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Mañana comienza la 48ª Feria Internacional de Santa Cruz. La preparación de la cita más grande en el país de empresarios, consumidores y público comenzó hace un año, apenas acabó la versión 2023. Lo que veremos en los stands, pasillos y espectáculos requirió una preparación anticipada.
Menciono este detalle porque la planificación empresarial para 2025 ha comenzado hace unas semanas en las principales empresas, y paulatinamente se sumarán otras en este proceso anual.
La diferencia con los años previos es que ahora prima el sentido de urgencia y las perspectivas para la gestión venidera son mayormente pesimistas y con un alto grado de incertidumbre. En lugar de planificar nuevos retos y metas, el foco está en preservar las empresas ante una inminente contracción.
A mis colegas y a mí, como parte del equipo del Centro Boliviano de Economía (CEBEC) de CAINCO, nos toca colaborar brindando las certezas posibles en el análisis económico, junto con las perspectivas y riesgos.
Como el resto de los economistas en el mundo, no tenemos algún mecanismo mágico para predecir el futuro. Pero tenemos una herramienta poderosa que supera la simple conversación de pasillo, la discusión de café o la buena labia de embaucadores y todólogos: el conocimiento de las ciencias sociales y su metodología.
Como lo dice un artículo reciente de la prestigiosa consultora McKinsey sobre “Prácticas avanzadas de planeamiento financiero para un entorno macroeconómico y empresarial volátil”, nuestro rol es “hacer que los supuestos macroeconómicos sean claros y coherentes”; es decir, que lo puedan comprender bien aquellos que nos solicitan estos servicios de asesoría o consultoría.
Y siguiendo lo que dicen los premios Nobel de economía Abhijit Banerjee y Esther Duflo en su libro “Buena economía para tiempos difíciles”, los economistas “deben compartir no sólo sus conclusiones, sino también los procesos y supuestos que los llevaron a ellas.”
Por tanto, más que dar una proyección del tipo de cambio, de la inflación o del crecimiento, compartimos cuándo aparecerán los dólares, cómo afecta a los precios (y en qué medida) y por qué la producción se está contrayendo. Usando ejemplos y analogías tratamos de que nuestras explicaciones sean comprendidas por quienes nos piden asesoría,
Pero una diferencia notable con otros economistas en otros países y otras regiones es que Bolivia tiene menos información y muchísima más incertidumbre. Lo primero porque las estadísticas se publican con más retraso y en mucha menor regularidad por la opacidad reciente; mientras que lo segundo porque en el país la incertidumbre política es determinante para la economía.
Cuando trabajaba en Chile o incluso en nuestro país durante la época de auge y de buenas noticias, la proyección era relativamente sencilla usando los medios estadísticos y econométricos estándar y buena dosis de razonamiento económico.
En cambio, ahora hemos optado por compartir, en los casos que nos solicitan, escenarios de prospectiva: uno optimista, uno pesimista y otro que es el más probable. De esa forma los ejecutivos de las empresas pueden comprender en qué rangos podría estar el país en su conjunto o, si es que la empresa lo requiere, qué evolución tendrá un rubro o mercado específico.
La interacción con las principales empresas del país (y con aquellas que son más previsoras) nos muestra que 2025 viene mucho más desafiante (y pesimista) que este año y con retos que requerirán más esfuerzo.
Ante este panorama complejo, buscamos también aprender de otras experiencias, como las lecciones de liderazgo y resiliencia para este momento que se encuentran en la Revista de Negocios de Harvard, que promueven una mentalidad orientada a la respuesta, más que al remordimiento o la culpa. Específicamente reconocen y ayudan a vencer las dificultades de liderar en una caída.
El 2025 se presenta como un año más desafiante, casi sombrío. En lugar de una cálida bienvenida, bien podría ser un “mal-venido”. Por eso, es mejor prever/prevenir que lamentar.