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Nunca más

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Yo debería ser el tipo más feliz de Bolivia en este momento.

Tantas veces le pedí que adelante las elecciones, que deje de prolongar esta gestión desastrosa, que se rinda ante la realidad de su fracaso. Y hoy, finalmente, se va. Declina la candidatura. Se retira. No lo volveremos a ver como presidente de nuestro país. Nunca más.

Es un día histórico. Pero incluso en esta alegría, hay que tener cuidado. Porque enseguida aparecen los “pero”.

—“Santiago, se van a unir”.

—“Van a poner a otro”.

—“Será Andrónico, Eduardo, Álvaro, da lo mismo…”.

A ver.

No se trata solo de nombres.

Nos trajo hasta esta debacle una manera de pensar.

Una lógica perversa de cómo se ejerce el poder, cómo se entiende el Estado, cómo se manipula la economía. Y si queremos derrotarlos —de verdad— no basta con ganarles en las urnas. Tenemos que derrotar esa lógica.

Podrán poner a quien quieran. El daño ya está hecho. Y quizás, en los próximos meses, intenten remendarlo. Quizás —como ya pasó en 2019— liberen algunos créditos, activen algo de gestión pública, se laven un poco la cara. Tal vez incluso veamos cierta mejora temporal en la economía familiar.

¿Y saben qué? Bienvenidos sean esos meses.

El pueblo no tiene la culpa de nada y la crisis ha sido brutal. Pero que no se nos olvide: nos llevaron al hoyo. Y desde ese hoyo no se sale manteniendo su lógica, solo con maquillaje.

Ahora, del otro lado, está la oposición.

Y una vez más se abre una oportunidad histórica.

El escenario es idéntico al de 2019, pero con una diferencia clave:

Ya no se trata solo de que se vayan las personas.

Se trata de que se acabe el modelo.

Y entonces quedan dos caminos.

Opción uno:

Este fin de semana —sí, este fin de semana— debería estar ocurriendo el cónclave opositor más grande de la historia de Bolivia.

Tiempo y materia. Desde el viernes hasta el lunes.

Todas las agrupaciones, todas las cabezas, todas las regiones.

Que se encierren. Que deliberemos. Que discutamos.

Y que el lunes se inscriban las candidaturas con una fórmula presidencial unificada y una lista completa de los 166 asambleístas.

¿Quiénes?

Los mejores.

Los más comprometidos.

Los que no van a negociar sus principios por un espacio.

Hay, fácilmente, 2.000 o 3.000 personas en este país que tienen la capacidad y la legitimidad de decidir por el bien común. Que se encierren. Que se alineen. Y que salgan con una propuesta ganadora, de frente al modelo que hay que sepultar.

Opción dos:

Seguir como estamos.

Dejar que sean las encuestas las que definan.

Aceptar que el riesgo de que el MAS continúe se hace más grande.

Y asumir como ciudadanía la responsabilidad de votar —todos— por el que mejor esté posicionado.

No hay mucho más que decir.

Solo una certeza: no hay forma de sostener este modelo.

Y más temprano que tarde, Bolivia tendrá que cambiar de rumbo.

La pregunta es si lo vamos a hacer con responsabilidad, visión y unidad.

O si una vez más vamos a dejar que la fragmentación le regale el país a quienes ya lo destruyeron.

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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