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Nunca antes quedó reflejado de manera tan clara el deterioro democrático en el país como a raíz del paro cruceño por la realización del Censo Nacional de Población y Vivienda. Cuando la democracia agoniza lo que predomina es el desacuerdo, el conflicto y, como se ha visto, la violencia.
Organizar bloqueos, acciones amenazantes de movimientos sociales afines y una campaña del miedo en las redes sociales en contra de una región solo confirma que el gobierno ha decidido llevar la tensión en Santa Cruz a un nivel extremadamente peligroso.
Los enfrentamientos en diversos puntos de las poblaciones cercanas a la capital cruceña todavía no han tenido consecuencias dolorosas, sencillamente porque los responsables de organizar el paro han pedido a la gente no reaccionar a las provocaciones para evitar una secuela mucho más grave de hechos.
La sensatez de unos evita que la agresividad de otros se convierta en tragedia.
El diálogo convocado para el pasado viernes no dio ningún resultado, porque ese tipo de encuentros se organiza con algún tipo de negociación previa que lleva al desenlace esperado y mucho más cuando el moderador es el propio presidente. No se puede exponer al jefe de Estado a participar de un foro cuyo final está librado solo a la buena voluntad de los actores.
La palabra “fracaso” está asociada hoy a Luis Arce, independientemente de que se haya querido crear la impresión de que la intransigencia está del lado de la gobernación y de los cívicos cruceños.
No se puede jugar a diseñar escenarios que, a su vez, generen narrativas que el gobierno quiere imponer como verdaderas. Eso fue la famosa cumbre. Un encuentro que se sabía no iba a llegar a nada, pero que por lo menos servía para arrinconar aún más a los líderes del paro.
Cerco de movimientos sociales en los caminos y cerco de dirigentes afines en la cumbre, para sostener la línea de que de un lado supuestamente hay “voluntad” y del otro no.
Y lo más grave de todo es que, como se advierte en las últimas horas, el encuentro fallido de Cochabamba solo sirvió para generar una cortina de humo que permita desplazar por los caminos a grupos de choque para-policiales y a policías con la orden de levantar bloqueos y, de paso, desatar violencia.
Hoy la ciudad de Santa Cruz en particular, pero también gran parte del departamento, sufre el desabastecimiento de hidrocarburos, indispensables para desarrollar las actividades industriales y en muchos casos domésticas.
Hay presión sobre el empresario, pero también sobre la propia población, que además del miedo debe vivir las insalubres consecuencias de la acumulación de toneladas de basura en las calles solo porque a los movimientos sociales del MAS se les ocurrió bloquear el acceso a los botaderos.
¿Cuánto tiempo más puede durar el paro? Difícil saberlo a estas alturas, cuando el gobierno finalmente anunció – después de una cumbre que supuestamente concluyó con la decisión de conformar una comisión técnica con ese propósito -, que el censo no se puede hacer antes de 2024. Es decir que, después de semanas de presión y de una agudización del riesgo, se vuelve al punto cero y obviamente se enervan más los ánimos.
El país vive hoy las consecuencias de la destrucción de la institucionalidad democrática y de un alejamiento sistemático de la noción de realidad.
La fabricación de la verdad, a través de narrativas funcionales al interés de distorsionar los hechos – ayer el golpe y la conspiración, hoy el diálogo o la intransigencia, mañana quién sabe – solo acentúa una generalizada sensación de desconcierto e incertidumbre, que puede desembocar en una creciente apatía – ideal para la consolidación del autoritarismo – o en acciones extremas que le devuelvan protagonismo a la sociedad y veracidad a la historia. La cosa es romper los cercos invisibles.
