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El primer presidente del flamante estado de Israel (1948), David Ben-Gurión lanzó una advertencia catastrófica, en su primer discurso como máximo representante sionista: hoy celebren el nacimiento del Estado de Israel, porque mañana, correrá sangre. Dicho y hecho, al día siguiente comenzaron las primeras escaramuzas y enfrentamientos armados entre los palestinos y los israelíes. Una guerra que hoy ha llegado a su punto más cúlmine con cientos de miles de muertos entre ambos bandos.
Ben-Gurión se había puesto a la misma altura de las sibilas, al leer el futuro bélico y conflictivo al que enfrentaría – y continúa haciéndolo – la fundación de un estado dentro de otro estado, bajo una premisa muy controversial: Palestina es una tierra sin pueblo, para un pueblo sin tierra.
Javier Milei, en ese mismo trance sibilino, en su discurso inaugural como presidente, dando la espalda al Congreso donde no tiene ningún tipo de apoyo legislativo, de frente a los argentinos sentenció una verdad conocida por todos, pero que sólo un valiente o loco podía pronunciarla y de una manera tan contundente: No hay plata.
El libertario no defraudó a sus electores. No defraudó a la comunidad internacional. No defraudó a un país, al dar los primeros pasos para un ajuste severo y muy duro que provocará, sin lugar a dudas, conflictos sociales, manifestaciones, marchas y toda una serie de boicots sembrados por doquier en contra de su gobierno.
Al segundo día – de manera muy extraña – se incendió el edificio de la secretaría de trabajo y los sindicalistas que siempre mamaron del estado como garrapatas, ya empezaron con sus arengas socialistas para provocar caos y desorden. El guión ya está escrito y es el mismo que las recuas masistas provocan en el país, bajo la asesoría socialista española, cubana y nicaragüense.
Ayer los argentinos celebraron y hoy ya ven correr las primeras gotas de sangre. Las escaramuzas van sonando a la vuelta de la esquina y los bombos de los punteros y piqueteros pagados – al igual que los interculturales, gremialistas y contrabandistas – ya coordinan el calendario de acciones para el quiebre social en contra del presidente de derechas.
El ministro de Economía, Luis Caputo – debe ser la cartera ministerial más poderosa y la más crítica de un país que ya ha enfrentado 10 veces la quiebra económica como país desde su fundación. Todo un récord. Y Caputo ya le puso letra a la música del Presidente. En su primera conferencia de prensa y de frente a todo el país, explicó a la gente de a pie que el problema fundamental de la crisis económica se debe a todos los grandiosos y constantes despilfarros peronistas, justicialistas y kirchneristas en desmedro del Estado.
Se trata de un diagnóstico valiente, desde todo punto de vista. Nunca los políticos argentinos, que prefirieron, por el contrario, echarles la culpa a las góndolas de los supermercados por la inflación, a pasadas administraciones, a la guerra entre Ucrania y Rusia, al neoliberalismo o capitalismo; es decir, a los empresarios. Es un radical cambio en la lógica política para analizar la economía. Una perspectiva que los bolivianos y sus políticos mediocres tendrán que hacerlo más temprano que tarde, por la crisis en la que Bolivia se encuentra, rumbo a un 2024 que será desastroso.
Pero Caputo y su música camina muy rápido hacia uno de los más grandes ajustes económicos que haya vivido Argentina y que es casi seguro que Bolivia también tendrá que hacer. Guste o no guste. Porque al igual que en Argentina: No hay plata. Y el despilfarro masista se tendrá que cortar en seco para desgracia de todos nosotros. Porque, una vez más: No hay plata.