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Centros de Progreso, Parte 37: Dubrovnik (Salud pública)

Chelsea Follett destaca la importancia de Dubrovnik como un importante Centro de Progreso por haber logrado un hito en la historia de la salud pública.

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Por Chelsea Follett1

Hoy presentamos la trigésima séptima de la serie de artículos publicados por HumanProgress.org llamada Centros de Progreso. ¿Dónde ocurre el progreso? La historia de la civilización es, en muchos sentidos, la historia de la ciudad. Es la ciudad la que ha ayudado a crear y definir el mundo moderno. Esta serie de artículos brindará una breve introducción a los centros urbanos que fueron sitios de grandes avances en la cultura, economía, política, tecnología, etc.

El trigésimo séptimo Centro de Progreso ahora se llama Dubrovnik, pero históricamente se conocía como Ragusa. La pintoresca ciudad portuaria recibe el sobrenombre de “la perla del Adriático” por su belleza. Pero la ciudad también ha sido llamada “el Hong Kong del Mediterráneo” por su histórica aceptación de la libertad personal y económica y su prosperidad basada en el comercio marítimo. La pequeña ciudad-estado de la República de Ragusa no solo estuvo a la vanguardia de la libertad en su época, siendo uno de los primeros países en prohibir la esclavitud, sino que la brillante ciudad mercante en el mar también fue el sitio de un hito temprano en la historia de la salud pública: períodos de espera de cuarentena, que se implementaron por primera vez en 1377. En 1390, Dubrovnik también creó la primera oficina de salud pública permanente del mundo. Quizás más que cualquier otra ciudad, Dubrovnik puede afirmar haber ayudado a crear la idea de la salud pública.

Hoy, Dubrovnik es mejor conocida por sus exquisitas vistas, incluidos muchos edificios históricos y museos. Se encuentra en la región croata del sur de Dalmacia, mejor conocida por la raza de perro dálmata, que existió desde 1375. El turismo domina la economía. Gran parte del diseño de la ciudad permanece prácticamente sin cambios desde el año 1292, con calles estrechas y sinuosas empedradas; innumerables monumentos medievales, torres y monasterios; y encantadoras villas rodeadas de jardines y campos naranjos. La ciudad vieja es un sitio declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, que cuenta con una arquitectura gótica, renacentista y barroca bien conservada en forma de numerosas iglesias y palacios. La ciudad a menudo se considera un importante centro artístico de Croacia y el sitio de muchas actividades culturales, representaciones teatrales y musicales, festivales y museos. La playa de Banje de la ciudad también es popular, y el puerto de Gruz ahora está lleno de cruceros.

El dramaturgo irlandés George Bernard Shaw (1856-1950) afirmó: “Aquellos que buscan el paraíso en la Tierra deberían venir a Dubrovnik”. Los fanáticos de Game of Thrones pueden reconocer a Dubrovnik como el escenario que da vida a la ciudad costera ficticia de King’s Landing. Pero mientras que King’s Landing fue la capital de una monarquía absoluta despótica, en realidad Dubrovnik estuvo dedicada a la libertad en un grado inusual desde sus inicios y se enorgullece de no haber tenido rey. “La ciudad-república era de carácter liberal y brindaba asilo a refugiados de todas las naciones –uno de ellos, según la leyenda, fue el rey Ricardo I (Corazón de León) de Inglaterra, quien desembarcó en la isla costera de Lokrum en 1192 a su regreso de las Cruzadas”, según la Enciclopedia Británica.

Dubrovnik fue una ciudad-estado tributaria bajo la soberanía veneciana entre 1205 y 1358, que mantuvo una independencia sustancial y creció próspera como potencia mercantil. Fue durante ese período, en 1348, cuando la peste bubónica llegó por primera vez a la ciudad. En cuatro años, la enfermedad acabó con la vida de quizás dos tercios de los ciudadanos. Y eso fue solo la primera ola. Durante la pandemia de la peste negra, las pausas periódicas a menudo fueron seguidas por nuevos brotes.

En 1358, Hungría presionó a Venecia para que entregara el control de Dubrovnik y nació la República de Ragusa (1358-1808). Fue durante la era republicana que la ciudad creó la novedosa medida de salud pública de la cuarentena y la practicó entre 1377 y 1533. Si bien no fue perfecta –se produjeron brotes de peste en 1391 y 1397– la medida fue revolucionaria. Otras ciudades pronto implementaron protocolos similares, como Ginebra en 1467.

“No debería ser una sorpresa encontrar Dubrovnik en el corazón de la historia del origen de la cuarentena, porque la ciudad fue una supernova marítima durante gran parte de la era medieval”, señala el periodista británico Chris Leadbeater. Siendo una república aristocrática con menos de 10.000 personas viviendo dentro de sus muros y una constitución parecida a la de Venecia, Dubrovnik fue gobernada por un consejo de príncipes comerciantes seleccionados de las familias patricias que comprendían alrededor de un tercio de la población de la ciudad. A diferencia de Venecia, las filas de la nobleza nunca se cerraron formalmente, lo que significa que las familias de comerciantes recientemente exitosas podían obtener el estatus de patricios. Los límites de mandato impidieron que el principal funcionario del gobierno, el rector, sirviera durante más de un mes, después de lo cual no podría volver a buscar el puesto durante dos años. Además Dubrovnik “nunca vio un aumento elaborado en las funciones burocráticas ni sintió el gran peso de la intervención del gobierno como lo hicieron los venecianos”, optando por una interferencia gubernamental relativamente limitada con el sólido comercio de la ciudad.

Si pudiera visitar Dubrovnik durante sus años dorados marítimos (1350-1575), entraría en una vibrante ciudad costera llena de arquitectura de piedra, diversos viajeros que hablan idiomas que van desde el alemán al turco y al italiano, e inundada de arte y comercio. Es posible que haya visto a mujeres de la nobleza usando joyas finas, ellas eran libres de intercambiar sus joyas sin el permiso de los hombres, incluso en esa época de extrema desigualdad de género, contribuyendo así a un lucrativo mercado de exportación.

El historiador económico croata Vladimir Stipetić ha señalado que “Dubrovnik comerciaba como Hong Kong, Singapur, Taiwán … pero lo hizo unos quinientos años antes … [y como esos países] se volvieron prósperos … por [su] política económica adoptada”. Como resultado de la relativa libertad económica de la ciudad y los recursos ahorrados por el desinterés de la ciudad en el expansionismo militar, la flota de cientos de barcos mercantes de Dubrovnik a veces superó en número a los de Venecia, a pesar de que esta última cuenta con una población quizás 10 veces mayor que la de Dubrovnik. La expansión económica de Dubrovnik también se debe, por supuesto, a la capacidad de innovación de su gente. En el siglo XV, un humanista, comerciante y noble de Dubrovnik llamado Benedetto Cotrugli (1416-1469) publicó Della mercatura e del mercante perfetto (El comercio y el comerciante perfecto), que se cree que es el primer trabajo sobre contabilidad en el mundo. También era un manual comercial que abogaba por la honestidad en todos los tratos.

La república medió en el comercio entre el Imperio Otomano y lo que popularmente se llamaba la cristiandad. Ubicada en la intersección de territorios que practicaban el islam, el catolicismo y el cristianismo ortodoxo, Dubrovnik mantuvo una política de comercio amistoso con personas de todas las religiones en una era en la que las tensiones religiosas eran altas, al tiempo que respaldaba internamente el catolicismo. La cultura de la ciudad era inusualmente “secular, sofisticada, individualista” y cosmopolita para su época. Durante su era republicana, Dubrovnik se convirtió en un importante centro de la literatura y el arte eslavos, así como de la filosofía, particularmente en los siglos XV, XVI y XVII, lo que le valió a la ciudad el apodo de “La Atenas eslava”. Produjo escritores notables, como Cerva (1463-1520), Šiško Menčetić (1457-1527), Marin Držić (1508-1567) e Ivan Gundulić (1589-1638), ahora considerado el poeta nacional de Croacia. Su poema más famoso es el “Himno a la Libertad”.

O liepa, o draga, o slatka slobodo,

dar u kom sva blaga višnji nam Bog je dô,

uzroče istini od naše sve slave,

uresu jedini od ove Dubrave,

 sva srebra, sva zlata, svi ljudcki životi

ne mogu bit plata tvôj čistoj lipoti.

