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La invasión de Ucrania por el gobierno de Rusia presidido por Putin ha acelerado una tendencia de conformación de bloques a escala global frente a los cuales las distintas naciones tendrán que tomar posición y definir su pertenencia. La globalización que se impulsó en las últimas décadas en la cual se promovía el comercio con regímenes autoritarios, e incluso totalitarios, ha sido golpeada en sus fundamentos pues si bien se logró que en los hechos estos países adoptaran las ventajas de la economía de mercado y se beneficiarán con el progreso que genera, no se convirtieron a la democracia sino que se dedicaron a financiar más gobiernos autoritarios, democracias iliberales o dictaduras abiertas. Bolivia está cometiendo un error histórico al alinearse con una dictadura que desconoce la soberanía de un estado soberano y procura la desaparición de una nación.
No hay que engañarse, los sucesos de los últimos tres años trascienden la experiencia política e internacional latinoamericana, caracterizada por experimentos populistas y estatistas que sumergían en la miseria a las naciones víctimas de este tipo de gobiernos pero que no significaban una amenaza a la seguridad de las grandes potencias democráticas. Después de la criminal agresión de Putin a Ucrania, y de todos los crímenes de guerra que allí están cometiendo en lo que constituye un auténtico genocidio, sus continuas menciones al uso de armas nucleares y la posibilidad de una tercera guerra nuclear, marcan un punto de inflexión en el escenario internacional que definirá un nuevo orden mundial para las próximas décadas.
Un nuevo orden mundial en el que se consolidará un gran bloque de naciones democráticas (no solo occidentales) que están derrumbando muchos mitos bajo las cuales se construyó la paz posterior a la Segunda Guerra Mundial. La solicitud de países tan pacifistas como Finlandia y Suecia de unirse a la OTAN, el apoyo de la neutral Suiza a las sanciones contra Rusia, la decisión de Alemania de invertir 100.000 millones de euros anuales en sus fuerzas armadas, o la reconstrucción de la capacidad militar del Japón en al area asiática del Pacífico, derrumban los temores de las democracias frentes a los totalitarismos, pues, se ha comprobado que no son socios fiables con los cuales se pueda trabajar y, sobre todo, de los que se pueda depender para la provisión de bienes y servicios esenciales para la economía y bienestar de sus ciudadanos.
Podríamos preguntarnos qué tiene que ver todo esto con Bolivia, ya que, aunque tenemos una ubicación geográfica estratégica en el centro de Sudamérica, no somos relevantes en términos militares, que es de lo que lamentablemente vuelve a hablar el mundo por la criminal invasión ordenada por Putin. Todas estas tendencias tendrán un profundo impacto en la economía internacional pues los países desarrollados están revisando sus fuentes de aprovisionamiento, lo que provocará una gran relocalización de los centros de producción, muchos de los cuales volverán a las naciones que los consumen, aunque lo que veremos principalmente será la búsqueda de países cercanos en los que se pueda confiar como sede de estos nuevos complejos productivos.
Es por lo que actualmente se habla de nearshoring y ya no de offshoring. Mientras el offshoring benefició principalmente a la China que se convirtió en la gran fábrica del mundo (y en muchos casos, de hecho, en el único proveedor), el nearshoring beneficiará a los países cercanos a los grandes centros de consumos, que ademas demuestren estabilidad y confiabilidad. En realidad, esta tendencia ya se había acelerado por la pandemia y la posterior crisis en el transporte marítimo y la cadena de suministros, puesto que las grandes potencias económicas se dieron cuenta que sus economías, y su seguridad, no pueden continuar dependiendo de un solo proveedor o de países que utilizan los recursos que les pagan por sus exportaciones para desestabilizar las democracias.
Todas estas nuevas circunstancias determinarán las condiciones del comercio internacional en los próximos años, desde la provisión de chips hasta alimentos, y representarán también grandes oportunidades para países como Bolivia que podría presentarse como un proveedor cercano y confiable de muchos de estos productos. Lamentablemente, por intereses polítidos del partido de gobierno, estamos cometiendo un gran error histórico, alineándonos con quienes se anexan territorios mediante la guerra, algo que nosotros hemos sufrido con la perdida de nuestra cualidad martítima, lo que significará que, por enésima vez, perderemos una nueva oportunidad de desarrollo.
*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo