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Las diversas fuerzas de oposición bolivianas han comenzado a moverse con miras a las elecciones del 2025, que tendrán un hito previo interno por la Ley de Organizaciones Políticas (LOP) en el 2024.
Entre los precandidatos que se están consolidando a nivel mediático está el rector de la UAGRM, Vicente Cuéllar, quien tuvo un rol inteligente en el conflicto del año pasado por el Censo. Los Demócratas ya dijeron que “se abren a un perfil como el de Cuéllar”, mientras que desde La Paz, Rafael “Tata” Quispe adelantó su apoyo, tal vez sugiriéndose para la vicepresidencia.
Otra figura que viene moviéndose en actos territoriales es Rodrigo Paz. Y aunque “no descarta” ir a la primera magistratura, podría hacer un binomio muy coherente con Cuéllar. Una fórmula centrista de ese tipo le complicaría el mapa a Carlos Mesa, que vería reducido su espacio político.
El ex presidente dice que “todavía no es tiempo” para hablar de acuerdos de unidad, quizás buscando repetir su jugada del 2018, cuando sectores cruceños lo buscaron para conformar un frente opositor. Mesa les dio largas y finalmente los “madrugó” con una candidatura en solitario.
Desde el camachismo, hay quienes barajan la postulación del gobernador cruceño a la presidencia desde prisión, emulando lo realizado por Leopoldo Fernández en el 2009. Esto, siempre que el masismo no logre inhabilitarlo forzando una sentencia acelerada. Desde Creemos propusieron “conversaciones con Manfred”, pero es dudoso que el alcalde cochala quiera correr con la derecha, habiéndose mantenido al margen de la confrontación nacional. Es otro de los nombres posibles, pero para correr con una opción despolarizadora.
Por otra parte, los liberales se van articulando y lanzaron hace pocos días una fuerza partidaria desde Cochabamba, encabezada por el economista Antonio Saravia. Es una buena noticia que las ideas liberales se abran paso en el país y es innecesario plantear la búsqueda del “Milei boliviano”. El modo vociferante de Milei, que conjuga el liberalismo económico con un estilo iliberal en lo político, ha sido posible en Argentina en un contexto de desesperación por la inminencia de una hiperinflación. En Bolivia, el votante está preocupado pero no desesperado, y una opción liberal tendrá que ser posibilista y creativa antes que maximalista.
El asunto es captar a la nueva clase media surgida del capitalismo popular, sin alienar o espantar al empresariado y a las clases medias tradicionales.
Finalmente, desde el programa El Bunker se viene insistiendo en la necesidad de hacer “primarias ciudadanas” para definir al candidato opositor. Un mecanismo así podría funcionar si no se plantea un ganador “que se lleva todo”, sino que los resultados regionales y hasta de las circunscripciones se reflejen en una conformación plural de las listas parlamentarias opositoras.