O hermosa, o preciosa, o dulce Libertad,

el más grandioso regalo de todos los tesoros que Dios nos ha dado,

la verdad de toda nuestra gloria,

la decoración de Dubrovnik,

toda la plata, todo el oro, todas las vidas humanas

no valen la pena tanto como tu pura belleza.

A pesar de su falta de poder militar y su minúsculo tamaño, la libertad económica y la notable estabilidad política y social de Dubrovnik ayudaron a la pequeña república a sobrevivir durante casi medio milenio antes de que Napoleón la conquistara en 1808. Aunque Dubrovnik se vio obligada en ocasiones a rendir tributo a sus vecinos más poderosos para mantener la independencia política, los ciudadanos de la república estaban orgullosos de su relativa libertad. De hecho, el lema en latín de la república era Non bene pro toto libertas venditur auro, que significa “La libertad no se vende por todo el oro del mundo”. La bandera de la república era simplemente la palabra Libertas (en latín, “libertad”) en rojo sobre fondo blanco. De 1792 a 1795, Dubrovnik también emitió monedas de plata llamadas libertinas, con la palabra Libertas en la posición central del diseño. Además, la república fue uno de los primeros países europeos en abolir la esclavitud, prohibiendo la trata de esclavos en 1416. El consejo de gobierno de la ciudad votó que “ninguno de nuestros nacionales o extranjeros, y cualquiera que se considere de Dubrovnik, puede de ninguna manera o bajo cualquier pretexto comprar o vender esclavos … o ser un mediador en tal comercio”.

Reconociendo la amenaza que los brotes recurrentes de peste bubónica representaban para su ciudad, la gente de Dubrovnik tomó medidas para preservar su prosperidad comercial y su propia existencia. Gracias a las medidas de salud pública de Dubrovnik, la ciudad logró evitar muchas muertes e incluso lograr una importante expansión comercial durante el período de la peste.

La peste bubónica es una enfermedad bacteriana que, cuando no se trata, suele ser mortal a los pocos días de la aparición de los síntomas. La peste bubónica ha devastado a la humanidad muchas veces, e incluso se ha encontrado en esqueletos humanos que datan del año 3000 a.C. Los casos de peste bubónica todavía ocurren incluso hoy. El primer brote de la enfermedad que se extendió lo suficiente como para denominarse pandemia ocurrió en el siglo VI d.C., durante el reinado del emperador bizantino Justiniano I. Pero la pandemia de peste bubónica que devastó Asia, África y Europa en el siglo XIV –llamada la Peste Negra o la Gran Pestilencia– demostró ser la pandemia más fatal en la historia registrada, matando quizás hasta 200 millones de personas, incluido hasta el 60% de la población de Europa.

Ese brote surgió por primera vez en el oeste de China. En solo tres años, entre 1331 y 1334, la peste bubónica mató a más del 90% de la población de la provincia de Hebei, que cubre un área de tierra un poco más grande que Irlanda. Más de 5 millones de cadáveres presentaban un anticipo de las muertes por venir.

La escala de la devastación es difícil de imaginar. La Peste Negra azotó Europa desde 1346 hasta 1353. En 1348, la bacteria acabó con el 60% de la población de Florencia. Ese mismo año, la peste llegó a Francia y en cuatro años al menos un tercio de los parisinos estaban en la tumba. Al año siguiente, la peste llegó a Londres y redujo a la mitad la población de esa ciudad. En prácticamente todas las ciudades y pueblos se repitió la tragedia.

Un relato de primera mano de la devastación señala: “[E]sta mortalidad devoró tal multitud de ambos sexos que no se pudo encontrar a nadie que llevara los cuerpos de los muertos al entierro, pero hombres y mujeres llevaron los cuerpos de sus propios pequeños a la iglesia sobre sus hombros y los arrojaron a fosas comunes, de las cuales salía tal hedor que casi nadie podía pasar por un cementerio”.

Los sobrevivientes fueron perseguidos por el dolor y la soledad. En 1349, el escritor italiano Francesco Petrarca, que perdió a muchos compañeros a causa de la peste, incluida su musa Laura, escribió:

“¿Dónde están nuestros queridos amigos ahora? ¿Dónde están los rostros amados? ¿Dónde están las palabras cariñosas, las conversaciones distendidas y amenas? … ¿Qué abismo se los tragó? Había una multitud de nosotros, ahora estamos casi solos. Deberíamos hacer nuevos amigos –pero cómo, cuando la raza humana está casi extinguida; Y, ¿por qué, cuando me parece que el fin del mundo está cerca? ¿Por qué fingir? Estamos solos de verdad”.

A pesar de las dificultades de la vida, la supervivencia era preferible a la muerte, y la gente hizo un gran número de intentos innovadores para prevenir y tratar la enfermedad que diezmaba a la humanidad. Muchas de esas medidas fueron trágicamente ineficaces, como las sangrías y evitar los baños (Se pensaba que bañarse expandía los poros y lo hacía vulnerable a las enfermedades). Algunas medidas ayudaron un poco en la prevención de enfermedades –como evitar los malos olores, incluidos los cadáveres en descomposición, y fomentar una mejor ventilación en el hogar.

Es bien sabido que la comprensión medieval de cómo se propagaban las enfermedades dejaba mucho que desear. Muchos asumieron que la Peste Negra fue un castigo divino por los pecados de la humanidad, lo que dio origen el angustioso movimiento flagelante, y algunas de las mentes más brillantes del momento en la Universidad de París, cuando el rey de Francia les encargó que explicaran la peste, concluyeron que los movimientos de Saturno tenían la culpa. Otros culparon a la brujería. Reprensiblemente, otros utilizaron violentamente a las minorías religiosas como chivos expiatorios: “Las prácticas higiénicas limitaron la propagación de la peste en los guetos judíos, lo que llevó a culpar a los judíos por la propagación de la peste y a masacres generalizadas, especialmente en Alemania y Europa Central”.

Sin embargo, aunque es posible que no hayan captado la causa de la enfermedad, la gente medieval poseía el concepto general de contagio. Sabían que la peste se diseminaba de un lugar a otro y que la transmisión se estaba dando de alguna manera: los vectores sospechosos iban desde el viento hasta la mirada de una persona infectada.

Afortunadamente, la gente medieval no necesitaba saber que la peste bubónica se propaga principalmente a través de las pulgas para darse cuenta de que limitar el contacto con personas y objetos de los sitios de brotes conocidos era el curso de acción más prudente. Esta idea se generalizó en parte a través de los trabajos de varios médicos que publicaron folletos o tratados médicos en toda Europa que pueden haber representado “el primer esfuerzo a gran escala en la historia de la instrucción popular en salud”. El médico catalán Jaume d’Agramont (m. 1350 de la peste), por ejemplo, aconsejó al público que no comiera alimentos de “regiones pestilentes” y escribió que “la asociación con una persona que padece una enfermedad pestilente” podría hacer que la enfermedad se propague desde una persona a otra “como un reguero de pólvora”. La posibilidad de transmisión interpersonal se volvió ampliamente sospechosa, aunque pocos adivinaron el papel de la pulga como intermediario.

Incluso antes de la peste, Dubrovnik dio varios pasos hacia una mejor salud pública. Si bien ahora damos por sentadas las medidas básicas de higiene, Dubrovnik fue un caso atípico medieval cuando limitó la eliminación de basura y heces en la ciudad en 1272. La ciudad prohibió a los cerdos en las calles de la ciudad en 1336, contrató a los barrenderos en 1415 y creó un sistema de alcantarillado completo a principios del siglo XV. La relativa prosperidad de Dubrovnik le permitió ofrecer salarios competitivos para atraer a médicos de otras ciudades, como Salerno, Venecia, Padua y la sede de la primera universidad, Boloña. En 1390, Dubrovnik también creo la primera oficina de salud pública permanente del mundo para hacer cumplir sus diversas normas de salud pública.

