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Más allá de mirar las pocas estadísticas públicas sobre la situación económica, el contacto diario es útil para saber que mucha gente en Bolivia está cansada.
El universitario que estudia y trabaja, pero ya sueña con migrar. Los padres que ven cómo su ingreso pierde valor con la inflación. El emprendedor que abre cada día su negocio con más fe que certezas. El adulto que acaba de perder el empleo y no sabe por dónde volver a empezar.
La lista es larga. Las historias, diversas. Pero hay algo que las une: una carga que se hace más pesada cada día.
En medio de esa sensación, llega la Semana Santa. Para muchos, apenas un feriado. Para otros, un espacio de tradición. Pero más allá de rituales o creencias, lo que se recuerda en estos días tiene una fuerza que puede tocar incluso a quienes no se sienten religiosos: una historia que habla de dolor, de injusticia, … y de una esperanza que no es ingenua, sino que nace desde lo más hondo.
Todo comienza con una celebración: la Pascua judía. Una noche en la que un pueblo esclavizado en Egipto recibió una promesa de Dios. Protegidos con la sangre de un cordero, los hebreos marcan sus puertas, y esa noche comienza un viaje incierto, sin garantías, pero hacia la libertad. No fue fácil. No fue cómodo. Pero fue el principio de algo nuevo.
Siglos después, Jesús celebró esa misma Pascua con sus amigos. Sabía que luego sería traicionado, juzgado, golpeado. Lo aceptó no como derrota, sino como decisión. En vez de escapar de lo que venía, se quedó.
Su cruz no es símbolo de resignación, sino de entrega. Para los cristianos, su sacrificio no es solo un martirio: es un acto voluntario de amor que transforma el sufrimiento en sentido.
Jesús no murió porque fue vencido, sino porque eligió amar antes que ceder. Su mensaje cuestionó tanto al poder religioso como al político. Fue incómodo. Fue libre. Y por eso lo condenaron. No encajaba en el sistema, y el mundo respondió con violencia e injusticia. La cruz fue su sentencia, pero no su final.
Fue Dios hecho hombre que se vació de todo privilegio, como lo expresa el texto de Filipenses 2: “Se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo… y se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz”.
¿Y qué tiene que ver todo esto con nosotros hoy? Mucho más de lo que parece.
Todavía vivimos en estructuras que castigan al que está enfermo, al que está en la cárcel, al que insiste en actuar limpio, al desamparado. Y porque todavía hay quienes —como entonces— cargan sus cruces a diario: las deudas, la ansiedad, la migración forzada, la falta de oportunidades, etc.
La Pascua, bien entendida, no es evasión espiritual ni consuelo barato. Es una afirmación radical: que la historia humana está atravesada por la injusticia, sí, pero también por la posibilidad de redención.
Jesús no evitó el sufrimiento. Lo enfrentó. Y con eso demostró que incluso en la oscuridad más densa puede haber luz. Que hay una salida incluso cuando no la vemos.
Necesitamos recuperar eso: no una religiosidad de fórmulas, sino una esperanza que resiste. Una fe que no niega el dolor, pero tampoco se queda en él. Sobre todo, que es posible tener una vida con un propósito superior.
Pascua es eso. Es recordar que siempre hay salida del Egipto. Que incluso en medio de la crisis, la cruz no es el punto final. Que hay alguien que sostiene, transforma y renueva.
Ese es el centro de la Pascua cristiana: Jesús no se aferró a su divinidad. Bajó. Se hizo humano. Se dejó golpear por todo lo que el mundo podía tirar encima. Y lo hizo por amor, no por derrota.
Y después del dolor, hay resurrección, hay vida para siempre, para quienes quieren aceptarlo como su Salvador. Y que sí, podemos seguir viviendo desde hoy hasta el infinito y más allá.
¿Te animas a conocer más al Jesús verdadero y a quienes lo siguen sin importar su credo para tener esperanza? Te animo a una Inmersión en los libros de Lucas y Hechos en un lenguaje contemporáneo. Y descubrirás que no todo está perdido, sino de que hay una infinidad por vivir.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo