, puede afectar al sistema financiero y a la integridad de los contratos contraídos en moneda nacional. Políticamente, en la medida en que la devaluación afecta a los salarios y a los ingresos de la población más pobre, los gobiernos pierden el crucial apoyo popular. Con un tipo de cambio flexible no se presentan estas contingencias o, en el peor de los casos, se distribuyen en el tiempo.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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Juan Antonio Morales

Economista, profesor emérito de la Universidad Católica Boliviana

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