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No solamente en Bolivia sino en gran parte del hemisferio para no abarcar hacia otros, el pernicioso vicio del caudillismo con sus emergentes delirios totalitarios para empernarse sine die en el poder, ha causado gravísimos perjuicios en todos los órdenes: institucionales, materiales y hasta personales, incluyendo víctimas mortales. Se trata pues de una de las peores taras que afectan al poderoso inmediatamente asume alguna función principalmente pública y empieza a oler y, a disfrutar las mieles del poder y hasta a parte de la ciudadanía que le apoya, sea por convencimiento, conveniencia (le hace caer algunas migajitas) u otras causas aún peores.
Pues bien, sostengo que eso de los “Mesías” con pretensiones de eternidad constituye en el caso boliviano uno de los peores sino peor vicio que padecen quienes asumen cualquier alta función pública -que siempre debiera ser pasajera y con fecha exacta de vencimiento- como nos lo prueba más allá de toda duda razonable nuestra siempre sinuosa historia, incluyendo por supuesto la reciente: 1+1 igual 1; “derecho humano” a la reelección, descansito y le sigo metiendo no más, etc. Pruebas abundan y apestan.
Al respecto, el Senador Rodrigo Paz ha propuesto un tema sumamente interesante en su chuiter (hoy “X”) : @Rodrigo_PazP “#Bolivia debemos acabar con la reelección presidencial de caudillos y de líderes únicos para dar paso a la renovación de nuevos liderazgos políticos a través de una reforma constitucional vía referéndum”. Estoy plenamente de acuerdo, a la vista de todo el desastre que ha significado y sigue significando para Bolivia aquellos delirios totalitarios de empernamiento en la silla no sólo presidencial, sino en el poder público en todas sus facetas.
Recordemos qué así como está el arte de la normativa y jurisprudencia, actualmente en Bolivia por orden del art. 168 de la CPE, se permite una sola reelección presidencial. Si a esa norma constitucional le sumamos su Disposición Transitoria Primera. II que fue dolosamente vulnerada por los juristas del horror del anterior Tribunal Constitucional que luego hasta le confeccionaron a la medida el “derecho humano” de su amo para re postularse hacia el infinito, además del resultado vinculante del 21-F y, recientemente la resolución -vinculante, aunque les duela a algunos- de la Opinión Consultiva 28/21 de la CORTE IDH; el panorama está clarísimo: en Bolivia, solo se permite una reelección; sin que luego de dos periodos se pueda aspirar a ningún otro, sea con descansito o no.
Ahora bien, lo propuesto por el Senador apunta y por supuesto, requiere de una reforma Constitucional, cuya plasmación normativa podría asemejarse mutatis mutandis al saludable art. 83 introducido por Madero el siglo pasado en la CPE Mexicana, cuando taxativamente proclamó: “El ciudadano que haya desempeñado el cargo de Presidente de la República, electo popularmente, o con el carácter de interino o sustituto, o asuma provisionalmente la titularidad del Ejecutivo Federal, en ningún caso y por ningún motivo podrá volver a desempeñar ese puesto”. Es decir, una sola vez y pare de contar, correspondiendo abstenerse de estrategias envolventes para vaciar de contenido similar norma.
Si bien podrá alegarse que ello podría afectar la continuidad de alguna buena gestión presidencial, etc; creo que a la vista de los evidentes desastres que pretensiones contrarias han causado que aún están frescas y se mantienen en nuestra historia y realidad, definitivamente una sola vez de ejercicio presidencial (y otros, públicos) gravitarían en un mejor desempeño de esa función pública obligando al titular a esforzarse por su rendimiento, a su partido por la renovación evitando el caudillismo y al soberano para renovarle (al partido su apoyo) o desecharlo, si estima que no lo hizo bien.
Viendo el bosque y no sólo el árbol, como precisamente en una sociedad genuinamente democrática debe primar no solamente la división de poderes, la legitimidad de las autoridades y el respeto de los DDHH de las personas, sino también la alternabilidad en el ejercicio del poder público incluso mediante elecciones periódicas (además de limpias y confiables) para evitar -la CORTE IDH dixit- que aun mediando elecciones, los estados se asemejen a autocracias en vez de democracias; la reelección debiera quedar definitivamente proscrita por los siglos de los siglos en Bolivia y en todas las funciones públicas. Así quienes accedan al poder público, gobernarían o administrarían no pensando en las próximas elecciones sino en las próximas generaciones, aspirando a pasar como estadistas. El exquisito CHURCHIL, lo sentenció así: “EL POLÍTICO SE CONVIERTE EN ESTADISTA CUANDO COMIENZA A PENSAR EN LAS PRÓXIMAS GENERACIONES Y NO EN LAS PRÓXIMAS ELECCIONES”.