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Pacos y pillos

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En aquellas épocas en las que no había Wifi, Smart phones, consolas, Netflix u otros artilugios con los que los changos de ahora se distraen,  todos hemos debido jugar a los pacos y pillos: nos dividíamos en dos grupos exactos y los pacos perseguían a los pillos para entregarles a la justicia. No había lugar a confusiones, pues los actores y roles de cada bando estaban claramente definidos. Actualmente en la realidad, a juzgar por el último escándalo de moda en el plurinacional, aquella división de roles, resulta imposible.

No es que la corrupción sea un tema nuevo para la Policía Nacional, aunque como bien dijo BORGES, como nunca se sabe que tan bajo se puede caer, los últimos acontecimientos afortunada y plausiblemente destapados por la prensa libre (cuando no) haciéndole honor aquello que su rol consiste en publicar lo que el poder no quiere oír; prueban más allá de toda duda razonable el avanzado grado de podredumbre de la verde olivo.

Ese chiste del “talento humano” de su inefable Comandante  ha quedado nuevamente en ridículo, a la vista de las inocultables evidencias de la profunda penetración al organismo policial del narcotráfico, la corrupción casi generalizada que salta la vista cotidianamente con la complicidad de parte de la ciudadanía acostumbrada a facilitarla y ahora, los autos chutos y lo que es peor, robados de países limítrofes, convirtiendo a Bolivia en una suerte de estado fallido donde los delincuentes están a cargo de reprimirse a sí mismos. Otra vergüenza olímpica para nuestro país.

Más o menos, ese modus operandi funciona así: vehículos, muchos de lujo robados en países vecinos o ilegalmente internados (los chutos) ingresan libremente al plurinacional, a la vista o mejor, con la complicidad y el encubrimiento de los servidores públicos de organismos estatales que en el papel deben evitarlo. En algunos casos se cambian por la blanca for export.  Una vez dentro, circulan prácticamente libremente con la misma complicidad –me dicen cuesta aproximadamente 100 dólares al año comprarse un paco padrino que protege si habrían dificultades, carga combustible sin problemas  – ¿Y la ANH?- y lo que es peor, circula ilegalmente, en algunos casos hasta con placas –falsas o robadas- o sencillamente sin ellas, a la vista de los verdes olivos de las trancas, pueblos, etc. Todos muerden y sus bolsillos quedan llenos, sin importar las temibles consecuencias. Si se hacen encontrar, la emprenden contra el escalón más débil y los jefazos, disimulan…hasta que venga el próximo escándalo.

Acabo de retornar a la Capital desde Oruro por carretera de día y encontré una cantidad enorme por los centros mineros que atraviesa esa vía de vehículos, especialmente, esas pequeñas vagonetas de transporte púbico libremente circulando sin placas (los verde olivo de las trancas, bien gracias). Antes de la pandemia, fui a una audiencia a Chulumani y maté el aburrimiento en la carretera contando los muy pocos vehículos que sí tenían placa, la inmensa mayoría no. La corrupción, el vivir sin ley metiéndole no más, están, definitiva y peligrosamente, normalizadas.

Aunque la Policía Nacional no es la única entidad pública así pervertida por los poderes fácticos (dinero, poder, política partidaria, servilismo, etc) probablemente sea de las peores. ¿La causa? Esta forma parte de algo peor y mucho más macro: la sostenida desinstitucionalización a la que han sido sistemáticamente sometidas las organizaciones públicas bolivianas, so pretexto de revolución, refundación u otras estrategias envolventes, al extremo que aunque existen formalmente, gastan ingentes recursos públicos y disponen de “servidores públicos” no cumplen los fines para los que han sido constitucional o legalmente establecidas, han quedado convertidas en burdos remedos de lo que debían ser. Piensen por ejemplo en el sistema de justicia, establecido precisamente para tutelar derechos de todas las personas y, hoy degenerado, en su peor triturador, con honrosas excepciones.

Los peores productos del populismo son precisamente esos. Las instituciones públicas quedan vaciadas de contenido hasta en lo que concierne a su razón de existir y, se convierten en amorfos organismos derrochadores de recursos públicos puestos al servicio del caudillo y frecuentemente, tirano de turno y sus monaguillos, aunque le cambien pomposamente su nombre u otros adornitos; mientras el ciudadano, librado a su suerte en la jungla: “Todo está perdido cuando los malos sirven de ejemplo y los buenos de burla”. DEMÓCRATES 

*La opinión expresada en este artículo es responsabilidad exclusiva del autor y no representa necesariamente la posición oficial de Publico.bo


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