Los incentivos económicos ayudaron a motivar las innovaciones en salud pública y saneamiento de la ciudad dependiente del comercio: “Las medidas sanitarias en Dubrovnik se mejoraron constantemente porque la ciudad se vio obligada a encontrar una manera de protegerse de las enfermedades y al mismo tiempo conservar las lucrativas relaciones comerciales que formaron su base económica”. Durante el estallido de 1347, el escritor y noble de Dubrovnik Nikola Ragnina (1494-1582) afirmó que la gente primero intentó desterrar la plaga con fuego: “No había cura y todo el mundo se estaba muriendo. Cuando la gente vio que sus médicos no podían defenderlos, decidieron … purificar el aire con fuego”. Los incendios pueden haber ayudado a matar algunas de las pulgas portadoras de la plaga, pero finalmente fueron un experimento fallido. Entonces, intentaron algo nuevo.

Incluso una comprensión primitiva de cómo se propagó la enfermedad resultó suficiente para que la gente de Dubrovnik intentara un experimento radical e histórico en la prevención de enfermedades. En 1374, Venecia estableció por primera vez períodos de espera para que los pasajeros de los barcos ingresaran a su ciudad, pero esto quedó a discreción de los burócratas de salud, lo que llevó a una aplicación irracional y selectiva. Pero en 1377, el consejo de Dubrovnik implementó un sistema mucho más lógico: todos los pasajeros entrantes y los miembros de las caravanas comerciales que llegaban de áreas infectadas debían esperar 30 días en la cercanía de la ciudad de Cavtat o en la isla de Mrkan antes de ingresar a las murallas de la ciudad de Dubrovnik. El período de cuarentena pronto se amplió a 40 días (la palabra “cuarentena” significa “40 días”) –un número que probablemente se alcanzó como resultado de la experiencia, ya que el curso completo de la peste bubónica desde la contracción hasta la muerte fue típicamente de alrededor de 37 días.

“La administración de Dubrovnik llegó a la idea de la cuarentena como resultado de su experiencia en el aislamiento de las víctimas de la lepra para evitar la propagación de la enfermedad”, señala la historiadora Ana Bakija-Konsuo. “La ciencia histórica sin duda ha demostrado la prioridad de Dubrovnik en la ‘invención’ de la cuarentena. El aislamiento, como concepto, se había aplicado incluso antes de 1377, como se menciona en el Estatuto de la Ciudad de Dubrovnik, que fue escrito en 1272 y … es la primera mención del aislamiento de los enfermos de lepra”. Los refugios de cuarentena de piedra junto al mar de Dubrovnik, a veces considerados los primeros hospitales de peste en Europa, fueron llamados lazaretos en honor a Lázaro, el santo patrón de los leprosos. Hoy en día, los lazaretos de la ciudad sirven como atracciones turísticas y salas de conciertos.

Los devastadores brotes de peste finalmente obligaron a Venecia a implementar una prohibición total de que cualquiera ingrese a sus muros, lo que detuvo el comercio y la vida de la ciudad, pero los períodos de espera limitados de Dubrovnik permitieron que la república mantuviera sus puertas abiertas a personas y mercancías del extranjero. “Por lo tanto, Dubrovnik implementó un método que no solo fue justo y equitativo, sino también muy sabio y exitoso, y [eventualmente] prevaleció en todo el mundo”, según el historiador Ante Milošević. Los procedimientos de cuarentena siguen siendo la política estándar hasta el día de hoy cuando se trata de ciertas enfermedades contagiosas.

La pandemia de la Peste Negra a veces se considera el final de la civilización medieval y el comienzo del período del Renacimiento. Enfrentada a una enfermedad que no sería tratable hasta la llegada de los antibióticos en la década de 1940, Dubrovnik ciertamente experimentó un renacimiento, recuperándose de la ola inicial de muertes para convertirse en la primera ciudad en implementar una respuesta coherente de salud pública a la peste bubónica. La invención de la cuarentena por parte de Dubrovnik representa no solo quizás el mayor logro de la medicina medieval, sino también el surgimiento de una de las herramientas de prevención de enfermedades más antiguas de la humanidad y un punto de inflexión en la historia de la salud pública. Con sus fuertes ideales de libertad y devoción a la salud pública, Dubrovnik durante su era republicana se ha ganado su lugar como nuestro trigésimo séptimo Centro de Progreso.


1es editora de HumanProgress.org, un proyecto del Instituto Cato que busca educar el público acerca del progreso humano a nivel mundial.

*Este artículo fue publicado originalmente en elcato.org el 16 de julio de 2022

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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